Lexa Woods es una inspectora de policía en Nueva York. Aunque en su adolescencia tuvo algunos problemas con la ley, acabó graduándose en la academia de policía siguiendo el ejemplo de su padre. Sus métodos para detener delincuentes no siempre son lo...
La noche y esa habitación de hotel, estaban siendo testigos de sus caricias, de sus besos, de sus cuerpos calientes y perlados por el sudor amándose, entregando sus corazones una y otra vez........., solo el cansancio y el efecto de las endorfinas viajando por sus cuerpos después de cada explosión de placer conseguía parar esa unión entre sus almas.
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Es última vez, Lexa había llevado a Clarke hasta el cielo con su lengua lo que la dejó exhausta y tendida boca abajo con su cara hundida en la almohada, intentaba recuperar el control de su cuerpo desbocado por los gemidos de placer de la rubia, que le habían llevado a ella también a la cima.
Quería seguir devorándola, pero sus músculos necesitaban un descanso. Sintió movimiento en la cama y estiró el brazo para buscar la piel caliente de Clarke, pero lo que sintió fue, unos dedos que recorrían su espalda, dejando dulces y suaves caricias por el lugar en que su tatuaje cubría su piel y erizando todos y cada uno de los pelos que cubrían su cuerpo.
-Es precioso, Lexa, me encanta. - Lexa gimió ante ese contacto
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Clarke se movió para sentarse a horcajadas sobre la baja espalda de la castaña y comenzar un camino de besos por donde antes habían pasado sus dedos. No solo eso, si no que los cabellos revueltos de Clarke seguían de cerca ese camino siendo una sensación tan embriagadora que a Lexa se le escapó un pequeño jadeo con el nombre de la rubia - Clarke........
Los besos de la rubia ascendieron desde el final de ese tatuaje hasta sus hombros, terminando cerca de su oído - ¿aguanta una ronda más, agente Woods?
Joder, esa rubia iba a matarla a orgasmos ya que, mientras pronunciaba esas palabras, coló una mano entre el colchón y su cuerpo empezando a masajear su clítoris. Sin ser capaz de controlar su cuerpo, su pelvis se curvó para permitir un mejor acceso a la rubia que, sin dejar de atender su botón duro y excitado con su pulgar, acariciaba con su palma de la mano su sexo húmedo y que empezaba a estar necesitado de liberación.
