Altaïr

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Fui a su velorio, bueno a su supuesto velorio, habían pocas personas me imagino que sus pacientes, vi de lejos a Nikolina trayéndole flores rojas, de seguro pensaba que en el fondo le gustaban si supiera que el las odiaba, ni muerto le dejo de traer rosas rojas.



Volví a mi vida normal, bueno ahora tenía dinero, sentía mi corazón roto, jamás había tenido un amigo y no sabía que tan doloroso era perder uno, lo extrañaba, y así pasado un par de semanas, quise irme, dejarlo todo, pensé en Irlanda, ya estaba cerca el desfile de San Patricio, ahora tenia con que, compraría una casita allí, compre los tiquetes he hice unos traspasos a otras cuentas, el tiquete fue en primera clase podía costearlo, compraría un apartamento y tendría una vida sencilla y solitaria.





El asiento que esta a mi lado esta vacío, es un vuelo largo así que tomo una siesta, cuando despierto sintiendo una colonia que conozco a mi lado hay una persona, un hombre de buen perfil, vestido con traje de corte italiano, bien peinado como uno de esos empresarios que... ¡Dante!




- ¿por dios, que haces aquí? - le digo con mi corazón latiendo, no se parecía en nada al psicólogo, era la misma cara pero tenía razón un disfraz es mas de lo que te pones es un modo de actuar, se veía atractivo y elegante.




- el psicólogo falleció, yo soy un empresario - me dijo calmadamente.




- creí que me odiabas, por...




- traicionarme, querer abandonarme - me dice un poco molesto todavía pero se calma - eso no es suficiente para apagar mis sentimientos por ti, y como soy una especie superior puedo ser magnánimo - él termino de hablar y yo lo comencé a besar en la mejilla, estaba muy feliz, solo me falto mover la cola.




- ¿vas a venir conmigo? - le preguntó





- tengo cosas que hacer en Irlanda y supuse que irías para allá - me dijo, yo se que también me extraño, por un momento todo volvió hacer como antes, vimos la película, pero luego pusieron algo aburrido.





- Dante dime una cosa - le llamó la atención




- si




- tu me mencionaste un hermano, pero recuerdo que me habías dicho que ninguno hermano había sobrevivido, que eras hijo único - le interrogó.





- no quiero hablar de eso - me responde abriendo una bolsa de maní.




- creí que había confianza, ¿y si te cuento un secreto mio?





- ¿qué tienes que yo no sepa? - me preguntó con autosuficiencia.




- bueno, pues puedo decirte algo que no sabes.




- ¿como que?




- que no soy virgen - le confieso y él rompe a reír.




- ¿no me digas? Pues aquí te tengo otro secreto - me dice acercándose a mi oído - el agua moja, pero ¡shhh! No se lo puedes decir a nadie - me dice de manera sarcástica.




- esa virginidad no, la otra - le confieso




- en serio, ¿tu? - ahora si me presta atención.




- ¡¿le fuiste a contar eso?! - me reclamó Diego




- pues si





- pensé que solo me había confesado eso a mi - dijo celoso mi esposo, eso era algo que yo jamás contaba, especialmente por que no lo creía mio, el que había hecho eso era Gabriel Sabí y yo era Akira Ayamo.





Detrás de tu rostroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora