Vals Sentimental

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Acabo de volver de un teatro en la ciudad, un pedazo de historia con esos tintes clásicos que amo, palcos, terciopelo rojo, pintura dorada en las decoraciones. Diganme alma vieja, diganme clásica, llamenlo como quieran. Pero yo no sé, simplemente sé que me lleno de felicidad en estos ambientes. Es como si los teatros, los escenarios que dan vida a grandes obras, fueran mi lugar feliz, ese lugarcito en el que, en realidad no me refugio de lo malo, sino voy a sentir lo que es vivir un cuento de hadas.

El teatro está a punto de cumplir 127 años, y las puertas se re-abren para dejar ver parte de las refacciones que tantísimos meses lo mantuvieron cerrado. El público se amontona en la puerta, tan variado que la imaginación no podría ni dibujarlo, todos emocionados por entrar, todos buscando el mejor lugar, todos levantándose a ovacionar al final de cada pieza o interludio del maestro. 

La locura linda del director, esos intérpretes que resaltan realizando una danza con sus instrumentos, la posesión de la música en cada cuerpo de la sala, como una ninfa seductora que nos recorre bailando por sobre nuestras cabezas. 

Yo simplemente me sumerjo en el éxtasis de las notas flotando a mi alrededor. Para mí, se dibujan miles de cuadros en el escenario; el director mueve sus manos rítmico sobre la superficie de ese mar de tonalidades, los violines son las olas que juegan con movimientos enérgicos en el agua, los tambores y percusiones las rocas que chocan - imponentes - con esas olas, y un enorme arpa curvilínea se presenta como una gigantesca bestia del mar, una ballena enorme pero femenina, que deslumbra las pocas veces que deja escapar esos tonos de perfecta armonía, asomando su cabeza apenas sobre el mar.  Y otras veces, parece que vuelven a la vida las escenas de mitologías de diversas culturas: hadas, ninfas, dioses, demonios, guerreros, héroes, vampiros, princesas, amazonas; todos danzan luchando para tener un lugar bajo el reflector, llenando el espacio de movimientos variados, en forma de notas musicales. Hasta los propios autores de los temas parecen estar viendo todo desde lo alto del teatro, dirigiendo, dando su visto bueno, sobre tan amorosas interpretaciones.

¿Qué puedo decir? Cuando el director hizo una última reflexión sobre que no temiéramos ir al teatro, que no temiéramos escuchar orquestas, creyendo que la música es sólo para entendidos, yo no pude más que pensar que sus miedos eran infundados: miren cuántas edades, mentalidades, orígenes, nacionalidades y demás se mezclan en el torbellino de gente levantándose y aplaudiendo a la perfecta presentación de la orquesta. 

Pintar Amor en mi PielWhere stories live. Discover now