Feliz Día de la Mujer

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Últimamente un extraño pero maravilloso suceso viene repitiéndose a mi alrededor. Como si fuera una señal, como si las cosas cambiaran de repente, o más bien tiene que ver con que por fin abrí los ojos, y me di cuenta de las maravillosas mujeres que viven a mi alrededor, en el mismo tiempo y espacio, en el mismo planeta y universo. 

Siempre fui de elogiar mucho mi generación y lo prometedores que parecen los jóvenes, a pesar de algunos pronósticos oscuros que arman leyendas de desastres y cuántas cosas peores; pero no me había fijado tanto en aquellas de mi mismo género.

Leí libros, admiré de lejos, a través de una pantalla o frente a una simple fotografía. Recuerdo leer Divas Rebeldes de Cristina Morató casi de un tirón. La fuerte y musical vida de Callas, la rebeldía de Chanel, las luchas de Evita, la sabiduría de Audrey Hepburn, el amor rebelde de Wallis Simpson. Admirando, como una niña embelesada, viendo a sus princesas volverse realidad en un parque de atracciones; pero estas princesas hacían sus vestidos y no para fiestas, sino para sus propias pasarelas, los tacones de cristal les apretarían y lastimarían tanto como a nosotras, tenían miedos y sentimientos tan reales como los que nosotros sentimos en este momento. Y a veces hasta tenían que luchar ellas solas contra los dragones y monstruos, y se aliaban con las brujas, porque se daban cuenta que no eran tan malvadas como las pintaban, y que aliadas eran más fuertes que enemistadas.

Y ahora me vengo a dar cuenta de que no tengo que seguir con esta búsqueda entre papeles, videos, viendo de lejos, para encontrar este tipo de heroínas. 

Están por todos lados, a nuestro alrededor.

Empecemos desde casa: una madre que supo atravesar tormentas, viento, marea y caminar cualquier desierto, saliendo parada y más fuerte que nunca, aún cuando tenía que hacerlo llevándome en brazos. Y supo cuidarme y hacerme ver lo maravilloso del mundo, incluso cuando la realidad le mostró su cara más horrenda. 

Primas o tías que se enfocan en su vida y bienestar y disfrutan viajar y perderse por el mundo, gritando a los cuatro vientos que la vida es una sola y que tienen derecho a disfrutarla al máximo teniendo la edad que tengan, disfrutando cada segundo que pueden.

Hermanas que se apoyan incondicionalmente y se cuidan como si fueran ellas solas contra el mundo.

Amigas que son como hermanas, hermanas del alma, que están ahí hasta cuando vos pensabas que no tenías a nadie, que aparecen aunque hayan pasado uno, cinco o diez años de distancia, en el momento justo. 

Chicas que todavía no ingresan a la universidad y están llenas de ganas, de ideas, de garra para enfrentar el futuro, que saben cambiar el mundo en todos los aspectos posibles, convirtiendo cada uno de sus granitos de arena en ladrillos al lado de los pocos intentos que nosotros podamos contar en toda nuestra vida adulta. Chicas voluntarias, viajeras, que descubren, que buscan y encuentran, que ven un problema, una falla, y corren a arreglarlo.

Chicas sabias, que te dejan sin palabras cada vez que formulan una frase. Chicas que podrían estar en un escenario sin libreto y dejar maravillado al público, y más animado y lleno de esperanza que en toda su vida. Chicas que te abren la cabeza en una sola hora, entre charlas de café.

Chicas que defienden sus ideas y tienen la seguridad que otras mujeres apenas pudieron armar en toda una vida de sacrificio; y todo sin herir ni faltar el respeto a otros y sus ideas, sin menospreciar a quienes piensan diferente.

Mujeres que aman enseñar y tienen una paciencia de oro, que ven a sus alumnos como personas, que no les quitan sus esperanzas, sino les enseñan la manera de reavivarlas cuando todo el mundo los tira abajo. Mujeres que saben ver a través del cristal empañado de lo que la gente cree ver, y saben encontrar la esencia de la gente. 

Mujeres que luchan contra males atrapados en su cuerpo, en su cabeza. Enfermedades, físicas o mentales. Y que siguen pareciendo las más grandes luchadoras de los últimos siglos. Que sonríen a través del dolor, pero que tampoco temen hablar de sus sentimientos, tan humanos como ellas, que comparten con el mundo experiencias tan importantes, que logran tanto atravesando sus propias limitaciones, que te hacen creer que pueden mover montañas.

Mujeres que están trabajando, estudiando, descubriendo curas, aprendiendo cómo ayudar a la sociedad y aportando algo nuevo al mundo, mientras nosotros andamos distraídos; sin focos luminosos apuntando a ellas, en la oscuridad, en la tranquilidad de quien hace lo que hace por amor y pasión, que no andan pidiendo méritos a gritos. Mujeres a quienes no festejamos porque no nos gastamos en saber de ellas y su excelente trabajo, y disfrutamos de éste sin saber. Pero para ellas está bien, toda su recompensa es que su trabajo ayude a la sociedad, como se supone que debe.

Podría seguir para siempre. 

Y recién ahora, que me doy cuenta de todo esto, también empiezo a prestar atención de esa sensación que me generan estos ejemplos a seguir femeninos: el orgullo de ser mujer. El orgullo de saber que, sí, somos diferentes de los hombres en muchos aspectos físicos, es pura anatomía, pero en esas diferencias también están pequeños detalles, esa esencia que le agrega la mujer a las cosas. Es inevitable, hombres y mujeres hasta razonamos de diferente forma, nuestros cerebros toman caminos distintos para, a veces, llegar a la misma conclusión. Cada uno le agrega su esencia, las diferencias siempre hicieron todo más especial, por eso hay que apreciarlas por igual, porque son igual de importantes a la hora de aportar al mundo, cualquier tipo de visión sobre el mundo puede aportar algo igualmente valioso. 

Las distinciones son valiosas y agregan color, incluso entre mujeres, todas aportamos algo nuevo al mundo, todas agregamos un color diferente a la gran gama del universo. Y todos somos (siendo del género que queramos) igualmente humanos, y merecedores de los mismos derechos como tales. Merecedores del mismo respeto, sobre todo. 

Pero bueno, no quiero alargar demasiado el tema. Sólo espero que se pueda empezar a valorar mucho más la gente maravillosa que hay a nuestro alrededor, las mujeres increíbles y sus esfuerzos que aportan tanto a la vida. Que se respeten las diferencias sin diferenciar derechos, como si no fueramos todos humanos. 

Sobre todo, espero que las mujeres podamos mirar a las otras, de nuestro mismo género, que tenemos al lado, que tenemos alrededor en el día a día, y comenzar a valorarlas, apoyarlas y respetarlas como quisiéramos que hicieran con nosotras. 

Mientras tanto, yo hago todo lo posible para tratar de volverme una mujer maravillosa. Cada vez que me desanimo, cuando siento que ya no me quedan energías para intentar algo otra vez, me pongo en el lugar de otra chica (tal vez una niña, una de mis primas pequeñas, alguien de la familia, alguien querido para mi, una amiga más joven, una futura alumna, ahijada, hija o lectora) que sienta que no puede más, y mira hacia atrás, buscando esos largos caminos del pasado que yo ya pasé, para ver cómo lo había hecho, como había logrado levantarme y seguir adelante. Y si ve que yo me levanté y me volví más fuerte con cada tropezón, caída y raspón, eso podría inspirarla. Y yo, no podría esperar más de la vida.

Así que espero que ustedes también puedan abrir los ojos y ver a estas maravillosas mujeres que nos rodean, ver sus esfuerzos y tomarlos de ejemplo, porque ellas se levantaron y sacudieron el polvo para mostrarnos a nosotras que (y cómo) se podía, porque ellas hicieron cambios (y los hacen cada día) en el mundo, que no deben detenerse, sino seguir y crecer. Eso es lo que espero.

Que tengan todos un buen día y, especialmente para las mujeres, feliz día.

Cami.

Pintar Amor en mi PielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora