El chico del gorro azul

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Exactamente la fecha en que le tomó importancia a la apariencia, era imposible de recordar. Pudo ser tal vez en la secundaria o poco antes...

Craig había sido de esos niños benditos con la pubertad, siempre fue considerado el más guapo por las niñas de la escuela, algo que para un niño de su edad, no era nada relevante, al fin de cuentas las niñas eran tan raras, un dia podia ser el y otro día podía ser cualquier otro, no entendía como funcionaban sus listas o su criterio de selección. Exactamente ¿Qué lo hacía atractivo para ellas?

Sin comprender todavía, que hacía a una persona ser bella, pudo saber que no lo era; En alguna discusión tonta sobre quién sería el primero de las famosas listas "del top de los chicos más lindos", un niño regordete y odioso hizo mención a Craig  de que el no podía ser el primero, debido a sus dientes jodidos, en el momento lo tomo como el patético intento de insultar a otro antes que aceptar que nunca estaría ahí por gordo y detestable, sin embargo, una vez que estuvo solo frente al espejo, sonrió forzosamente a su reflejo para ver con detenimiento su dentadura que, en efecto tenía algunas piezas sobre otras.

En ese momento experimento algo desconocido, la inseguridad. Tenía pena de que alguien más notara lo mismo que el vio, que ese sentimiento pudiera ser visto a través de él, así que tuvo que recurrir a la única solución posible: brakets, detestaba usarlos, no podía comer algunas cosas, le dolía en ocasiones la mandíbula sin contar el infierno que era ajustarlos periódicamente, aunque prefería eso a tener los dientes torcidos de por vida. Pero au  asi eso solucionaria alargo plazo la estetica de su  boca, pero seguia sin atacar al problema real; la poca confianza que comenzaba a desarrollar. Quizá fue su necesidad de librarse de ese metal en sus dientes lo que le hizo concentrarse en otro aspecto de su físico, como algún intento de desviar la atención de su boca, hasta el momento se había valido de un gorro azul con una mota amarilla para ser distinguido, todos sabían que esa cabeza entre el monton, se trataba de Craig Tukcer. Por un tiempo le funcionó la idea de ocultar cualquier aspecto de su persona y dejar, a la motita amarilla, tomar el protagonismo de su imagen. Pero una vez que fue creciendo dejó de quedarle, podría sustituirlo con uno de talla mayor pero algo en su interiore decía que algo así era demasiado infantil para su edad, sólo le quedaba convertirse en el tipo con dientes de lata.

Negándose a esa idea y aceptando los cumplidos de algunas chicas, trató de llevar las miradas de nuevo a su cabeza, esta vez su oscuro cabello debía ser su distintivo, pero no sólo una cabeza pelinegra más, debía ser ese brillo ideal y textura suave para que cualquiera supiera "Tucker es el chico del cabello bonito". Dedicó varias horas de su tiempo libre para hundirse en revistas y articulos de belleza para encontrar lo que le ayudaría a su cometido, resultando exitoso, desde ese momento si había algo que siempre hacían sus compañeras, era tocar su cabello mientras hablaban con él, algunas hasta pedían permiso para jugar un rato con sus finos cabellos.

Una vez que esa estúpida moda emo terminó, fue también el momento en que finalmente se deshizo de los frenos, adoptó un nuevo corte que permitía ver por completo su lindo rostro y ahora perfecta sonrisa aunque llevaba tanto tiempo ocultando la que se le volvió una costumbre, no era que Craig anduviera por ahí lleno de jovialidad, a decir verdad era bastante indiferente pero las pocas veces que llegaba a reír, cubría su boca.

Al salir con su primer novia, que era de las más populares en la escuela, comenzó a adoptar un poco esa personalidad frívola y vanidosa, pues ella siempre insistia en que Craig debía verse bien, no podía salir con alguien que no fuera lo bastante apuesto o atractivo, y Craig era realmente el sueño de todas, con esa estatura por encima de los demás varones, sus preciosos ojos azules y una figura atlética, pero su vestir era tan simple y aburrido como el de cualquier otro chico, entonces tuvo que aceptar cada recomendación que su novia le daba para elegir prendas de vestir. Al principio parecía complicado tratar de combinar los colores pero le tomo un gusto en particular a ver cada una e imaginar todas las posibles mezclas que podía crear. Por el momento no consideraba tales acciones como algo exclusivo  de la moda, era la armonía obtenida al ver el resultado final.

Tiempo de pose: diez  roundsWhere stories live. Discover now