El chico del café

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Era agotador, cada momento del día algún estúpido pensamiento lo llevaba a otro, ideas completamente absurdas y exageradas sobre lo que podría ocurrir: El día era demasiso nublado, había demasiados gatos extraviados o algún vehículo extraño había pasado ya dos veces frente a su casa.

Un poco de café.

¿podrían seguirlo camino a la escuela?

Una taza caliente está bien.

Que hay de esa idea de vivir en una esfera gigante, vigilado por seres superiores.

Otra taza.

Estaba pensando demasiado.

Una más.

Estaba mejor, en ocasiones todo era tan simple como relajarse.

La última.

Sus manos dejaron de temblar.

Ahora tenía varios vasos tirados por el suelo, rastros de crisis anteriores. Quiero tirarlos pero no hasta terminar el que tenía a medio beber. Comenzó a poner uno sobre otro, se dio cuenta que los fondos encajaban perfecto con las tapas, se mantenían firmes y eso le permitió ir construyendo torres, luego no pudo detenerse, transformó esa pequeña actividad en un hábito.

Y ser ansioso era una condición muy notoria, ser el centro de atención por unos instantes, es la peor pesadilla de cualquier persona con ansiedad. Odiaba que lo miraran de reojo, fijándose en sus espasmos, riendo de esos sonidos que escapaban de su boca, que trabajar en equipos se volvía doblemente estresante cuando ningún compañero quería tenerlo.

Tuvo suerte a partir de cuarto grado, donde existían 4 chicos que vivían de problema en problema, aunque en algún ocasión le tocó verse involucrado en sus locuras, era más regular que solo ellos se llevaran todas las miradas y comentarios de odio, pasó a ser ese compañero inadvertido que nadie iba a recordar, eso era mucho mejor.

A los años, el café se adaptó tanto a su sistema que era parte vital del mismo, se convirtió en algún tipo de placebo calmante a sus paranoias, aunque fuese apenas lo que la cafeína salía de su cuerpo, luego venía la desesperación por consumir más, un círculo vicioso de dependencia que tuvo que ser regulado antes de morir de un infarto algún día. Lo habían limitado a una taza diaria ¡¿Cómo podía vivir solo con una puta taza?! Era difícil, anhelaba el aroma, el calor y la amargura de la bebida.

Ya no tenía su calmante y las ideas volvían junto con tics nerviosos, trataba de buscar algún tipo de relajación alternativa como lo era meditar, pero sus constantes temblores le distraian, aún teniendo tan poca cafeína en el cuerpo, tenía demasida energía acumulada. Su salvación vendría al ingresar a la preparatoria, a sus padres les pareció mejor idea que acudiera a un colegio privado, la razón fue que era obligatorio participar en actividades extraescolares, y contaban con mayores opciones que los aburridos equipos de baseball de la escuela pública de South Park. Así se vería forzado a centrar esa energía en algo productivo, en vez de pensar cómo el gobierno leía su historial de Google.

Fue un gran cambio para él, desde tener que recorrer más distancia para llegar a clases hasta el incómodo uniforme; un empalagoso conjunto de traje azul ultramar, suéter beige, camisa y corbata. Al menos no tenía más de dos botones que usar, siempre terminaba mal por abotonarlos deprisa, y la corbata de clip  fue la decisión más inteligente que pudo haber tomado, o seguro pudo terminar ahorcado de una forma muy estúpida al tratar de hacerla. Pero la escuela no estaba tan mal, había menos estudiantes así que podía tener momentos para permanecer al menos unos 5 metros lejos de alguien, la comida era algo más comestible que las plastas sintéticas que recordaba de la secundaria, había una bendita máquina de café que fue la mejor amiga de Tweek por los primeros dias. La mayoría se veían bastante ocupados con sus actividades en equipos deportivos, artísticos, tecnológicos y demás. Él aún no se decidía por ninguno, no era muy apto para concentrarse en algo que no fuera apilar vasos vacíos de café mientras bebía aún más, aún así siempre terminaba por derribarlos con sus espasmos.

Tiempo de pose: diez  roundsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora