50. Quinto día; El buffet.

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Después de tantos platillos de una vida amarga, solo me esperaba un dulce postre de muerte.

Gula.

... ... ...

Richard:

Se acababa el tiempo. Cada vez estaría más cerca de enfrentarme a un demonio. Pero estaría bien ¿No? Después de todo he logrado herir al ángel más poderoso de todos; Michael. Un demonio no ha de ser problema.

Era ya el quinto día, el día de hacer un viaje al pasado, volver a mis raíces antes de ser un pecador, y nadie mejor para acompañarme en esto que mi mejor amigo.

— ¡Oye, enojon¡ ¡¿Estás en casa?! — Grité desde la puerta del apartamento de Joseph. — ¡Abre o me comeré la puerta!

— ¡Ya no grites! — Respondió desde el otro lado y en cuestión de segundos abrió la puerta. Tenía un envase de flan en su mano y una cuchara en su boca. — No te daré flan. — Dijo protegiendo su querido postre. Realmente era su favorito.

— No vengo por comida. — Buscaba una manera de pedirle que me acompañara, pero no hallaba como. — Ehm... ¿Puedes salir? Necesito que me acompañes a un lugar.

— Pues... No sé... — Respondió mirando a Alicia sentada en uno de los sillones.

— Es importante. — Lo miré fijamente. En ese momento supo que era un asunto serio.

— Esta bien, te acompaño. Solo dame un segundo mientras acabo este manjar. — Terminó el flan en un instante y cuando estuvo a punto de salir fue detenido de un jalón de orejas por Lili.

— ¿A dónde vas querido? — Le preguntó la posesiva lujuria.

— Saldré con Richard un rato. — Le respondió desviando la mirada con fastidio. — Espera, No necesito tu permiso.

— Lo necesitas cuando te sostengo económicamente. — Le replicó. — Pero bien... No tardes. — Le soltó y se despidió de Alicia con un gesto y una sonrisa, esta de inmediato lo correspondió. Lili parecía molesta por ello.

Que suerte tienen algunos.

— Te lo traigo en un rato Lili. — Le dije marchandome con Joseph.

No hubieron palabras hasta estar un par de cuadras de su apartamento, pues solo cuando no estábamos bajo la mira de su mandona lujuria, podíamos ser nosotros mismos.

— ¡Por fin te quitan la correa! — Le sacudí su cabello como si fuera mi hermano menor, y a decir verdad, así lo veía. — No debes conocer el aburrimiento con ellas dos ¿Eh?

— A decir verdad, estos días han sido geniales a su lado. — Hablaba con una sonrisa. Realmente estaba a gusto. — Por cierto ¿A dónde vamos?

— Pues a un lugar preciado para mí. — Saque un chocolate de mi bolsillo y me dispuse a comerlo para calmar mi hambre asesina. — Quiero echar un último vistazo a mi primer hogar.

— ¿Te refieres al orfanato? — Preguntó. Solo el sabía mi historia.

— Ese mismo. Hay algo que debo buscar ahí. — Le confesé de forma alegre, aunque no había nada de alegría en ese lugar.

Si, soy huérfano. Un extraño caso de un feto que devoró las entrañas de su madre causando su muerte. ¿Y mi padre? Nunca lo conocí. ¿El resto de mi familia? me odiaba por el hecho de causar la muerte de mi progenitora, sin embargo no les guardó mi el más mínimo rencor.

¿A dónde vas a parar cuando empiezas solo? Fácil. A un orfanato. Y fue en ese lugar, donde descubrí la verdad de lo que soy.

— Bien, tomemos un taxi. — Propuso Joseph sacando la mano para acercar nuestro transporte.

7 Pecados de la muerte. [TERMINADA]Where stories live. Discover now