La primera generación. (Parte 4)

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El final de mi historia, fue el inicio de mi infierno.

... ... ...

Gabriel:

Los años pasaron, y con ellos, bellos momentos de paz.

Todos los angeles habían sido dotados de una nueva habilidad, la cual permitía ser totalmente invisible ante la vista humana. Solo podíamos ser vistos por quién eligieramos, esto con el fin de observar hasta el más mínimo detalle de ellos, y a la vez, aprender de su naturaleza.

Pero todo cielo azul, tiene nubes grises...

Habían siete personas que podían vernos aunque no lo quisiéramos; los pecadores, el resultado de mi misión. Estaban dotados de habilidades asombrosas, pero a la vez su pecado los encadenaba a una maldición única y nefasta. Aunque parecieran ser peligrosos, habían conseguido convivir en completa armonía.

O al menos eso creo..

— ¿A dónde vas? — Preguntó Michael acudiendo justo antes de que bajara a la tierra.

— Voy a ver a una amiga. — Respondí sin dirigirle la mirada

— Claro, otra vez. — Suspiró. — No te expongas de más.

— Si lo hago, ¿Vas a clavar tu lanza en mi cabeza? — Le miré de reojo.

— No seas llorón. — Rió vagamente. — No morirás a menos que arranque tus alas.

Vaya... Eso sí es nuevo.

— ¿Acaso no lo sabías? — Preguntó.

— Pues no. — Le desvié la mirada con molestia, pues sabía que aún habían altercados entre los dos. — Respóndeme algo. — Extendí mis alas y flote hasta quedar frente a frente con el. — ¿Aun no aceptas lo que hice?

— Pues no. — Respondió. — Pero ¿Sabes? — Una sonrisa y una expresión de confianza se dibujaron en su rostro. — Se que te veré arrepentido por tus acciones. — Susurró.

— Sé que no. — Le repliqué y bajé a toda velocidad a la tierra.

Un segundo ángel bajó al tiempo conmigo, se trataba de Abel, quien luego de una extraña seña, desapareció de mi vista.

Es bueno ver qué disfrutas de tu labor...

Había llegado a un campo desolado, y una vez logré concentrarme y ubicar a Diana, di un fuerte chasquido para llegar a su hogar.

— ¡Hola! — La sorprendí saludando.

— ¿Gabriel? ¿Que haces aquí? — Preguntó conmocionada. — Casi me matas de un susto.

— Lo siento. — Me elevé un poco y besé su frente, de inmediato sonrió. — Es increíble que ya tenga que elevarme para besar tu frente. Has crecido mucho.

— Es parte de la vida ¿No? — Su sonrisa se desvaneció, sabía la razón. — Creces y las personas a tu alrededor se van poco a poco, como mis padres.

— De veras lo siento. — Dije angustiado por su fatal pérdida, y sin previo aviso, me abrazó.

Eres la persona más buena que he conocido...

— ¿Cómo va todo en el cielo? — Preguntó cambiando de tema.

— Pues... Creo que bien. — Me solté de sus brazos y tomé puesto en una silla. — No han habido conflictos en años, sin embargo siento que algo está a punto de suceder.

— ¿Tiene algo que ver con los siete pecados?

— Lo dudo. Ellos no parecen ser ninguna amenaza. — Admito que no estaba totalmente seguro sobre mi afirmación, pero mi lado bondadoso me hacía pensar eso. — ¿Sabes? Me gusta la paz que hay ahora.

7 Pecados de la muerte. [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora