18. Viejos conocidos, viejos rencores.

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Tu mayor debilidad yace en tu frágil ego.

Orgullo.

... ... ...

Sebastián:

Sentía que la suerte estaba de mi lado, ya que hace apenas unas horas había salido con midas en busca de los pecados restantes y ya teníamos un indicio de donde podía estar el pecado de la pereza.

Algo me preocupaba, ese algo perturbaba mi mente a cada paso, pues cuando volví a encontrarme con Joseph, este se vio muy a la defensiva conmigo, como si de enemigos se tratara, pero claro, tenía sus motivos. El mismo caso fue con Richard, el pecado de la gula, este llegó a amenazarme. Lo que me pregunto ahora es; ¿Todos me guardaran rencor?

Me lo merezco...

Hace dos años, cuando yo era el líder de los siete pecados de la muerte, me sentía en la posición de un rey, pero el día en el que decidí hacer despertar la furia de Joseph, todos pagaron el precio, por mi culpa. Desde entonces siempre he tenido esa sensación de rechazo de su parte, a excepción de midas, claro.

— Oye. — Detuve a mi acompañante de armadura.

— ¿Si?

— ¿Por qué aún me sigues como si fuera tu líder?

— Porque lo eres, al menos para mí. — Respondió vagamente.

— No he correspondido bien a ese papel, mis decisiones han causado mucho dolor entre todos los pecados. — No era capaz de verla a los ojos. Yo, el pecado del orgullo, sentía culpa.

— Supongo que es normal, de hecho has obrado muy mal, tu actitud no es la mejor, y probablemente muchos te guarden rencor. — Genial, ahora me sentía más peor. — Pero. — Sonrió. — Siempre has sabido que hacer cuando el momento lo requiere, y nunca dejas atrás a tus amigos, muy claro está cuando fuiste a salvar a Joseph, aún estando en desventaja.

Jaja... Tiene razón...

Aquellas palabras bastaron para levantarme un poco. La carga de culpa que llevaba, ahora era más ligera, y al dedicarle una de mis típicas sonrisas engreídas, supo que ya todo estaba bien.

— Bien, sigamos adelante, no más charlas. — Emprendí rumbo a subir aquella montaña.

— Ja... Como mandes, lider — Añadió.

Amo ser llamado así.

La subida era bastante inclinada, en ocasiónes midas estuvo cerca de caer, pero lograba sostenerla a tiempo. Por mi parte, no tenía problema en absoluto, pues mi factor de resistencia era perfecto para subir sin tener que esforzarme.

— ¡Pongan un ascensor, por favor! — Gritaba midas entre quejas y lloriqueos.

— ¿Que pasa, es mucho para ti? Yo puedo subir sin problemas. — Empecé a subir usando solo las puntas de mis pies.

— ¡Que presumido! — Podía escuchar su respiración, estaba cansada, se le notaba. — ¿Ya casi llegamos?

— Más bien, ya llegamos. — Detuve mis pasos para observar el terreno. Era plano y lleno de árboles, podía escuchar claramente el flujo de un río y el chirrido de grillos abundaba por doquier.

— ¡Por fin! — Exclamó midas el llegar a mi lado. Al igual que yo, empezó a detallar el abundante paisaje. — Que tranquilo es aquí. El lugar perfecto para ese flojo ¿No?

— Exacto, debe sentirse en el paraíso en este montón de tierra.

— Ya casi va a anochecer. — Midas veía el cielo con temor, y de repente una niebla empezó a cubrir el lugar. — Sebastián, tengo un mal presentimiento.

7 Pecados de la muerte. [TERMINADA]Where stories live. Discover now