23. El frenesí.

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Odiaras la mentira tanto como el caos que provoca tu hambre.

Gula.

... ... ...

Joseph:

La noche aún era joven y en un par de horas ya empezaría otro día. Acompañado de Lili, me dirigía a mi apartamento donde se supone quedaríamos en reunirnos los pecados a partir de ahora.

— Sigues con esa mirada inocente de hace cinco años. — Las observaciones de Lili, harían pensar a cualquiera que se trataba de una acosadora. — Tu olor, tu rostro y tu cuerpo siguen siendo un deleite para mí.

— Sigues igual de curiosa al Igual que hace cinco años. — Le respondí. — Deja de mirarme así. — Estiré mi mano hacia su rostro para desviar su mirada.

Demente...

De reojo podía ver a una patrulla de policía cerca, al parecer estaban recibiendo un mensaje por radio que no pude evitar escuchar.

— Todas las unidades al sector central. Un sujeto desconocido está comiéndose todo a su paso. Repito, está comiéndose todo a su paso.

— Lili, Sabes de quién se trata ¿Verdad? — Pregunté.

— Ese glotón tuvo que haberse quedado sin sus bocadillos. — Y fue ahí cuando recordé que lo había dejado en un puesto de hamburguesas sin dinero, y que esa era la posible razón de que hubiera perdido el control.

Cuando me vea va a querer matarme...

El pecado de la gula, Richard, tiene una cierta similitud conmigo, y es que ambos perdemos el control cuando nuestro pecado llega al máximo.

— Muy bien, sabes que hacer ¿No? — Asentí.

— Hay que parar a ese glotón a como dé lugar, o acabará con la fábrica de mi preciado flan. — Lili me miraba con gracia, supongo que mi actitud infantil en momentos críticos le causaba cierto gusto.

— No te le pongas de frente, no dudará en masticarte. — Luego de su advertencia me dejó un beso en la mejilla y se marchó.

Aprovechando la noche, Lili corrió por encima de los edificios con mucha rapidez. Además de su seducción, tenía una increíble velocidad y agilidad que superaba la mía por mucho. Tomé un taxi al centro de la ciudad, pero este me dejó a dos cuadras por la típica frase de un taxista.

Yo por ahí no voy... Claro.

Al bajar del vehículo observé todo echo un caos. Realmente se estaba comiendo todo lo que se le colocará en frente. Caminé un poco, y a cada paso que daba veía destrucción.

— Debe ser un fiasco ser tu. — Dije refiriéndome a Richard.

— No bajes la guardia. — La voz de Lili me sorprendió por la espalda. — tardaste mucho en llegar, ahí está. — Señaló un almacén.

Podía verlo comiendo lo que parecían ser cajas de cereales enteras, y tan pronto se percató de nuestra llegada, volteó a vernos.

— ¡Joseph! — Gritó mientras se daba la vuelta hacia mi.

Ahora sí me cargó el payaso...

— Quédate detrás, así no podrá tocarte ni un cabello. — Nuevamente y tal como cuando éramos niños, Lili me protegía.

— Oh claro, ahora soy la princesa. — Susurré.

Richard corrió rápidamente hacia nosotros con la ferocidad de un toro. Sabía que en el momento que estuviera cara a cara con Lili, este asunto habría terminado, pues ella es nombrada la intocable gracias a su maldición.

7 Pecados de la muerte. [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora