El placer de fumar.

10 3 2
                                    

Mi hogar es aquel donde me siento en completa calma.

... ... ...

Kim:

¡Maldita sea, ese idiota me golpeó muy fuerte!

Caminaba sin rumbo fijo luego de la paliza de mi vida, pues gracias a Sebastián, Joseph perdió el control atacandonos a todos. Sin duda alguna lo mejor era apartarme de todos ellos.

— ¡Malditos hijos de...

— ¿Con esa boquita comes?. — Me interrumpió un anciano que pasaba con un carrito de cigarrillos. — Que hayas tenido un mal día no significa que andes maldiciendo por todas partes.

— Viejo estúpido. — Me acerqué para reclamarle pero antes de decirle algo, me dió un ligero golpe en la cabeza con un bastón. — ¡¿Cómo se atreve a golpearme?!

— Ya tienes muchos golpes, uno más no te hará daño. — Me replicó y me vió con una sonrisa un tanto nostálgica. — No tienes a donde ir, ¿Verdad?

— Eso no te importa.

¿Cómo lo supo?

— Como digas. — Siguió su camino hasta ir a parar en la entrada de un cementerio tétrico.

¡Me fascina este lugar!

— ¿Vas a comprarme algo? — Me preguntó y aunque no lo demostraba, me moría de ganas por fumar.

— Si pero, no traigo dinero. — Bajé la mirada con frustración. — Y no me mires así, no necesito de tu lástima.

— Ja, ja, ja... Estos jóvenes. — Sacó un cigarrillo negro que jamás había visto y me lo obsequió. — Por tu cara veo que nunca has fumado de estos.

¿Es que este viejito es adivino?

— ¡Maldita sea! ¡Lo tomaré! — Tomé el cigarrillo, lo encendí y me adentré en el cementerio saltando por la reja. — ¡Te lo pagaré de alguna manera!

Inhalé por primera vez el exquisito humo del cigarrillo obsequiado, era simplemente un placer tenerlo en mis pulmones.

¿Es de canela? No importa, es delicioso...

Subí hasta la rama de un árbol donde tenía clara la posición del anciano. Me preguntaba por qué había sido tan amable conmigo si yo había sido totalmente antipática con el.

Viejo extraño...

Terminé el cigarrillo y apreté la colilla en mi mano, por alguna razón quise conservarla.

Bien... No es un mal lugar para dormir un rato... O tal vez unas cuantas horas, ¿Y por qué no toda la vida? Sería perfecto...

Unas risas extrañas y el característico olor de la marihuana me despertaron. Noté que mis heridas ya habían sanado, pero mi humor y ganas de insultar a medio mundo seguian igual.

— Hey viejo, dame una cajetilla. — Escuché a un chico hablarle de manera grosera al anciano, no venía solo, habían tres más. — Dámela si no quieres problemas. — Sacó lo que creí ver era un cuchillo oxidado de su bolsillo. — Cuando me acuerde te pagaré. — Todos rieron de manera burlona, sin embargo ante sus burlas y amenazas, el anciano no le demostró temor.

El viejo tiene agallas ¿Eh?

— Lo siento, pero no pienso darte nada con esa actitud, jovencito. — Le replicó el anciano.

— Con que si ¿Eh? — De la nada ambos tumbaron su puesto de venta y pateando su mercancía morían de risa. — ¿A quien vas a llamar? ¿A los peatones? — Las pocas personas que transitaban a esa hora hacían la vista gorda ante la situación, eso al parecer me incluía a mi también.

Vamos Kim... No es tu problema...

— ¿Esto les sube el autoestima? ¿Meterse con un viejo cómo yo?

— ¡Cállate! — Sin piedad alguna lo tiraron al suelo y le escupieron un par de veces mientras robaban los cigarrillos. — No te hagas el valiente.

Tienes razón... Eso me corresponde a mí...

Apreté la colilla de mi último cigarrillo y me tiré del árbol sin cuidado alguno, deje salir mi pecado por completo, no me importaba las consecuencias que traería o la sangre que derramaría, no estaba dispuesta a ver como un alma valiente era humillada.

— ¡Ustedes, largo! — Grité y sentí muy voz retumbar en todas partes, como si fuera sacada de una película de terror, y eso fue exactamente lo que ví en sus rostros; terror.

— ¿Quien es ella? — Preguntó una de mis futuras víctimas.

— ¡Soy peor que la misma muerte! — Respondí y por alguna razón la niebla inundó el lugar.

Los muertos de mi lado ¿Eh?

Caminé hacia ellos y sin pensarlo arranqué uno de mis brazos, y con los tres que crecieron arranque el otro hasta tener tres de cada lado.

Hora del show...

Pude ver sus rostros horrorizados, estaban paralizados por el miedo que provocaba mi pecado, y para cuándo el terror los había consumido, corrí hacia ellos, los tomé a cada uno del cuello y los apreté levemente sin darles oportunidad de escapar.

— No lo van a molestar más anciano. — Le guiñé el ojo al anciano aún en el suelo, parecía sorprendido pero no mucho, como si hubiera visto cosas peores. — ¡Y ustedes, inútiles! — Le dirigí la palabra a un par de personas que me observaban. — ¡Largo o los asesinaré!

Mi advertencia los hizo correr despavoridos gritando que había aparecido una bruja.

Pues... Me gusta el apodo.

— Y ustedes, sabandijas, vamos a jugar un rato.

— ¡Suéltanos! — Me imploró uno de ellos. — ¡Por favor!

— Y si no lo hago, ¿Que harás? ¿A quien vas a llamar? ¿A tu mamita? — Reí en sus caras sin piedad alguna. — ¡Vamos a jugar! — Me adentré al cementerio perdiendome en la niebla con cada uno de ellos rogando auxilio.

No merecen vivir...

Empecé a desmembrarlos a todos a la vez. No me importaba ni un rábano sus súplicas, llanto o dolor, solo lo divertido que era ver brazos cercenados, sangre y partículas de huesos por todas partes. Por un leve momento, me sentía viva en el lugar más muerto del mundo.

Lo disfruté, disfruté hacer lo que muchos solo hubieran soñado, lo disfruté hasta el cansancio y maldije una y otra vez el hecho de que esto fuera ilegal.

¿Cómo es posible que la ley prohíba algo tan placentero?

Me ví totalmente ensangrentada y solo pude sonreir. Empecé a hurtar las cosas de valor que habían en los cadáveres, las cuales de por si eran muchas, pero claro, todas robadas.

— ¿Y bien? ¿Estas satisfecha? — Escuché la voz del anciano a mis espaldas. — Parecías disfrutarlo.

— No lo niego, fue como tener sexo.

— Creo que debo darte las gracias. — Me estiró un cigarrillo de canela, al parecer fue el único que quedó intacto.

— Toma. — Le dí el dinero que había recaudado. — Con esto recupera lo que perdiste.

— Pero...

— ¡Solo tómalo!

No dudes, viejo.

Dudoso de si hacerlo o no, terminó aceptando el dinero ensangrentado. Parecía no tenerme ni un poco de miedo, y eso me hizo tenerle algo admiración.

— ¿Puedo hacer algo por ti? — Preguntó.

— Pues... — Miré mis brazos extra, empezaban a molestarme. — Tráeme agua bendita...

... ... ...

Dato extra: Los brazos extra de Kim, son por mucho más fuertes que los suyos. No puede controlarlos, solo responden a ella si desea asesinar.


7 Pecados de la muerte. [TERMINADA]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt