20. La caza fortunas.

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Cambiaste amor por deseo, ahora sufre por ello.

Lujuria.

... ... ...

Joseph:

Había tomado un taxi al centro de la ciudad. Me dirigía a un lugar en donde la Lujuria tenía precio, un burdel. Iniciar mi búsqueda sin Richard sería más fácil, pues éste era un asunto personal en el que no debía entrometerse.

Lo siento, glotón.

Durante mi niñez conocí a una niña muy peculiar, siempre mantenía a mi lado, y solo el destino sabía que ambos éramos pecadores. Yo la ira y ella la lujuria.

Actualmente Lili ozaba de lujos y riquezas, tanto así que era ella la que prácticamente mantenía mi vida llena de relajación, pero claro, nadie más sabía de esto.

Hora de dar la cara.

— Este no es lugar para niños. — Una mujer con prendas extravagantes me recibió en la entrada del burdel. Le rodé los ojos y saque mi identificación. — Oh vaya, pero si ya eres todo un hombrecito. — Dijo soprendida. — ¿Quieres divertirte un rato? Puedo hacerte un descuento por tu carita de ángel. — Acercó su mano a mi pecho subiendo y bajando un dedo por alli.

— No gracias, no vengo a eso. — Retiré su mano y pase por su lado. Justo cuando me disponía a entrar me detuvo del brazo.

— Te llamas Joseph, eso decía en tu identificación.

— Estás en lo correcto. — Me giré hacia ella, parecía tener algo que decir.

— De seguro eres del que tanto habla Lili. — Supuso muy sonriente. — Ella estará muy feliz de verte. — Me soltó y se adelantó un poco. — Sígueme, te llevaré con ella.

Jaja... Y ni siquiera tuve que pedírselo.

El lugar estaba con la música a todo volumen. Luces de color azul y rosa por todas partes, también habían unas cinco chicas bailando en los tubos y otras más acompañando a personas de mayor edad.

— Que asco. — Susurré y mi acompañante solo negó de un lado a otro con una sonrisa.

— Ahí está tu chica. — Señaló hacia un rincón en donde había una chica de vestidura escasa al lado de un anciano. De espaldas no podía reconocer si se trataba de Lili — Suerte tigre. — Aquella mujer que me acompañaba tomó lugar en la barra, parecía esperar un cliente.

Que buen servicio.

Ahora mi vista estaba en aquel rincón. Caminé lentamente hasta tomar asiento a un par de sillas a su derecha. Al voltear a verle pude reconocerla perfectamente, era el pecado de la Lujuria; Lili. Sus ojos tenían un brillo fucsia, los cuales no se separaban ni un momento del anciano. Con una mano acariciaba su rostro mientras que este parecía hipnotizado en aquella hermosa joven. De repente Lili se percató de mi presencia, metió la mano en el bolsillo de su cliente sacando su billetera y lo dejo ahí, este quedó con la mirada perdida totalmente estático. Ahora pasó a sentarse sobre mi agarrando el cuello de mi chaqueta.

— Te extrañé... — Acercó su boca a mi oído. — Querido Joseph. — Sentí mi piel erizarse con sus palabras. Agarré sus manos apartandolas de mi chaqueta.

— ¿Podemos hablar en privado? — Pregunté.

— Por supuesto — Respondió sonriente. por un momento la inocencia que alguna vez tuvo, volvió a ser reflejada en su sonrisa.

Aún eres aquella niña que conocí hace años...

Subimos juntos a la azotea del edificio. La vista era hermosa, pero el frió era horrible, y más para mí acompañante de poca ropa.

— Una noche helada ¿Eh? — Dijo con su voz temblorosa. Quité mi chaqueta y la envolví en ella. — No tienes porque hacer esto.

— ¿Bromeas? Esa chaqueta la compre con el dinero que me envíaste el mes pasado. — Una vez se sintió cálida nuevamente, empezó a contar el dinero que había en la billetera que hurtó. Podía ver muchos billetes de alta denominación.

— Vaya, fue una buena noche. — Parecía contenta del resultado. — Me trajiste suerte, Joseph. — Sacó el dinero agitandolo de un lado a otro como un abanico. — Hay casi mil dólares aquí, nada mal ¿Eh? — Tomó la billetera vacía y la tiro por la azotea. — Bien, ¿A qué has venido? ¿Necesitas más dinero? ¿Vienes a saludar? O acaso... — Se me acercó recostándose en mi pecho. — ¿Quieres revivir viejos momentos? — Me dió un beso húmedo en el cuello.

— ¡Espera! — La detuve. Realmente había causado que me excitara. Bajó la mirada a mi pantalon, se notaba muy emocionada. — Lili, necesito que me escuches.

— Es increíble. ¿Sabes? Eres la única persona que puede resistirse a mi seducción, y aún así la única que me ha tenido en su cama. — Era tu cama no la mía. — Le recordé y rió de forma tierna. — Bien, Basta de juegos, ¿A qué has venido?

— Seré breve. Necesito que vuelvas a los siete pecados de la muerte. — Su expresión se volvió muy seria, podía decir que casi parecía haberse enojado. — ¿Algún problema con eso? — Me dio un par de golpes en la cabeza, como si tocará una puerta. — ¿Qué haces?

— Compruebo si aún tienes cerebro. — Agarré sus manos, empezaba a volverse molesta. — ¿Acaso olvidaste quien te hizo perder el control hace dos años?

Jamás dejaré ese recuerdo atrás...

— No lo he olvidado, esa más, Sebastián fue quien me encomendó buscar a los pecados. — Bajé la mirada evitando sus ojos acusadores.

— A ver... — Caminaba de un lado a otro pensativa. — ¡Primero! — Levantó un dedo. — Aquí puedo ganar mucho dinero diariamente sin tener que hacer lo mismo que las otras prostitutas. ¡Segundo! — Ahora eran dos dedos. — No tengo que estar sirviéndole a un engreído como Sebastián. ¡Tercero! — Levanto el tercer dedo. — Me gusta lo que hago. Robar a viejos decrépitos que vienen en busca de placer mientras yo voy en busca de fortuna. — Se acercó quedando cara a cara conmigo. — Ahora que ya tienes tres motivos por los cuales no quiero irme. Dame uno que valga la pena para volver a los siete pecados de la muerte.

— Vas a morir si no vienes conmigo — Le respondí, a lo cual reaccionó con risas. Me acerqué a ella y la jale de la oreja llevándola cerca del borde de la azotea mientras se quejaba como niña por el dolor. — Lo que voy a contarte no es un cuento de hadas ni algo similar, ponte cómoda.

— Veamos de que se trata. — Suspiró.

Fueron cerca de unos diez minutos en los cuales me prestó toda su atención. La había puesto al tanto sobre la aparición de Abel en aquella catedral, y el hecho de que probablemente seríamos perseguidos por ángeles. A esto no parecía intimidarse ni un poco.

— ¿Eso fue todo? — Me pregunto con desinterés luego de terminar.

— ¿Te parece poco? — Le reproché tomando sus hombros. — Lili, esto no es ningún juego, necesitamos reunirnos lo antes posible.

— Alto ahí... Te pregunté si eso era todo, no dije que no iría contigo. — El tono y firmeza en sus palabras me tomaron por sorpresa. — Escúchame bien, Tu eres tal vez mi único ser querido. — Me abrazó colocando mi cabeza contra su pecho. — Y si alguien quiere hacerte daño, tendrá verselas conmigo primero.

Siempre puedo contar contigo...

No había cambiado en lo absoluto, seguía siendo la misma chica que conocí años atras con ese desesperado instinto protector hacia mi. Tenerla a ella, me hacía ver que nunca he estado solo.

— Gracias, Lili. — Crucé mis brazos por su espalda para abrazarla fuertemente.

— Bien, larguemonos de aquí.

... ... ...

Próximo capítulo: Lo que puedo hacer por ti.

En galería: Lili.

7 Pecados de la muerte. [TERMINADA]Where stories live. Discover now