CAPÍTULO ✖ 14

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El trayecto desde el hospital hasta la casa del chico transcurrió con el pasar de entre veinte y treinta minutos.

El silencio nos abundó por completo en aquel lugar hasta que después de un rato ya no pude soportar ver un minuto más  como Louis cambiaba frenéticamente de estación de radio, escuchando con detención cada uno de los noticieros que en ellas se transmitían. Esperando que nosotros no fueramos parte de ninguno.

Fue tanta su insistencia por presionar ese maldito botón en la radio que hasta logró sublevar mis nervios.

Tomé su mano y la dirigí de vuelta al volante con intranquilidad, luego cambié de estación hasta dar con una en la que sonaba la canción ' Man in the box ' de una de mis bandas favoritas.

Recosté mi rostro sobre la cabecera del asiento con rapidéz y comenzé a tararear la letra de la canción inconcientemente producto de la inquietud.

Louis pareció comprender el ataque de nervios que estaba ocurriéndome y a partir de ese momento dejó de presionar el botón, continuando su conducción con serenidad, o al menos eso fue lo que intentó transmitirme.

Permanecí calmada y sin problemas durante la mayor parte del  recorrido. No así cuando estuvimos por llegar a destino y leí un pequeño cartel de color negro y letras blancas que indicaba la entrada a "Bijlmermeer", o como casi toda la gente le llama "El Bijlmer".

El Bijlmer es uno de los barrios con peor reputación en Amsterdam debido a que posee una de las tasas más altas de delincuencia en la ciudad. La mayoría de las personas que allí residen corresponden a familias de menores ingresos, traficantes, o simples individuos que no pudieron escoger un lugar mejor.

Pero eso no era lo que me perturvaba específicamente. Lo que me asustaba en realidad eran los robos y pleitos que se podrían producir en mi presencia. Lo que pudiese pasarme estando allí.

Nos adentramos en el barrio y yo solo me dediqué a apreciar las gigantescas construcciones que se presentaban reluciéntes frente a mis ojos: grandes edificios grises, calipsos y algunas casas de las que no me podría quejar, edificaciones que según me habían explicado, fueron creadas con el motivo de captar la atención de la clase media, al igual que la mayor parte de las obras que se construyen al ser éste volumen de personas (la clase media) más de la mitad del total de habitantes en Holanda.

El problema aquí fue que la zona no llamó la atención de la manera esperada, y ahí fue cuando el lugar comenzó a albergar personas de bajo rango social, llegaron algunas con trabajos ilegales y aumentó la delincuencia.

Cuando por fin llegamos, y después de  bajar del auto por mi cuenta sin haberle dado la oportunidad al chico de abrir la puerta con la simple excusa de que no me gusta ser tratada como una puta princesa. Me encontré con una casa color amarillo crema y tejas cafés que parecía no haber sido repintada hace ya décadas.

Una pequeña caja de acero perfectamente reforzada en los extremos con una cadena de alguna otra especie de metal y sostenida por un grueso tablón de madera pintado negro resaltaba  la humilde y sencilla vista de la casa e indicaba que aquella curiosa caja podía pertenecer a su importante y delicada correspondencia.

- ¿Qué mierda estás haciendo? -pregunté de inmediato cuando Louis tapó mis ojos con sus manos antes de que pudiera entrar a la casa. Adentrándome en ella y conduciéndome entre habitaciones sin que yo pudiese ver nada- ¿Es ésta es una maldita sorpresa? Quizás no lo sepas, pero odio las sorpresas. Así que quita tus manos de mi cara ahora mismo. -alegué mientras el chico por su lado hacía caso omiso a mis palabras.

- ¿Es que no puedes cerrar la boca un minuto? Hay mejores momentos para hacerlo. -pronunció en tono molesto y callé- Y porfavor no te emociones. Esto no es una sorpresa ni nada parecido cariño, tú solo camina. -ordenó entre protestas y algunos tropiesos torpes de mi parte.

ANOREXIC ||L.T|| (PAUSADA TEMPORALMENTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora