Intermisión 3: Craig y el Primogénito de Oro (Parte 8)

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Escuchar a Dominic discutiendo con un abogado fue inesperadamente angustioso. Tan pronto empezaron, Dominic se puso de pie y adoptó una voz extraña, grave y decidida, mientras gesticulaba con su mano libre y decía términos que Craig no había escuchado antes. Todo parecía más complicado de lo que Craig pensó, y por un momento creyó arrepentirse de su decisión, pero Dom lo vio de soslayo y movió los labios para dibujar las palabras "Está todo bajo control".

—Bueno —Ian dijo, levantándose y pasando a Dominic de largo—. ¿Qué tal un bocadillo? Los abogados adoran hablar de más, así que esto podría tardar un poco.

Henry lo siguió, instando a Craig a hacer lo mismo. En el primer nivel de la residencia, Ian se movió como el aire entre encimeras y alacenas hasta preparar un plato de diminutos sándwiches y una jarra de jugo de frutas.

—Podríamos haber ido a la otra cocina —Henry dijo, frunciendo el ceño.

—Georgia podría regresar en cualquier momento —Ian explicó, mientras nuevamente preparaba una bandeja y la cargaba de regreso a la sala de estar—. Ya habrá tiempo para explicarle todo.

Craig, caminando de último, se sintió como un niño. Su experiencia con adultos era peculiar y para nada placentera, pero la actitud relajada de Ian y la seguridad de Dominic le recordaron a Cowden, a las noches en que las cocineras lo veían caminando por los pasillos del hogar y le daban comida luego de hacerlo prometer que mantendría el secreto. Las palabras de Ian, "tienes permitido pedir ayuda", le habían calado con fuerza. Nunca las olvidaría.

Aún al teléfono, Dominic soltaba pequeños gruñidos mientras escuchaba al abogado. Se acercó para robar un sándwich, que engulló en un solo bocado, y un momento después Ian le acercó su bebida, que apuró en dos tragos. Craig comió con más calma, sosteniendo los pequeños rombos de pan con cuidado. A veces, en la guarida, los empleados de Ingram terminaban las noches de ventas invadiendo la cocina y preparándose cualquier cosa para matar el hambre antes de dormir por el resto de la mañana. Craig prefería observarlos desde lejos y aceptar solo la comida que Riff estaba obligado a prepararle. Durante tres años, Craig había olvidado que tenía papilas gustativas, y ahora el sabor dulzón del pan se lo recordó de manera súbita.

Ian lo observó con cuidado, sin dejar de sonreír. Craig se detuvo, pero Ian le acercó el plato y se acomodó para seguir escuchando a Dominic.

Unos minutos más tarde, Dominic se despidió del abogado y cayó sobre el sofá, exhausto.

—Podemos hacerlo —dijo, consiguiendo la atención de todos—. Es un proceso complejo, pero puede manejarlo. Habrá que hacer algunas averiguaciones antes de poder terminar el papeleo, y todo empieza por tomar una declaración de Craig. Debería estar listo a tiempo para tu cumpleaños.

Craig asintió. Henry se adelantó para preguntar algo, y Dominic lo interrumpió antes de que pudiese hablar.

—El abogado ha acordado trabajar en secreto para nosotros, pero deberá encontrar el tiempo entre el resto de casos. Craig, debes escoger un día para venir y reunirte con él. Si yo no puedo estar allí, Ian puede ayudarte. Si deseas, puedes quedarte a partir de entonces.

Todos guardaron silencio, expectantes de la respuesta de Craig. Él se observó las manos. Hacía algunas semanas, el calendario era algo de poca importancia para él, reservado únicamente para estimar las próximas llamadas de Clancy. Ahora, parecía que los días recuperaban su valor, cada uno diferente al anterior.

—Craig —Henry dijo, acercándose—. No quiero presionarte, pero entre más pronto, mejor.

Craig lo vio con extrañeza.

Escrito en el AsfaltoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora