VIII (Parte 3) - Sobre Paisajes Ajenos

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Ian apenas podía contener su emoción, y Vinny, diez años menor, no pudo evitar contagiarse de la alegría que el segundo mayordomo despedía en esos precisos momentos. Incluso Dominic terminó sonriendo un poco.

—Pensé que ya no te agradaba salir con nosotros —dijo Ian, mientras corría de un lado a otro en la cocina, limpiando apresuradamente—. Ha pasado una eternidad desde que fuimos a comer algo juntos, Vinny.

El chico se encogió de hombros. —Pues, había pasado una eternidad desde que Olivia se fue de viaje y se llevó a Margaret con ella. ¿Recuerdas lo que ocurrió la otra vez? ¿Cuando fuimos a cenar y ella se dio cuenta?

Ian hizo una mueca de desagrado. —Ah, ni lo menciones. En verdad creí que Craig iba a lanzar llamas en esa ocasión —terminó de acomodar algunos platos en las alacenas y sonrió—. Bien, listo. Iremos a cambiarnos. ¿Nos esperas aquí?

Vinny les hizo un gesto para que se adelantaran. —Le diré a Craig que ya nos vamos. Los espero en el recibidor.

Dominic e Ian avanzaron por el pasillo. Vinny corrió en dirección contraria hacia las escaleras y luego hasta la habitación de Craig. Lo encontró concentrado en un archivo aparentemente eterno, lleno de cifras y nombres y celdas de varios colores cuyo código era más complicado aún. Se despidió de él rápidamente y al bajar al vestíbulo, en efecto, los mayordomos ya estaban ahí.

"Cambiarse" era un poco exagerado. En realidad, tanto Dominic como Ian apenas y dejaban la mansión para asuntos extraoficiales; Ian dejó de conducir luego de que las compras fuesen asignadas a un servicio de entregas a domicilio, y Dominic dependía del ir y venir de Fester, lo cual lo dejaba sin tiempo para sí mismo. No tenían mucha ropa casual, pues la consideraban innecesaria, así que para salir únicamente se deshacían de sus corbatas y chalecos en un intento por ser más casuales. Craig había mencionado una vez que los otros dos parecían meseros en su hora libre, pero a Vinny no le podría importar menos.

Dominic, con semblante más amigable una vez desaparecidas las prendas más formales de su traje a la medida, balanceó las llaves del auto de uso diario entre sus dedos. Vinny sonrió y fue el primero en salir de la mansión. Fueron hasta el auto, y minutos después estaban ya saliendo de la zona residencial.

Usualmente, el chico junto con los mayordomos y su tutor iban cada par de meses a la zona comercial, ubicada justamente en el centro de Vertfort. Se encontraba a unos treinta minutos de la mansión, y Vinny disfrutaba observando los cambios en el paisaje; la manera en que las calles pavimentadas, claras y amplias, iban estrechándose, complicándose, y oscureciéndose al ser recubiertas por asfalto antiguo. Los edificios aislados proyectaban sus enormes sombras sobre las fachadas vecinas, las calzadas eran transitadas por una multitud acelerada y anónima, y el viento acarreaba miles de voces en murmullos, gritos, y risas. Esa era Vertfort, la ciudad donde Vinny había nacido pero cuya verdad él ignoraba. Inevitablemente, era embargado por una profunda curiosidad al ver los lugares más poblados y la gente misma de los cuales su calidad de heredero lo mantuvo aislado durante tantos años.

Durante el camino por la autopista, Ian se dedicó a hablar con Dominic sobre la última vez que habían salido, más o menos durante el tiempo del cumpleaños de Vinny ese pasado enero. El chico intervino de cuando en cuando para reír mientras agregaba un comentario o aclaración, Ian acompañó la narración con gestos animados de sus manos, y Dominic simplemente sonrió. A pesar de ir en el asiento trasero por ser el menor, Vinny se sentía bien, tranquilo y feliz. Aunque no solía caer en sentimentalismos, se sentía también querido.

La imagen frente a él, sus mayordomos-vueltos-amigos y a quienes él reconocía más como su familia que la mayoría de aquellos cuya sangre llevaba en sus venas, se congeló en su mente como una fotografía. Reparar en cuánto los apreciaba era como confirmar lo mucho que los extrañaría. La ansiedad de un par de horas atrás regresó con fuerza, como una patada al pecho, y Vinny se mordió el interior de la mejilla para no dejarse llevar por ella. Quería apreciar este instante mientras duraba, memorizar los tonos de las voces que lo habían acompañado desde su niñez, absorber los detalles de la ciudad para convencerse de que había ocupado un lugar en ella a pesar de los deseos de Fester.

Escrito en el AsfaltoWhere stories live. Discover now