Capítulo 37

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–Te dije que no había nadie –dijo otra voz. 

–No sé... me parece que alguien hizo un hechizo de protección. 

    Todos sacamos las varitas y salimos silenciosamente de la carpa. No podían vernos gracias a los hechizos, pero de todas formas sentía como si me estuvieran mirando fijamente. Eran mortífagos, sabía que los había visto en algún lado, pero no podía reconocerlos. 

   Estaba a punto de volver a la carpa a esperar a que se fueran, cuando vi que Angelique intentó escapar. Cuando quise pararla, ya había cruzado los límites de los hechizos protectores, y los mortifagos podían verla. Se empezaron a acercar a ella lentamente. Maldije mientras, junto con los demás, rodeábamos a los mortifagos, tendríamos que deshacernos de ellos.

–Así que acá está la traidora –dijo uno, sonriendo. –A mi señor le gustará saber que te encontré.

Vi como estaba a punto de tocar la marca en su antebrazo, así que le lancé el primer hechizo que se me ocurrió.

¡Crucio!

Empezó a retorcerse a causa del dolor. Ahora entendía por qué mi madrina usaba tanto esa maldición, se sentía bien ver al enemigo sufrir, verlo chillar en el suelo, de rodillas, rogando que pararas...

–¡Astrid! –esa voz me sacó del especie de transe en el que estaba. Era Draco. Estaba al lado mío, y parecía preocupado.

–Nadie va a salvar al siguiente que intente algo ¿Como nos encontraron? –le pregunto a los mortifagos. Ninguno parecía querer hablar –Supongo que otro crucio les va a aflojar la lengua...

Podía sentir las miradas de todos sobre mí, pero ellos no entendían, tenía que hacer eso para asegurar nuestra seguridad. Ya me lo agradecerían más tarde, cuando podamos contar esto como una antigua anécdota.

–¡No, no! –gritó el que ya había torturado –El collar de la que salió corriendo. Tiene un rastreador. Sus padres las están buscando.

Imperio –después de lanzar le hechizo, lo envié a decirle a mis padres que no nos habían encontrado, pero que si habían encontrado el collar y dejé que se lo llevara. –Quedan tres ¿Que hacemos? ¿los mato?

–Astrid, no –dijo Hunter –No podemos ir por ahí dejando cadaveres. Solo borrales la memoria.

Asentí de mala gana y, junto con Blaise les borramos la memoria a todos. Los convencimos de que sus nombres eran Ta, Te y Ti y los enviados al pueblo, diciéndoles que tenían que comprar diez cervezas y cuatro kilos de pan. Hubiese sido divertido ver como intentaban hacer todo eso sin dinero, pero todos estuvimos de acuerdo en que lo mejor sería alejarnos.

Todos nos tomamos de las manos y aparecimos en una isla desierta en la que nunca había estado, pero que reconocía por fotos.

–¿Donde estamos? –preguntó Theo.

–Es la isla de mi familia –explicó Hunter –No es muy grande, pero tiene una cabaña bastante bonita en el centro. Solo entran cuatro personas ahí, pero supongo que con eso y las carpas nos las vamos a poder arreglar. Solo está a unos cinco kilómetros.

Nos volvimos a aparecer en la cabaña, donde se quedarían Hunter, Daphne, Theo y Astoria. Armamos las carpas en frente de la puerta principal, en la más grande estarían Pansy, Blaise y Angelique, y Draco y yo nos quedaríamos en la otra.

Empecé a caminar por la playa. De tantos hechizos que existían ¿Por qué el primero que se me había venido a la mente había sido el crucio? ¿Por qué se había sentido tan bien? No quería parar. Quería verlo sufrir. Y no sabía por qué.

–¿Princesa? –giré al escuchar a Draco. Hacía tiempo que no me llamaba "princesa". Se acercó a mi y tomó mi mano –¿Que pasó ahí? Con el mortifago.

–No lo sé. Solo no podía parar.

Me abrazó cuando notó que estaba a punto de llorar. No me gustaba perder el control, y sentía que no era yo la que lo estaba torturando, sentía que alguien más estaba obligándome a sostener la varita, y yo solo estaba ahí, disfrutando el espectáculo.

–Tranquila –murmuró. –hiciste lo que tenías que hacer.

Besó mi frente. No había olvidado lo que había pasado antes de que los mortifagos aparecieran, pero no tenía ganas de discutir en ese momento. Podría recordárselo después, en ese momento solo quería abrazarlo.

Los días pasaron, y Diciembre llegó, junto con la navidad. Todos hicimos nuestro mayor intento por que todo pareciera lo más navideño posible, pero la cena era solamente pescado y no había muchas decoraciones, así que parecía una cena como cualquier otra.

Todos cenamos riendo de viejos recuerdos y las bromas de Hunter y Blaise. Cuando terminamos, nos sentamos en la sala a beber chocolate caliente e intercambiar regalos improvisados. Como ya era bastante complicado encontrar un solo regalo, ni hablar para ocho, así que decidimos hacer un santa secreto.

Fuimos de a uno dando nuestros regalos. Yo le había tocado a Angelique. Ella me dio una pulsera bastante bonita que había llevado de la casa de nuestros abuelos. No tenía ningún tipo de valor emocional, solo era una pulsera.

Yo fui la última en dar mi regalo. Le di a Hunter un dibujo que había hecho de una foto que habíamos tomado hacía dos años, justo antes de que empezaran las clases en Hogwarts. Estábamos en su casa, yo encanté la cámara para que captara el momento exacto en el que le ganaba en ajedrez mágico. Era la primera vez que lograba ganarle, y estaba bastante orgullosa.

–Que conste que hizo trampa en esa partida –dijo él.

–No es cierto, no es mi culpa que te hayas confiado.

–Hiciste trampa –insistió, sonriendo.

Iba a seguir discutiendo, pero vi las caras de Draco y Daphne y me di cuenta de que no estaban muy cómodos con la idea de que yo haya ido a su casa durante el verano anterior, cuando yo estaba en Estados Unidos intentando no hablar con nadie. Sabía que Draco se molestaría porque preferí visitar a Hunter antes que a él.

Después del intercambio, nos fuimos a dormir. Me puse una camiseta que le había robado a Draco como pijama y me acosté. El me abrazó. No tenía camiseta, a pesar del frío que hacía.

–¿Ese era el dibujo en el que estuviste trabajando todos estos días? –podía notar un poco de celos en su voz.

Negué con la cabeza.

–Ese me tomó solo un día. –me alejé un poco de él para sacar el otro dibujo de abajo de la cama. –Este es el que me tardó tanto.

Ahí aparecíamos los dos, en la torre de astronomía. Me recordaba al día en el que nos habíamos puesto de novios. Parecía que habían pasado un millón de años. En el dibujo, nos estábamos besando, con las estrellas de fondo. No tenía color, no me parecía que lo necesitara. Además, siempre arruinaba mis dibujos cuando los pintaba, a menos que fueran solo diseños.

Draco sonrió al verlo. Aparentemente, había olvidado sus celos.

–Es hermoso –murmuró él, antes de besar mi mejilla.

Giré para mirarlo de frente.

–Te quiero –dije, abrazándolo.

–Yo también, princesa –acarició mi mejilla.

Lo besé suavemente. El tomó mi cintura para acercarme más mientras me besaba. Sonrió sobre mis labios, antes de bajar lentamente hacia mi cuello, dejando pequeñas marcas. Su cabello me hacía cosquillas. Siguió bajando hasta pasar de mi cuello a mi clavícula, pero se alejó cuando se escuchó un grito a lo lejos.

Su Mejor Amiga (Draco Malfoy) -TERMINADA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora