Su Mejor Amiga (Draco Malfoy) -TERMINADA-

Capitulo 8

-¿Estás segura de que no querés quedarte con nosotros?- dijo Fred.

-Tal vez puedas distraer a mamá un poco- agregó George.

-Estoy segura, pero gracias.

Los gemelos se encogieron de hombros y desaparecieron. Estúpido Potter, me arruinó las fiestas. Me las iba a pagar caro. Algo se me iba a ocurrir para vengarme.

Entré a mi casa y desabroché mi abrigo. Mientras lo colgaba, vi a alguien en el sillón del living. Tomé mi varita y me acerqué lentamente, sin hacer ruido. Cuando vi su cabello, supe quién era y guardé mi varita.

-¿Draco?

El se sobresaltó.

-¿Qué haces acá?- preguntó.

-Es mi casa- respondí- ¿Qué haces vos acá?

-A mi madre le dio pena que estuvieras sola para las fiestas, así que me envió para hacerte compañía ¿No ibas a estar con los Weasley?

-Si, pero el idiota de Potter lo arruinó, después te cuento. -dije, sentándome a su lado- ¿Ibas a pasar las fiestas solo para encubrirme?

El asintió. Besé su mejilla.

-Te quiero ¿Sabías?

El sonrió.

-¿Quién no?- Lo presumido no se lo sacaba nadie- Ahora, cuéntame lo que pasó.

El jugaba con mi pelo mientras yo le relataba la discusión. De vez en cuando soltaba un "Estúpido San Potter, voy a matarlo" pero, aparte de eso, no me interrumpió. Cuando terminé de quejarme del chico de lentes, el propuso ir a comprar los regalos para navidad.

Decidimos dividirnos para que ninguno viera lo que el otro compraba. Compré las primeras estupideces que vi para mis padres. También compré regalos para todos los Weasley, los Malfoy, Hermione, Blaise, Theo y Hunter. Dejé a Draco para el final, porque no tenía idea de que comprarle.

-¿Astrid?- preguntó una voz, detrás mío.

-Hola, Hunter-dije, sonriendo.

-¿Que tienes ahí?-preguntó, intentando ver el contenido de mis bolsas.

-Nada que puedas ver, Morris-dije riendo.

-Necesito ayuda- dijo- no se que comprarle a Daphne.

-Tengo una idea.-dije- Vos me ayudas a comprarle un regalo a Draco, y yo te ayudo a comprarle un regalo a Daphne.

El aceptó. Nos dirigimos a una joyería. Había un collar con forma de estrella que cambiaba de color según tu estado de animo.

-Podrías regalarle este- dije, señalándole el collar.

-¿Crees que le guste?

Asentí.

-Además, tiene un par. -junto al collar, había un reloj. El color de los números cambiaba según como se sentía el mago que lo usara. -Le va a gustar que compres algo para los dos. Algo que sea solo de ustedes.

El asintió y compró el collar y el reloj.

Estuvimos mucho tiempo intentando encontrar algo para Draco. Lo conocía bien, pero nunca hablaba de lo que quería, porque por lo general ya lo tenía. Y en ese momento en el que estaba por darme por vencida, Hunter me enseñó un libro. No era muy grande, la tapa era negra y tenía letras descoloridas.

-Esto dice que el libro es capaz de responder cualquier pregunta- dijo Hunter. -No está mal ¿cierto?

Lo que me había llamado la atención no era el libro en si, si no el que tenía al lado. Más bien eran dos. Se veían viejos y malgastados, pero la etiqueta decía que podían usarse para mandar mensajes a la persona que tuviera el par. Inmediatamente los compré. No se porqué, pero presentí que sería un buen regalo.

Me despedí de Hunter y fui a buscar a Draco en frente de Gringotts donde habíamos acordado vernos. El ya estaba ahí.

-¿Estás esperando hace mucho?- le pregunté.

-No, recién llego- dijo, rodeando mis hombros con su brazo- Vamos, muero de frío.

Después de cenar, le enseñé donde estaba la habitación de huéspedes y me dirigí hacia la mía. Yo quería que el durmiera conmigo, pero no me animaba a pedírselo.

Me puse mi pijama y me metí debajo de mis sábanas. Moría de frío y no podía dormir, aunque estaba muy cansada.

Me dirigí a la cocina podes buscar un té. Pasé por la puerta de la habitación en la que estaba Draco, que estaba medio abierta. Por curiosidad, la abrí un poco para espiar. El dormía como un Bebé.

Intenté cerrar la puerta e irme sin despertarlo, pero no lo logré.

-¿Qué pasa? -preguntó, somnoliento.

-No puedo dormir -dije, muriendo de vergüenza.

-Ven-dijo, señalando el espacio vacío a su lado.

Me recosté junto a el.

-Si querías dormir conmigo, solo tenías decirlo, princesa. No hace falta inventar excusas. -Dijo, antes de abrazarme- Estás helada ¿No tienes pijamas más abrigados?

El tenía razón. Solo llevaba puesto un short y una musculosa.

-Todos mis pijamas de invierno dejaron de quedarme y siempre olvido comprar más- expliqué.

El se quitó su remera y me la puso. Era gris y me quedaba grande. Me llegaba hasta las rodillas y las mangas hasta los codos. Olía a el.

-Mentirosa-dijo- Solo querías que me saque la remera.

-No es cierto, yo nunca dije que te la sacaras. -aunque no me quejaba.

El me abrazó y yo enterré mi cara en su pecho. A los pocos minutos, el se durmió. Yo tardé unos minutos más.

La mañana siguiente yo desperté primero. Me hubiera gustado bajar y ayudar a mi elfina doméstica con el desayuno, pero el brazo de Draco me lo impedía. Como no podía moverme, me quedé mirándolo. Se veía lindo cuando dormía, inofensivo. Tenía la boca entreabierta y el pelo rubio despeinado casi cubría sus ojos. No se cuanto tiempo pasé observándolo hasta que por fin despertó. Esbozó una sonrisa somnolienta.

-Buenos días, princesa.-dijo antes de besar mi frente.

-Bajemos a desayunar- le dije, intentando mover su brazo.

-No-dijo, abrazándome más fuerte.- Cinco minutos más.

-No, vamos abajo. Quiero desayunar.

Me miró e hizo puchero. Se veía estúpido y tierno al mismo tiempo, si eso era posible. Yo le sostuve la mirada.

-Bien-cedió- vamos a desayunar.

Le di un corto beso en los labios y sonreí. Le devolví su remera y bajamos. Más o menos todos los días hasta el veinticuatro fueron así, de alguna manera terminábamos durmiendo el la misma habitación y el nunca quería levantarse. No tenía idea de como hacían para despertarlo en Hogwarts.

La mañana del veinticuatro de diciembre, estábamos desayunando, cuando alguien toca la puerta. Fruncí el ceño y me dirigí hacia la puerta. Me sorprendí al ver al cuarteto de pelirrojos y a Hermione de otro lado de la puerta.