14 - Manitas de Gato

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El dolor de cabeza que le quedó después de aquella sórdida noche, vino acompañada de recuerdos detallados de un sexo salvaje y de una extremidad bastante erguida una vez que despertó a horas del mediodía.

Viktor, ocultaba su rostro entre sus manos por la vergüenza, su desnudez y algunas marcas posesivas de una excitante noche eran la prueba más que suficiente para aclararle cualquier duda.

Una vez se bañó y mando a arreglar su cuarto, una grata sorpresa fue dejada sobre su cama, que luego de estar más fresco gracias a su relajante ducha, Mila, jugaba con ella entre sus manos, junto a una sonrisa que prometía hacer de sus días cuadritos.

Mila Nikiforov, alias la bruja de la familia, por su carácter entregado y directo, se mantiene muy profunda en los corazones de sus cercanos, sobre todo por su mordaz lengua y por meterse donde no la llaman, aunque detrás de toda esa sátira actitud, se encuentra una mujer dulce y protectora, virtudes que su Beta esposo admira y ama, y con el cual lleva cinco años de matrimonio y con dos frutos de cuatro y tres años respectivamente, Daniel y Ethan.

El platinado quería que la tierra se lo tragara, a aguantarse la lengua de su pelirroja hermana, pues esta, no tardó en darle lata y hacerle las más ocurrentes, por no decir pervertidas, preguntas de lo sucedido, aunque ella ya lo sabía, pues después de tener acción con su amado esposo, pudo escuchar los ruidos de estos, quienes fueron para nada discretos en realidad.

La prenda de encaje en sus manos era suficiente para un fusilamiento.

Morir, era caer en misericordia para el Alpha mayor, así que como condena, se dejó avergonzar por su querida hermana y su madre, quien se unió a ella en el repertorio contra su estabilidad emocional y dignidad como hombre.

Quedar traumado no era su penitencia, sino arreglar las cosas con el castaño.

Se sentía completamente en la nada, y no podía evitar estar excitado ante el recuerdo de su toque, sonreír para sí mismo era solo el comienzo de su delirio, porque cuando comenzó a oscurecer el día, Yuuri, no contestaba sus llamadas.

Mensajes de disculpa y peticiones de encuentros estaban abarrotando la mensajería de voz, debía arreglar las cosas.

Yuuri, no se la ponía fácil, pues este desapareció de su vista, e incluso no contestó a sus llamadas y a sus mensajes por días, haciéndole sentir frustrado.

Quizás esto era solo una pequeña dosis de su propio tratamiento. Pero era necesario demarcar sus límites y hacer valer su presencia.

Porque no señor, Yuuri Katsuki, no es un Omega calenturiento de una noche, aunque si de algunos sueños húmedos, pero ese no era el caso, hacerse sentir en falta era su objetivo, y según noticias de la pelirroja, estaba logrando su cometido.

Aunque la ayuda de esta era evidente en cada perverso recordatorio.

Así que los días comenzaron a ser bastante pesados, y el peso de sus principios y de su corazón dejaba un rastro de sentimientos encontrados en el platinado. Unos que aunque se negaba a sentir, le generaban vértigo y un torbellino de mariposas en su vientre, unas que pretendían quedarse por un largo e indefinido tiempo.

Sus días de reflexión acerca del futuro estaban volviéndose cada día más borrosos, pues ya no se veía solo, sino acompañado de una figura desconocida pero familiar, que le hacían suspirar, anhelando para sus adentros que eso algún día pueda ser cumplido.

Una tarde, luego de salir de sus pensamientos con contenido no apto para menores de edad sobre el castaño, y de la junta de accionistas, donde la ausencia del nipón era evidente, se marchó al restaurante de La Doña, donde repartían la mejor variedad de carne y bebidas, pues el día fue pesado y el almuerzo se lo había saltado con el propósito de terminar lo antes posible con la reunión.

Las 2 caras de la LunaWhere stories live. Discover now