ROJO I

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En cuanto dan las diez en el reloj que hay encima de la compuerta norte suspiro escuchando como la sirena que indica el final de mi turno, suena inundandolo todo. Me quito el delantal plastificado lleno de sangre, escamas y restos varios de pescado, los guantes y las botas y salgo corriendo del mercado del puerto.

-Hey Renji, ¿ya te vas?-Me dice uno de mis compañeros.

-Sí tío, son las diez y la sirena me ha liberado.

-Acaban de traer más pescado y el jefe está buscando hombres para descargarlos y empaquetarlos.

-Lo siento tío pero tengo que estar en la pizzería antes de las once.

-Venga ya, son horas extras.

-Lo sé pero si pierdo el curro de la pizzería por unas pocas horas extras, perderé dinero.

-Como quieras.-Me dice entrando de nuevo en el mercado.

Es una autentica putada no poder quedarme ya que las horas extras se pagan mejor que las habituales pero, son pocos los días que las hay y la pizzería es todos los días. Me subo en la bici y me ajusto el casco. En esta ciudad la gente no suele tener mucho respeto por los ciclistas y no puedo permitirme tener un accidente que me deje fuera de circulación. Cruzo la ciudad en menos de media hora, hoy he tenido suerte y cuando llego a la pizzería aun no la han abierto. Me siento a observar el barrio y sonrío recordando cuando comencé a trabajar aquí. Apenas tenía quince años y hacía los repartos en esta misma bici. Ahora tengo casi veintidos y por suerte, los repartos los hago en la moto del trabajo.

-Hoy has llegado pronto.-Me dice Omaeda, el encargado e hijo del dueño de la pequeña pizzería.

-No había mucho trafico.

-Entonces aprovecha y reparte algunas propagandas.

Yo no le protesto ya que es un hombre bastante complicado de tratar y con mi caracter solemos tener algunos problemas. Cojo una mochila y me llevo papeles de publicidad suficientes para enterrar todo el barrio. A medida que voy caminando y echando en los buzones los papeles o en mano de la gente con la que me cruzo, veo caras conocidas que me saludan con amabilidad. Estamos en un barrio un tanto marginal pero de gente bastante honrada. No muy lejos de aquí está el orfanato donde me crié y al que voy de vez en cuando a ayudar y jugar con los niños. Tambien intento ayudar economicamente aunque no me sobra el dinero. Tengo tres trabajos, el mercado por las mañanas, la pizzería por el día y parte de la tarde noche, y la discoteca gay a la que solía ir a ligar y donde conseguí que me metieran de camarero los fines de semana.

Ni siquiera sé de donde saco el tiempo para mis estudios. Me ha sido imposible matricularme en la universidad presencial pero me las voy apañando para hacerlo a distancia aunque voy demasiado lentamente. Asi acabaré la carrera cuando sea hora de jubilarme pero, tal y como está la vida, dejar de trabajar para solo estudiar solo está al alcance de unos pocos privilegiados.

-Oe, Renji.-Me vuelvo y veo a un niño de poco más de siete años caminando a mi lado.

-¿Qué pasa Shiro-chan?

-No me llames así, Renji. Cuando lo haces los demás niños te imitan y no me tienen respeto.

-Oh, disculpeme, Hitsugaya taicho.-No puedo evitar reirme ante su mohín de enfado.

-Venga ya, Renji. Oye ¿tienes algo para mi?

-Hoy no mucho, si quieres ayudame a repartir esta publicidad e intentaré buscarte algo para comer.

El chico parece pensarselo pero asiente inmediatamente. Toshiro es uno de los pobres desgraciados que viven en este barrio. Huerfano de madre y con un padre borracho que no hace más que darles paliza a él y sus tres hermanos pequeños, es el unico que parece tomarse en serio el cuidar de los suyos. Cuando puedo le arrimo algo de dinero pero sé que luego, su padre se lo roba para beber así que ultimamente intento darle comida que pueda aprovechar con sus hermanos.

Caprichos del DestinoWhere stories live. Discover now