El corazón de una bruja (Ana Triveño)

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Entre los tesoros más grandes que existen en el mundo, no hay otro que se asemeje al corazón de una bruja. Ganarse el favor y afecto de una de estas mujeres poderosas puede significar la riqueza absoluta, estatus social elevado y ¿por qué no? La inmortalidad.

Así lo pensaba yo en el momento que decidí salir en busca de una bruja y de su corazón. No me importaba si para ello tendría que recorrer enormes distancias, derrotar a cientos de dragones o matar a montones de caballeros que, tal vez, estarían tras la misma conquista. En aquellos días todo el mundo se guiaba por leyendas e historias de seres maravillosos, a través de los que, algún día, podían ganarse el mundo entero.

Tras largos meses de búsqueda, tuve suerte. Pese a que no viajaba con un estandarte ni representaba a un poderoso señor; aunque que no formaba parte de una reconocida familia, logré hacerme con las pistas necesarias para encontrar a una bruja. Fui afortunado, muchos pasan años buscándolas.

Con mucho esfuerzo y precaución, logré encontrar lo que parecía ser su refugio. El hogar de una bruja, jamás había escuchado sobre algo así. Se tenía la creencia de que la bruja viviría en constante movimiento, huyendo de aquellos que quisieran apoderarse de su corazón. Al parecer no, ella estaba ahí, viviendo como una persona normal, sin temor a ser conquistada por aquellos ambiciosos que soñaban con dominar la magia por la fuerza.

Ella vivía ahí, luciendo túnicas sencillas, cocinando con tranquilidad algo que despedía un delicioso aroma. Detrás de ella estaba su casa, construida con escasas piedras y troncos que, con seguridad, ella misma había apilado. La vi tan hermosa, el sol le iluminaba el cabello de una manera sobrenatural.

Entonces ella elevó la mirada y me observó. No se sorprendió de verme ahí, esbozó una sonrisa que hizo temblar mis rodillas dentro mi armadura.

- ¿Gusta comer algo, buen caballero? - invitó ella confiada. Tal vez la suma de sus atributos, el clima y el aroma de su comida fueron parte de un poderoso hechizo que me cautivaron.

Me había enamorado.

- Disculpe la intromisión, bella dama. Espero no haberla asustado - saludé al tiempo de acercarme.

- Aunque no suelo recibir visitas, la suya no me ha sorprendido, estimado señor. Creo que en cierta forma, estaba esperándolo.

Una bruja, sin duda. Sabía que debía tener cuidado, mas en ese momento, mi preocupación principal era agradarle. Más allá de cualquier poder, quería que ella me amara, que realmente me amara. Compartimos juntos esa comida y las siguientes dos semanas, sin interrupciones. Nos enamoramos y decidimos casarnos.

Sin darme cuenta, había logrado lo que me había propuesto: conquistar el corazón de una bruja.

Poco después comencé a viajar en busca de más conquistas, con ella a mi lado. Ganamos batallas contra malhechores, llegamos hasta el primer lugar en los torneos de caballeros. Mi nombre comenzó a saberse entre los nobles y un rey me llamó en busca de protección. Cada vez éramos más prósperos. Pude adquirir mis propias tierras y tener mi propia casa lista para las cosechas y el ganado.

Mi bella esposa sonreía ante todo lo que habíamos logrado juntos, dándome consejos cuando los necesitaba, cariño cuando me hacía falta e incluso regaños, cuando los merecía. Jamás hablamos sobre su condición de bruja ni sus poderes, no hacía falta. Yo la amaba y ella también me amaba. Estaba convencido que, con mi fuerza y con sus poderes, teníamos al mundo en nuestras manos.

Los años transcurrieron deprisa, hasta que tuve la oportunidad de convertirme en rey. Ahí comenzaron las peleas con mi esposa.

- ¿Cómo vas a traicionar a aquel que confió tanto en ti? - me preguntó molesta.

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