El profesor (Fanny Escobar Silva)

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Locoto es un condimento picante que usa mamá cuando debe preparar el plato paceño. El profesor "Locoto" es nuestro maestro de computación, su nombre es Lino Callizaya, pero todos los chicos del curso preferimos llamarle Locoto porque pensamos que está mal del coco, especialmente cuando habla de sus extrañas invenciones en su "laboratorio secreto". Hasta ahora para todos es objeto de risa, porque habla de androides para ponerlos a su servicio, y así un montón de locuras que dan risa siquiera pensarlas. Excepto a mi William Cabello, un chico de trece años de edad. Hoy haré una locura, lo perseguiré después de clases, para demostrarles a los burlones de mis amigos que sí es un científico, aunque poco "loco".

Estoy aquí en el faro Murillo de la ciudad de El Alto, porque él vive en esta fría ciudad, y como les dije, vamos a saber si el Profe esconde algún laboratorio secreto en su domicilio. Lo seguiremos tomando distancia prudente. Todo esto es una grabación para el grupo de WhastsApp. Cambio y fuera.

Probando, probando... un dos tres. Después de una hora de espera, ¡Ahí llega! Finjo chatear por celular y me pongo la capucha, agacho la cabeza para disimular, y aprovecho para escribir otra vez al grupo de WhatsApp "amigos del curso": Vean la foto es aquél que tiene anteojos redondos y pequeños, sus ojos todavía tienen ese brillo y gesto de genialidad, él usa como siempre una bata blanca y un corbatín pequeño que parece apretarle. Es muy formal para tener 27 años de edad. ¿Qué nadie dice nada?

Bueno, hemos atravesado la plaza central de Ciudad Satélite, nos alejamos un poco más.

Ya estamos cerca de saber la verdad, estamos en el mirador "Jacha Kollo", ¿ven ese montón de gente bailando? estamos atravesando una verbena folklórica, no debemos perderlo de vista. Caminemos un poco más, su casa es algo alejada. ¡Rayos! está a punto de llover, sopla el viento, y yo sin abrigo. Ha llegado a su puerta. Cambio y fuera.

— ¡Hola Abuelita Catalina! —saluda el profesor Lino en voz alta a una anciana sentada en la puerta, la cual era bajita y de cara redonda.

— ¿Qué? ¿Trajiste gallina? —contesta la abuela de trenzas blancas, y se pone de pie ayudada por un bastón—. Habla más fuerte Waway que estoy muy sorda.

—No, ¡que te estoy saludando nada más abuelita Catalina!—le grita el joven al oído.

Permanezco observando detrás de una pared para que no pueda verme. Este lugar no parece tener el aspecto de laboratorio, las cortinas están corridas y no se ve nada. Mejor nos vamos. Además está oscureciendo y mis padres son capaces de llamar a todo el curso.

— ¡Hasta luego Linito querido! —le grita la abuela desde la puerta, agitando las manos.

Grabando, grabando para el grupo de WhatsApp. El profesor Lino alias Locoto, tiene un segundo trabajo y una abuela medio sorda. ¿Quieren que lo sigamos para saber que ondas? Si nadie dice nada, estoy pensando volver.

Oye William —responde al WhatsApp mi amigo Ricardo —no puedes dejarnos en ascuas, dijiste que descubrirías al fin si en verdad ese pinche laboratorio existe. ¡Síguelo!

La misteriosa silueta del profe ha girado repentinamente a la derecha.

Allá va esta vestido con un overol plomo y carga una mochila grande de donde sobresalen herramientas. ¡Vaya, vaya! Nuestro profe además parece que trabaja como albañil. Ha llegado a una puertecita de calamina, de un edificio en construcción, estoy mirando de puntillas, y algo nervioso por la hora. Al otro lado veo una casa de pisos con muchos colores y tiene la forma de un transformes ¡es un cholet enorme de 5 pisos!

Hay algo que se ha movido detrás de la puerta de calamina y alguien agarra mi hombro.

—¿Qué haces aquí? —se extrañó el profesor al verme a mí su mejor alumno y bien colgado de la pared de calamina con un celular en mano.

—¿Yo...? ¿Este... qué?

—¿Perdiste algo en la puerta? ¿Vives por aquí?

—No, yo no...

Temblaba, resbalé y caí al suelo. Entonces me di la vuelta y el profe se había vuelto en una extraña, incierta figura de aspecto infernal, con los ojos salidos, cubierto de cables y metal. Me puse de pie como pude, me zafé y corrí por cualquier calle.

Algo extraño me está persiguiendo, si no logro sobrevivir, abran mi casillero y quemen las cartas de amor que escribí en secreto a Manuela la nueva del curso, es mi último deseo.

Apareció parado al frente de mí, el profesor Lino, riéndose con ganas de mi desgracia. Miré atrás, aun estaba la alimaña esa.

Papuchi, no tengas miedo, no es más que un androide... —dijo el profesor y estiró la mano para indicar algo al supuesto androide.

—¡Que no se me acerque! —le rogué tomando una piedra del suelo en actitud de defensa.

Sorry —se excusó el profesor— ahora lo arreglamos. ¡Starsco 77! ¡Vuelve al laboratorio! Él tiene inteligencia propia, fue diseñado exclusivamente para recibir mis órdenes— terminó orondo mi Profesor, mientras Starsco 77 se marchaba muy obediente.

—¿Ddddddd de qué material fueron creados? ¿Dónde está ese laboratorio? —balbuceé.

—Pues es un secreto, para que nadie copie mis ideas— respondió el profesor Locoto, poniendo cara de satisfacción y orgullo. —¡Ven a mi laboratorio! Está aquí en el subterráneo del edificio.

Fue donde comenzó todo, observé atónito todo lo que estaban construyendo al interior del cholet. Miré preocupado pues sabía que los androides no eran de fiar si tenían inteligencia propia, podían razonar y armar una rebelión contra los humanos. Pero a él no parecía preocuparle en absoluto nada de eso. Más bien, como les decía, se sentía orgulloso por sus invenciones tan "originales". Un grupo de 10 androides en cuestión de minutos se pusieron a colocar la cerámica al piso del laboratorio, pintaban, hacían la mezcla de cemento, ponían los ladrillos con gran presteza, sacudían el polvo... en fin, le facilitaban al joven profesor todo lo que él solo no podía hacer; y Starsco 77 era su asistente y guardaespaldas personal del Profe, la verdad tenía una mirada nada agradable.

Lino "Locoto" quería seguir trabajando para mejorar su creación; fue entonces que yo debía retornar a casa. Partí del lugar en un automóvil de vidrios oscuros conducido por un androide X; pero antes él me hizo jurar y re jurar que guardaría el secreto.

Al día siguiente en el colegio durante el recreo:

— ¡Sobreviviste William! ¿Qué fue lo que te perseguía anoche? —preguntó Ricardo muy intrigado.

— ¡Un fantasma! —aseguré.

—Te estoy hablando en serio —interrumpió Ricardo— ¿entonces no encontraste el laboratorio?

—Encontré un taller abandonado de albañilería, el caso es que el Profe además trabaja de albañil, punto— respondí muy resuelto a terminar el caso.

Cien años después, la ciudad de El Alto era un aldea global llamada STARSCO 77, una ciudad vertical con enormes "edificios inteligentes" que eran optimizados mediante computadores para usar la información, iluminación, climatización y la seguridad; tenía grandes corredores aéreos y viales de comunicación interplanetaria, enmarañados entre sí como grandes telarañas. Mientras en lo más recóndito, se oía una voz extraña algo robótica hablando a una pantalla gigante muy brillosa:

—Oh gran soberana Katalyna, algún día lograremos crear seres humanos con vida, con emociones y sentimientos.

Todos los androides presentes, ya con forma humana, sonrieron.

FIN

Cuentos, relatos y narrativaWhere stories live. Discover now