La sonrisa que venció el hechizo (Rosario Quiroga de Urquieta)

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El único acceso al Rancho Hilancha era una senda angosta que estaba al término del bosque, al cual se llegaba después de recorrer caminos caprichosos. Los viajeros que por alguna razón llegaban al anochecer a esta senda preferían quedarse a pernoctar en los alrededores, a la intemperie; sin embargo que en el rancho habían habitaciones confortables.

Eran varias las historias, a cual más curiosas, que se contaban sobre aquellos que habían pasado una noche en el Rancho Hilancha. Especialmente se hacía referencia a lo que sucedía en el altillo o entretecho de la casa. Se decía que ahí se escuchaban ruidos raros, muuuy raros.

Una de esas historias cuenta que ahí, en el altillo, hizo su vivienda un duende perverso malo y de paso muy feo.

¿Pero, cómo y dónde había nacido este duende no sólo feo sino también malo?

A ver... a ver... veremos.

Dicen que fue una noche de invierno,

fría,

triste,

cuando en el cielo no había estrella alguna.

Todo alrededor estaba quieto y oscuro.

Las plantas no movían sus ramas. Los animales permanecían calladitos porque sentían miedo

muchoooo miedo.

A lo lejos se escuchaba un aullido lastimero. Parecía venir de las fauces de un lobo vigilante.

Ahí fue... ¡Cómo, no!

El ambiente era el apropiado para que la bruja Varatuja se decidiera a dar un paseo. Decía que se sentía aburrida. Le hacía frío y sólo se calentaba haciendo alguna maldad.

Entonces...

Entonces...

Se vistió como para la ocasión.

Se puso un abrigo largo de color rojo

una bufanda gris.

y en su bolsillo cargó su largavistas que le

permitía mirar con más detalle todos los trechos

estrechos.

Abrigó su cabeza con su famosa gorra, también de color rojo.

Luego se montó en su escoba voladora.

Y despegó vuelo.

Daba vueltas y vueltas gritando:

Ajú, ajúuuu, ajú

mientras su abrigo flameaba al compás del viento.

En una de esas vueltas pudo descubrir que dentro del hueco de un árbol, como en una especie de cuna, estaba naciendo un nuevo duende.

¡Eureka!

¡¡¡ Zásss!!!

A la bruja Varatuja se le encendieron sus antenas perversas. Su corazón maligno parecía un globo, se inflaba y desinflaba. Su mente, que corría a 300 kilómetros por minuto, se puso al rojo vivo...y decidió cometer una nueva fechoría.

Disminuyó la velocidad de su escoba y fue aterrizando de a poco cerca del árbol.

Ajá, ajú, ajá, se agitaba mientras escudriñaba el entorno.

Cuentos, relatos y narrativaWhere stories live. Discover now