Kelly se queda callada. Nunca le he dicho no. Su ceño se frunce y espero que diga algo.
— ¿Quién es?
— No la conoces.
— Me lo imagino —se pone bien su gabardina—. ¿Estás en algo serio con ella?
— No.
— ¿Entonces? Ella no va a enterarse y yo llevo toda la tarde muy cachonda esperando poder venir.
Miro hacia arriba intentando buscar fuerza de voluntad de todos los rincones de mi cuerpo. ¿Por qué la tentación llamaba a mi puerta tan rápido?
— Hemos dicho que vamos a respetarnos, voy a cumplirlo.
— No puedo creerlo. ¿Qué tiene ella? Nunca me has respetado a mí —se cruza de brazos— Y seguro que me conoces desde hace más tiempo.
— Sí —rasco mi mejilla—, pero eso no tiene nada que ver.
— Te gusta ella, no lo harías si no fuese así.
— También me gustas tú, eso no tiene nada que ver.
— ¡Nick, por el amor de Dios! Me estás rechazando semidesnuda en la puerta de tu casa —señala la puerta—. Se acabó, voy a dejar de humillarme. Ni que fueras el único tío con pene.
Me empuja y la veo salir apresurada de allí. Joder, llevaba hasta tacones, haciendo que sus piernas largas aún lo fuesen más. Ladeo mi cabeza mientras muerdo mi labio y me giro para entrar en casa. Tiro las llaves en la isla de la cocina y también mi cartera.
Voy a la habitación y me desvisto. Me tiendo en la cama y miro a la televisión apagada.
...
Estoy en la puerta del bar antes de que Lía abra y miro la hora en mi móvil. No puede retrasarse mucho porque o si no, llegaré tarde. Sonrío cuando la veo caminar apresurada hacia mí y saca las llaves.
— Lo siento —dice abriendo la reja—. No podía levantarme.
La ayudo a levantar la reja y entramos en el bar cuando abre la puerta. Camino hacia la barra mientras ella enciende los fusibles y deja sus cosas en el almacén.
— ¿Cómo has dormido? —Le pregunto.
— Bien —dice colocándose tras la barra y poniendo la cafetera a funcionar—. ¿Y tú?
— Bien. Aún tengo tiempo, me estás estresando.
— Lo siento —se recoge el pelo en una coleta.
Pone dos tazas de café encima de la barra y miro hacia atrás cuando veo a varias mujeres entrar.
— Buenos días —saluda Lía con una sonrisa.
— Buenos días —responde—. Nos vamos a sentar por aquí.
— Ahora mismo voy a atenderlas.
Lía me echa el café y después llena su taza antes de irse a la mesa de las mujeres. Echo el sobre de azúcar y Lía vuelve para preparar más café.
— ¿Quieres que te eche tu sobre de azúcar?
— Sí, por favor.
Lo hago y remuevo su caliente café. La observo. Siempre con la misma ropa negra. Tendría que ir con ella a más sitios para verla con diferentes colores.
— Hoy no te has maquillado —le digo.
— No tenía ganas, estoy cansada.
— ¿Y Sidney?
— En cama. Un virus.
— ¿Eres la única que no te pones enferma?
— Eso parece.
— ¿Qué te ha pasado en la mano?
Ella observa sus dedos y echa el café en tres tazas. — Me corté ayer con un vaso, nada preocupante. Un poco de sangre y un corte feo.
Coge la bandeja y no tarda en estar detrás de la barra cogiendo la taza entre sus manos.
— No trabajo el sábado —le digo—. ¿Qué turno tienes?
— El sábado tengo cierre —responde bebiendo un poco de café.
— Entonces planearé algo para el resto del día, ¿te parece bien?
— Eso estaría genial —sonríe.
— Buenos días —la voz del Coronel hace que me chirríen los dientes, pero sigo bebiendo de mi café como si no me molestara su presencia.
— Hola —saluda Lía—. ¿Lo de siempre?
— Sí, ¿puedes ponérmelo para llevar? Voy un poco tarde.
— Claro —dice ella dejando el café en el plato y girándose para preparar el café.
— ¿Cómo tienes el corte? —Pregunta.
— Bien, lo tengo bien.
— Te has cambiado las tiritas, imagino —se apoya en la barra.
— Sí —responde sin girarse—. Aunque ¿no es mejor dejar los cortes sin tiritas para que se curen? —gira su cabeza.
— No si se te puede infectar con algo. Puedes quitarte las tiritas mientras no estés haciendo nada.
— Oh, lo tendré en cuenta —le da su café y el Coronel pone el dinero sobre la barra.
— Gracias, nos vemos luego —le guiña un ojo.
¡Le guiña un ojo! Lía guarda el dinero en la caja y me mira. — ¿Qué pasa?
— Nada —me encojo de hombros—. Estoy pensando dónde podemos ir el sábado.
A Lía le encantaba la playa, así que Long Beach pasa por mi mente y sonrío.
**
Aaaay, las tentaciones, las tentaciones...
Se respetan, eso es un gran paso.
Nick siente celos de Kevin, ¿tiene motivos?
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Goodnight and go (Disponible en Dreame)
Teen FictionNunca lo entendí. No llegué a saber qué quería, cómo se sentía. Era un misterio. Ese chico alto y moreno de ojos azules y verdes, era un enigma. Su corazón lo era.
Dieciséis: Nick
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