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Luego de llegar de las compras, Lance se volvió a echar en su cama ni bien cenó. Habían llegado muy tarde y estaba agotado.

Muchas emociones en un día.

Ir al centro con Verónica era como ir al salón de juegos con un niño. Aunque había una pequeña diferencia, y era que ella era muy estricta con las prendas, mientras que un niño quedaba satisfecho con lo primero que veía.

Por esa razón, tuvieron que entrar a todas las tiendas que veían. Desde las más caras hasta las más accesibles, desde las de ropa para salir a un lugar delicado hasta las de ropa cómoda y de calle.

Con sólo pensar en la escena que hizo Verónica porque no le querían sacar una remera del maniquí, estallaba en carcajadas.

Estaban en una de esas tiendas de ropa cómoda y de calle (Lance las había dividido en esas dos categorías), y Verónica había encontrado una remera linda. Lance estaba jugando con su celular, sentado en un banco del negocio.

-Disculpe, señor -dijo su hermana, levantando la mano para que uno de los empleados fuera hasta ella. Una vez que estuvo a su lado, Lance se los quedó mirando-. Esa remera, la que está en aquel maniquí -la señaló-, ¿la tiene, por casualidad, en talle S?

-Déjeme ver atrás si nos queda- respondió el empleado, dirigiéndose a la bodega.

Lance se puso de pie y se acercó un poco hasta ella, cruzado de brazos.

Cuando el chico volvió, Verónica vio que traía las manos vacías, por lo que dedujo que no tenían la remera en su talle. Frunció el ceño, decepcionada.

-No nos quedan más, disculpe. Podría ver algún otro modelo que le interese- propuso el tendero, señalando las perchas con ropa.

Verónica negó después de mirar alrededor. No le había gustado ninguna otra remera.

-Y ¿qué me dice de la remera que tiene el maniquí? ¿Puede fijarse qué talle es?- preguntó ella, con los brazos cruzados y usando un tono de esperanza manipuladora.

Lance lo sabía porque era el tono que usaba cada vez que sus padres no la dejaban salir a bailar.

Puso las manos en ambos bolsillos. Se veía venir el escándalo que iba a ocasionar su hermana.

El hombre asintió y se dirigió al maniquí. Alzó el papel con la información, con los ojos de los McClain clavados en su espalda.

-Aunque sea de su talla, no puedo dársela -explicó, viendo a Verónica por encima de su hombro. Ella frunció el ceño-. Va en contra de las normas- agregó, volteándose para fijarse el talle de la remera. Se bajó y caminó hasta ella-. Es talle S.

Verónica relamió sus labios y lo miró con reclamo.

-La quiero, ¡pagaré el doble si es necesario!- insistió, sacando su billetera.

El empleado dudó pero negó hasta con las manos. Lance frunció el ceño y se acercó más hasta quedar al lado de su hermana.

-Le digo que no puedo, señorita. Insisto, vea otras prendas que sean de su agrado.

Verónica resopló.

-Quiero hablar con su supervisor. Allá -señaló un cartel- dice que el cliente siempre tiene la razón y el derecho a comprar lo que quiera en su local, ¡y usted no me la estaría dando lo que yo quiero!- exclamó, perdiendo la paciencia.

Lance se limitó a mirarla y a mirar al empleado con enojo fingido, conteniendo las ganas de reír.

Luego de unos minutos, llegó el superior y les explicó las razones por las cuales no podía darle la remera (que eran muy estúpidas). Cuando terminó, su hermana chasqueó la lengua y agarró la muñeca de Lance.

-Oh, bueno, seguro que en otro negocio la encuentro más barata y de mi talla. Gracias por nada. Vámonos -dijo, arrastrándolos a la salida.

¿Lo mejor de todo? Verónica consiguió la remera.

¿Lo peor de todo? Que la consiguió más cara.

...

Keith, al llegar a su departamento, se encontró a Krolia sentada en una silla, haciendo un sudoku.

Le sonrió y se echó en el sillón. Suspiró agotado y clavó los ojos en el reloj. Eran las 20:28 p.m.

-Hey, Keith, al fin llegaste- dijo Krolia, dándose vuelta levemente para sonreírle y luego devolviéndose al juego.

-Hola- contestó cansado. Cerró los ojos.

-¿Por qué tardaste tanto?- preguntó. Keith la escuchó levantarse de la silla y quitarse los lentes para leer-. Dijiste que salías a caminar y estuviste varias horas afuera.

-Pasaron muchas cosas- dijo Keith, moviéndose de forma tal que quedó con la cara aplastada en el sillón.

-Cuéntame- exclamó Krolia, corriendo a su lado y sentándose junto a él.

Keith sonrió levemente y se sentó bien.

Estuvo como media hora o más contándole todo lo que había vivido. Inclusive cuando salió a darse un gusto y se encontró con Pidge y Shiro.

Krolia había quedado con la boca abierta. Keith supo que ignoró por completo aquello último que había dicho (lo del bar) porque estaba con la misma expresión desde que había mencionado a Lance.

-Estoy muy feliz por ti, Keith- exclamó, abrazándolo con todas sus fuerzas. Keith rio pero luchó por respirar. Lo estaba ahogando. Se separó y lo miró con una hermosa sonrisa-. Debes hacer todo por la felicidad de Lance, incluso si eso implica juntarse con Allura.

Keith acarició sus manos. Eran tan suaves.

-Lo sé... Por eso iré mañana. ¡Voy a sacrificarme! -dijo, apretando su labio inferior con los dientes y haciendo la mano un puño, llevándosela al pecho en señal de honor.

Se miraron en silencio y explotaron en carcajadas.

-Eres un estúpido.

Keith rio más fuerte y se quedaron en silencio durante unos segundos, ambos completamente felices y sonrientes.

Krolia se levantó y se dirigió a la cocina.

-¡Ahora de preparar la cena! Haré tu comida favorita- anunció, tronando sus dedos.

-¡Ahora te ayudo! -contestó Keith, sacando su celular del bolsillo y prendiéndolo.

Fue al contacto de Lance y cambió su nombre de "El tonto Lance" a "Mi Lance".

Sonrió como estúpido cuando entró a WhatsApp y vio su foto de perfil, tan sonriente y hermoso que transmitía su personalidad cariñosa.

Suspiró enamorado.

Era, simplemente, perfecto.

Mullet 3 [KLANCE]Where stories live. Discover now