Extra VI: Nunca es tarde para hacer las cosas bien

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El rumor de la brisa y de las olas acompañaba a Matías en esa apacible noche

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El rumor de la brisa y de las olas acompañaba a Matías en esa apacible noche. Desde hacía ya varios minutos que Natalia había logrado conciliar el sueño. Después de acurrucarse entre los brazos del varón, la mujer siempre lograba conseguir la calma perdida cuando los recuerdos tristes la acechaban. La tibieza del pecho masculino, la respiración acompasada y el dulce sonido de su voz mientras le cantaba ahuyentaban las pesadillas con gran facilidad.

El señor Escalante jamás imaginó que su presencia pudiera hacerle tanto bien a una persona. Cuando se marchó de Argentina con rumbo a Francia para cuidar de Natalia y de Adriana, el rostro desencajado y los gritos desconsolados de Rocío al externar su dolor ante la infidelidad eran lo que más recordaba. Las caras largas de sus tres hijos cuando esquivaron su intento por despedirse de ellos aún le producían una lacerante punzada en lo más hondo del alma.

Era imposible decir que no tenía ni idea cómo había llegado hasta un punto tan oscuro en su vida. Esa sería la peor de las numerosas mentiras dichas a lo largo de los años. Comprendía muy bien por qué seguía atado a una mujer a quien no amaba, mientras lastimaba de todas las maneras posibles a la que siempre había sido la dueña de su corazón. Esa intermitencia entre idas y vueltas con interines cargados de falsas promesas formaban el interminable bucle de una existencia miserable para todas las partes involucradas.

"¿Cómo puede mi hermanita querer tanto a un tipo de porquería como soy yo? Alguien tan tierno y bondadoso como ella no debería estar al lado de un imbécil", se decía el hombre, mientras contemplaba el plácido sueño de la delicada mujer que yacía recostada frente a él. "Soy igual o peor que el malnacido de Jorge, no merezco el cariño de Nati... En realidad no merezco el afecto de nadie". Con aquellos aciagos pensamientos danzando salvajemente en la tenebrosa cárcel de su mente fracturada, el varón comenzó a deslizar la pluma sobre la siguiente hoja en blanco del perturbador diario personal que escribía desde la juventud.

15 de agosto

El dolor de cabeza no me ha dejado tranquilo en todo el día. Me tiene enfermo la maldita migraña, bueno, en realidad eso es lo de menos... Estoy harto de sentir, de pensar, de moverme, de respirar, de existir... ¿Para qué me molesto en levantarme de la cama? Mi única función en el mundo parece ser cagarla como los grandes. Todavía no me enteré de nada más, la verdad. Creo que me hizo falta nacer con un manual para descifrar el gran misterio detrás de esta vida de mierda. A veces quisiera no haber nacido o, por lo menos, haber sido otro con mejor suerte, como ese mamarracho cornudo de Fabricio Pellegrini...

Siempre me pregunto qué es, exactamente, lo que las minas ven en mí. ¿Que estoy podrido en plata? Seguramente ese es un gran aliciente. ¿Las deslumbra mi sonrisa? Esta cara bonita ni siquiera la tengo por mérito propio. Pero sí, debe ser por esas cosas, no hay nada más que valga la pena en mí. A un tipo con plata que además tiene toda la onda se le perdona lo que sea. Después de echarles un buen polvo, hasta el nombre se les olvida... ¿¡No se dan cuenta de que soy un forro!?

Sonata de medianoche [De claroscuros y polifonías #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora