Una noche de gala (Parte V)

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El señor Escalante tenía una impresionante habilidad para camuflar lo que en realidad sentía

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El señor Escalante tenía una impresionante habilidad para camuflar lo que en realidad sentía. Mientras la situación que encarase no involucrara a Matilde, él lo tenía todo bajo su perfecto control. Pero cuando se trataba de ella, la magia para fabricar sonrisas falsas y portes despreocupados se desvanecía. Y esa noche, como nunca antes, la tempestad en su interior era casi indisimulable. No había tenido ningún tipo de aviso que lo preparase para encarar aquello, pues el joven Pellegrini nunca le mencionó que su madre estaría allí presente.

"¿Por qué está acá? ¿La habrá invitado Maia? Pero, ¿cómo pudo haber pasado eso? Darren me dijo que ellas aún no se conocen... ¿Para qué habría venido, entonces? ¿Eso querría decir que Darren...?" La palidez en el semblante de Matías alcanzó niveles vampíricos al encontrar la única explicación posible: el muchacho se presentaría junto a la violinista en la gala. "¡Esto va a ser un infierno, un maldito infierno!" De solo pensar en la reacción que tendrían Rocío y sus hijos en cuanto se percatasen del escabroso asunto, sintió que vomitaría las vísceras.

Matías caminó despacio, con una expresión facial de recién fallecido y fuertes garras de dragón oprimiéndole la garganta. Hizo un esfuerzo sobrehumano para esbozar una sonrisa justo antes de tomar asiento al lado de Alejandro. La lluvia ácida que despedazaba sus entrañas en ese instante debía permanecer bajo la máscara de la tranquilidad. El concierto ni siquiera había comenzado, así que debía retrasar la catástrofe por tanto tiempo como fuese posible. Mauricio y Maia no se merecían un escándalo que alterara su ánimo antes de presentarse.

Matilde no logró demostrar el mismo nivel de entereza que el varón. Su cara lucía como un retrato fantasmal. Se había convertido en una muñeca de porcelana incapaz de reflejar calidez o alegría. Resultaba imposible disimular el drástico descenso en la presión arterial y su respiración arrítmica. Nunca se había detenido a pensar en lo que haría si volvía a estar frente a Rocío porque no pretendía hacerlo nunca más. Sin embargo, la vida no se cansaba de recordarle que los planes no siempre se cumplían. El destino la estaba empujando al vacío.

Jaime no necesitó hacer más preguntas acerca del abrupto cambio de humor en la señora. Comprendió a la perfección las colosales dimensiones de la pelea que se avecinaba en cuanto reconoció al señor Escalante. "¡Ay, Darren! ¿En qué bardo nos metiste?" No tenía idea de cómo era el temperamento de la esposa de Matías, pero estaba seguro de que eso no tendría relevancia alguna cuando esta notara la presencia de Matilde. Hasta la más pacífica de las personas tenía el potencial de estallar por la ira ante una provocación de tal magnitud.

—La veo muy mal... ¿Está segura de que no quiere nada? Puedo ir a traerle medicinas o puedo llevarla al hospital sin ningún problema —afirmó el chico, en voz baja.

—No te preocupes por mí. Esto seguro se me pasa en un rato —respondió ella, con la vista fija en el suelo.

El muchacho entrelazó los dedos de su mano izquierda con los de la dama y los estrechó con fuerza. Mientras tanto, su mano derecha masajeaba la parte alta de la espalda femenina de forma suave.

Sonata de medianoche [De claroscuros y polifonías #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora