Aceleradas decisiones

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Cada hora que pasaba despierto era una especie de castigo para Darren

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Cada hora que pasaba despierto era una especie de castigo para Darren. Por más que intentaba concentrarse en otras cosas, su mente se rehusaba a dejar ir el recuerdo de Maia. Por boca de Matías, sabía que la jovencita se encontraba estable en su casa y que el diagnóstico recibido no era tan desfavorable como podría haberse pensado en un principio. Dicha certeza lo tranquilizaba, pero no bastaba para traerle verdadera paz.

Una de sus mayores preocupaciones era haberle causado algún tipo de daño físico irreparable a la violinista. Ya le había destrozado el alma al darle la terrible noticia de su protagonismo en el accidente que acabó con la vida de Julia. El muchacho no podría soportar volver a abrir los ojos cada mañana si algo grave le hubiese sucedido a la chica por culpa suya. Con una muerte pesándole en la consciencia, tenía suficiente angustia para atormentarse por muchos años más.

Tras enterarse de que Maia se encontraba fuera de peligro, sintió un anhelo por ir corriendo hacia donde se encontraba ella. Ansiaba estrecharla con fuerza entre sus brazos y cubrirla de besos dulces mientras le cantaba al oído. Pero, para su desgracia, la joven López ahora era tan inalcanzable como la mismísima luna. Estaba obligado a suprimir todo deseo que estuviese vinculado con ella. 

Las palabras del señor Escalante todavía resonaban entre sus pensamientos. "Dale tiempo". ¿Cómo era posible que una frase tan corta como esa encerrara tanta sensatez? Aunque era un consejo simple que resultaba obvio, para un cerebro tan sobrecargado y confundido como el suyo, aquella recomendación había sido justo lo él que necesitaba escuchar. No podía fiarse del raciocinio o los instintos porque su entera psique estaba alterada.

Los ratos de soledad acompañado por el silencio de su habitación solo lograban que su atención se concentrara aún más en Maia. Hablaba poco con Matilde, casi no salía de la casa y se la pasaba encerrado. A ese paso iba a volverse loco. Aunque no tuviera ganas de hacer nada, debía hacer un esfuerzo por cambiar su deplorable situación. Necesitaba descargar sus temores y frustraciones con alguien más o pronto estallaría.

A Darren le urgía hablar con una persona que estuviese dispuesta a prestarle atención sin señalarle sus faltas a cada segundo. No quería desnudar su alma ante alguien que lo llevara a sentirse peor de lo que ya se sentía. El muchacho ya había comprobado que las tristezas compartidas con la gente indicada dolían un poco menos. La única persona capaz de ofrecerle todo eso y mucho más era su querido amigo Jaime, de eso no le cabía duda alguna.

Darren lo llamó por teléfono para pedirle que se vieran, así que acordaron reunirse en un café cercano al estudio. Después de escuchar el extenso monólogo de Darren con apenas unas cuantas interrupciones suyas, el fotógrafo permaneció callado durante un buen rato. La sucesión de acontecimientos que su compañero le había descrito resultaba casi increíble. Las decisiones que el joven compositor debía tomar eran numerosas y muy importantes.

—Loco, no te vayás a ofender por esto que voy a decir, pero... ¿te das cuenta de que tu vida entera parece una telenovela? Te harías millonario si le vendés tu historia a Telefe, en serio te lo digo —Se puso de pie y miró a los ojos a su interlocutor mientras reía—. ¡Hasta podrías actuar y cantar los temas de la serie! Luego saldrías de gira con el resto del elenco protagónico. ¡Las minas se volverían locas por vos!

Sonata de medianoche [De claroscuros y polifonías #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora