Desolación colectiva

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La expresión ceñuda de Darren al cruzar el umbral de la puerta desconcertó tanto a Jaime como a Raquel

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La expresión ceñuda de Darren al cruzar el umbral de la puerta desconcertó tanto a Jaime como a Raquel. Para Maia, aquel gesto era más bien una confirmación de sus sospechas. La intensa contienda entre los pensamientos del muchacho era indisimulable. Una lluvia torrencial estaba consumiendo la chispa veraniega de su mirada. La contagiosa sonrisa que solía realzar sus facciones juveniles se había arrojado al precipicio de la incertidumbre. Aunque la violinista no tenía manera de saber si todas las suposiciones del chico coincidían con las suyas, estaba segura de que él había logrado ver a Matías en persona, justo como ella lo presentía.

—En los mensajes me dijiste que lo de tu vieja no fue tan grave. Entonces, ¿por qué tenés esa cara de tragedia? ¡Relajate, loco! —dijo Jaime, mientras daba unas cuantas palmadas amistosas en el hombro derecho de Darren.

—Hoy ha sido un día muy largo y estoy cansado, eso es todo. Pero quizás me calme un poco después de cantar. La música siempre me levanta el ánimo —afirmó él, obligándose a sonreír.

—Si la música no te anima, las ideas de Raquel para la presentación sí lo van a hacer. Vení a mirar estas fotos que trajo.

El joven Silva le cedió el espacio al visitante para que este se sentara en frente del monitor de la computadora. En la pantalla se veía la imagen de un hombre junto a una mujer sobre el escenario de un teatro. El varón vestía un traje entero negro con una capa del mismo color encima de este. Además, una máscara blanca sencilla cubría la mitad de su rostro. Por su parte, la chica llevaba puesto un amplio vestido de tono amarillo claro, casi blanco. La falda del mismo iba adornada con encajes y listones dorados. El contraste de tonalidades en el vestuario de aquellos actores resultaba muy agradable a la vista.

—Esos actores son amigos míos. Fueron los protagonistas en "El fantasma de la ópera" hace unos meses. El productor del musical quedó tan contento con su actuación que insistió en regalarles ese vestuario tan copado.

—¡Uff, vaya regalito! Todo esa ropa debe ser carísima —manifestó el fotógrafo, al tiempo que dejaba escapar un silbido de incredulidad.

—Si les parece bien, puedo hablar con ellos para pedirles que me presten esas prendas. Creo que encajan perfecto con la letra y el estilo de la melodía que ustedes van a presentar. ¡Se verían relindos vestidos así! —afirmó Raquel, mientras daba saltitos de emoción.

La chica pasó a describirles, con absoluto lujo de detalles, los pasos de la coreografía y la clase de escenografía que podrían utilizar para complementar aquel vestuario. Maia quería escuchar las sugerencias de la alegre muchacha con atención, pero aquello era una misión imposible dadas las circunstancias. Su azulina mirada se desviaba hacia el semblante ausente de Darren cada cinco segundos. Se moría por escuchar todo cuanto él quisiera contarle acerca del encuentro con el misterioso señor Escalante.

Las emociones del joven Pellegrini se desbordaban cual si fuesen lava ardiente en plena erupción volcánica a través de sus gestos. A pesar del gran esfuerzo por actuar con normalidad, no había método alguno que ocultase la insurrección que se estaba gestando en el interior de su mente. Aunque la joven López estaba deseosa de hablar sobre Matías, no presionaría al muchacho de ninguna manera. Un tema tan delicado como ese no debía tomarse a la ligera. Se necesitaba tiempo para asimilar un asunto así de complejo.

Sonata de medianoche [De claroscuros y polifonías #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora