Una noche de gala (Parte III)

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Darren había esperado apenas unos cuantos días sin ver a Maia, pero a él ya le parecían años

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Darren había esperado apenas unos cuantos días sin ver a Maia, pero a él ya le parecían años. Estaba impaciente por reunirse con ella otra vez. El dolor tras la separación se había ido haciendo más intenso con cada minuto que transcurría. El muchacho pensaba que no sería capaz de soportar más tiempo en esa condición. La depresión estaba hundiéndolo y no conseguía hallar una salida para escapar de sus abismales dominios.

Fue entonces cuando llegó a sus oídos una de las noticias que más había deseado escuchar en toda su vida: la chica quería reunirse con él. "Si me odiara, no me pediría que nos viéramos. Esto tiene que ser para algo bueno, estoy seguro", pensaba él, lleno de esperanza, mientras se encaminaba a paso rápido hacia la puerta principal de la casa.

El ensimismamiento del joven Pellegrini era tal que ni siquiera pensó en pasar a la habitación de su madre para despedirse con un beso, como era su costumbre. Sin embargo, la señora había escuchado los ruidos inusuales en el cuarto de su hijo y había salido a su encuentro. Se encontraba sentada en medio de la sala cuando el varón pasó por enfrente de ella.

—Cariño, ¿adónde vas hoy con tanta prisa? Hacía mucho que no te veía así de entusiasmado por salir, pero me alegra que estés con un mejor ánimo. ¿Vas a alguna fiesta? —preguntó la dama, con el ceño fruncido y una mirada curiosa.

—Yo... iba... bueno... eh... pues... pensaba... —tartamudeó él, preso de un terrible ataque de nervios.

Darren no estaba preparado para darle explicaciones a su madre, así que ese par de preguntas directas lo habían tomado por sorpresa.

—¿Vas a ver a tu novia? Yo sé que es por eso, ¿verdad que sí? Aunque no hayas querido decirme nada, te conozco muy bien y me doy cuenta de un montón de cosas. No soy tan tonta como parece. ¿Por qué no me lo quieres contar? ¿Desde cuándo dejaste de confiar en mí?

El chico no tenía palabras para contradecir aquellas fuertes declaraciones. Si bien aún no tenía una relación formal con Maia, él se había comportado como si ya existiera esa clase de vínculo entre ellos. Por su parte, había serias intenciones de llegar a tener algo serio con la joven López. Nunca tomaba a la ligera los asuntos que la involucraban y solo tenía ojos para ella. Pero, a pesar de lo mucho que le importaba la violinista, todavía no se animaba a confesárselo a doña Matilde. No estaba listo para asimilar su posible reacción desfavorable.

Cada vez que recordaba los problemas que se habían dado entre Rocío y su madre después del accidente, Darren se sentía abrumado. Ahora que conocía la verdad acerca del parentesco directo con Matías, no le cabía duda de que su padre había estado implicado en una buena parte de la disputa entre las dos mujeres. Probablemente Matilde no querría que él se involucrara con Maia para así evitar mayores complicaciones con la familia Escalante. Y de seguro Rocío odiaría ver a su protegida junto al hijo bastardo de Matías, quien también era nada más y nada menos que el asesino de doña Julia.

A raíz de las charlas con su papá acerca de ese asunto, el chico se había resuelto a hablar con su mamá sobre la violinista. "Matilde merece seguir siendo la parte más importante de tu vida. Siempre ha estado con vos, se ha sacrificado de mil maneras para que podás ser feliz. Ella te ama como nadie más lo hará, quiere entenderte y apoyarte en todo lo que pueda. Dejá de lastimarla encerrándote en vos mismo, guardándole secretos solo porque sí". Aquellas certeras palabras le quemaban como fuego ardiente desde hacía varios días.

Sonata de medianoche [De claroscuros y polifonías #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora