Bifurcación peligrosa

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Doña Matilde corrió hacia la oficina en cuanto Darren cerró la puerta principal de la vivienda que compartían

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Doña Matilde corrió hacia la oficina en cuanto Darren cerró la puerta principal de la vivienda que compartían. La conjunción del martilleo acelerado en su pecho y la espantosa sensación de vértigo le resultaban abrumadoras. Una tarea tan sencilla como encender la computadora fue toda una hazaña para ella en ese momento. Hacía mucho tiempo que no experimentaba una perturbación así. Todo cuanto había estado sucediendo desde el despertar de su hijo parecía conectarse con aquel pasado que ella tanto deseaba borrar. Para colmo de males, el regreso de Matías a Argentina había terminado de imprimir la marca de la desgracia sobre la frente de la señora. "Con un solo beso, el maldito arrogante ya me tenía a sus pies. ¿¡Cómo pude ser tan estúpida!? ¡Debí haberlo mandado al demonio de inmediato!" Lloraba de rabia al pensar en que se había dejado seducir, una vez más, por los encantos del señor Escalante.

La mujer detestaba seguir siendo una miserable cobarde, la misma adolescente ilusa que había creído un puñado de viles patrañas solo porque iban disfrazadas de halagos elegantes. Aún después de años conociendo la verdad, continuaba sin aprender a negarse. Se odiaba por ello y quería odiarlo a él, pero los sentimientos de aversión se disipaban cuando recordaba su sonrisa. En cuanto regresaban a su memoria las imágenes de hacía apenas un par de días, dejaba a un lado el enojo. Decenas de abrumadoras sensaciones la envolvían y le arrancaban más de un suspiro indecoroso por el que luego se reprendía. Ese hombre tenía el poder de manejarla a su antojo y siempre lo aprovechaba al máximo. Sin importar cuántas veces la destruyera, cada fragmento de Matilde se arrastraría para suplicarle que la amara.

Una hermosa fotografía de ella abrazada a Darren le dio la bienvenida desde la pantalla de su ordenador portátil. Con dedos temblorosos, la dama movió el ratón de la computadora hacia el ícono del navegador de Internet. Dio un clic sobre el acceso directo a la página de su correo electrónico e ingresó la contraseña correspondiente. Luego de ello, se dio a la tarea de buscar todos los mensajes que había intercambiado con Pedro Rodríguez en relación con el tema del accidente. Había muchos documentos distintos entre los archivos adjuntos, pero ella solo necesitaba uno en especial. Un rápido vistazo hacia el título de las distintas conversaciones le bastó para localizar el hilo de conversación que deseaba consultar.

En cuanto descargó el archivo y lo abrió, colocó un nombre femenino, seguido por un apellido, en la herramienta dispuesta para ese propósito. Unos pocos segundos después, ante sus ojos apareció el resultado de búsqueda. Había varias secciones que mostraban coincidencias exactas con las palabras que ella había introducido. Matilde estuvo por perder el conocimiento frente a la pantalla al comprobar sus sospechas. El nombre estampado sobre la hoja que había visto en manos de Darren era el mismo que tantos temores le infundía. La hija de la mujer fallecida el día del choque respondía al nombre de Maia López. ¿Cuántas posibilidades había de que se tratara de otra persona con el mismo nombre? Aunque deseaba estar completamente equivocada al respecto, su instinto le decía que no se trataba de un error.

Dio clic sobre la flecha para seguir mirando los demás resultados de la búsqueda en el documento. Le parecía haber visto antes una fotografía de la muchacha en alguna parte, pero no estaba segura de la fuente. Quería comprobar si era ahí en donde aparecía. Sin embargo, llegó hasta el final del archivo y no apareció ninguna imagen de la jovencita. "¡Qué extraño! Si no está acá, ¿en dónde podría haber visto yo esa foto?" Cerró el archivo en cuestión y se dirigió hasta una carpeta encriptada. Allí guardaba álbumes viejos con algunas fotos que le había pasado Matías en donde aparecían sus hijos. Una por una, Matilde iba revisando las distintas escenas y no parecía haber rastro de la chica en cuestión.

Sonata de medianoche [De claroscuros y polifonías #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora