Noche agitada

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Después de que Rocío la ayudara a calmarse tras el susto que le ocasionó la horrible pesadilla, Maia logró conciliar el sueño una vez más

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Después de que Rocío la ayudara a calmarse tras el susto que le ocasionó la horrible pesadilla, Maia logró conciliar el sueño una vez más. A pesar del miedo que le producía la posibilidad de volver a presenciar aquella visión tan tétrica, el cansancio terminó por vencerla. La pobre chica se había enfrentado a diversos momentos de tensión extrema en apenas unas cuantas horas. Su organismo entero le estaba pasando la factura y ahora le exigía verdadero reposo.

Cuando Matías ingresó a la habitación, la muchacha se encontraba boca arriba, bien dormida. La expresión de su semblante se percibía relajada y respiraba de manera pausada. El hombre la observó con un dejo de ternura que lo hizo sonreír, puesto que la escena del algún modo le recordaba a su querida hermana menor. De pronto, le sobrevinieron unos inmensos deseos de abrazar a Maia, pero tuvo que contenerlos. Hacer algo como eso sería una completa locura.

Aunque la joven violinista ya era una mujer adulta, en ese estado de quietud parecía solo una niña indefensa. Su cuerpo delgado y pequeño, aunado a la palidez de su piel y a la inocencia en su rostro, la hacía lucir como una frágil chiquilla adorable. Natalia había proyectado esa misma imagen de indefensión ante los ojos de Matías. Lo había hecho cada una de las numerosas veces que él estuvo junto a ella para vigilarle el sueño. "Nati, es gracias a vos que hoy estoy acá. Corrí en tu auxilio, pero terminé siendo yo el rescatado. ¿Quién lo hubiera creído?" Él le debía mucho más de lo que ella podría siquiera imaginarse.

Conforme las horas en completo silencio transcurrían a velocidad de caracol, los párpados del señor Escalante comenzaban a ganar más y más peso. Se habían convertido en dos cortinas de plomo que estaban a punto de acudir al llamado de la gravedad. En un esfuerzo para no sucumbir ante las fuerzas de la somnolencia, el hombre se puso de pie y comenzó a caminar despacio alrededor de la cama. Estiró los brazos y las piernas varias veces, al tiempo que bostezaba.

En cierto momento, el varón se acercó a la ventana del cuarto para mirar hacia el exterior. No se veía gran cosa a esas horas de la noche, pero al menos ese cambio de panorama lo ayudaría a despejarse un poco. "¿Cómo estará Darren? ¿Seguirá dormido todavía? Espero que se encuentre bien", pensaba él, entre suspiros. Mientras sus ojos se perdían entre el brillo de las luces artificiales, un leve quejido de la muchacha trajo sus pensamientos de vuelta al dormitorio.

Matías se aproximó al lecho para observar con atención el rostro de la chica. Si bien no daba la impresión de que estuviese sufriendo, hubo una ligera alteración en los músculos de su frente que luego se desvaneció con rapidez. "Rocío me dijo que esta chica se había despertado muy alterada hace apenas un rato. ¿Estará teniendo otra pesadilla?" Un par de minutos pasaron y el hombre no detectó ningún tipo de comportamiento extraño en la jovencita, así que decidió volver a ponerse de pie junto a la ventana.

Un rato después, Maia se levantó de golpe hasta quedar sentada sobre la cama. Resoplaba como si acabara de participar en una ardua carrera. Sus inquietos ojos de inmediato empezaron a recorrer la estancia en busca de Rocío, pero ella no estaba ahí. En su lugar, había un hombre alto de cabello castaño y contextura delgada que la contemplaba con suma atención.

Sonata de medianoche [De claroscuros y polifonías #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora