Capítulo 8: diferente

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“Me duele el dedo gordo. ¿Estás bien?”

Al leer ese mensaje de Max no puedo evitar desprender una sonrisa. Max y su dedo gordo simplemente me encantan. Me despido con un gesto de mano de Erika mientras ella se introduce en su portal y el taxi sigue su recorrido. Le digo la dirección que me ha dado Lucía antes y me recuesto en el sillón de atrás mientras le contesto Max con otro mensaje.

“Hoy ha sido un día movidito, pero estoy bien. Voy de camino a mi cita”.

Al cabo de dos segundos más tarde, recibo otro mensaje.

“¡La ropa para tú cita!”

Al leer este mensaje pongo mis ojos en blanco. Se me había olvidado por completo que Max es un gran amigo, pero que al mismo tiempo es mi estilista y personalmente, creo que se le ha subido un poco a la cabeza este trabajo. Le pido al taxista que primero pase por la calle donde vive mi amigo y le envío un mensaje a Max para pedirle que me baje la ropa a la portería.

Después de diez minutos de recibir mensajes de Max, quejándose sobre que no le iba a dar tiempo de planchar la ropa y que iba a salir “toda arrugada en televisión”, decido apagar el móvil y cerrar los ojos durante el resto del trayecto. Pero por desgracia, el vehículo se detiene demasiado pronto. Antes de que me dé tiempo a abrir la puerta, Max ya lo ha hecho y me saca del taxi de un tirón. Paga por mí al taxista y seguidamente, me empuja a su coche mientras me lanza a la cabeza una bolsa con mi ropa.

-Vístete en el coche, rápido.

Obedezco a mi amigo y me subo rápidamente en su coche mientras escruto sin muchas ganas la ropa que Max ha preparado para mí. Hay una camiseta de manga corta de color gris y con un dibujo de un símbolo de grupo de música neoyorkino que desconozco. Me quito la ropa y me pongo la camiseta. Es tres tallas más grandes de la que suelo usar y me pregunto si esta camiseta no es de Max. Pero decido no abrir la boca y seguir vistiéndome en silencio en los asientos traseros, mientras él conduce estresado por el centro de Madrid.

Me coloco unos vaqueros –que sí son de mi talla- y que cuelgan un par de tirantes que me colocó por encima de mis hombros. Me remeto la camiseta por el pantalón y mientras me coloco las Vans negras, Max gira una curva que hace que me caiga del asiento y que mi labio choque contra el asiento de delante.

-¡Ay!

-¡Ponte el cinturón!

-Me estoy vistiendo.- Replico mientras me siento en el asiento de atrás y me abrocho el cinturón.- ¿Quién te aprobó el examen de conducir?

-Un tío gay.

-¿Quedaste con él después del examen?

-Claro, ¿si no cómo piensas que conseguí el permiso de conducir?- Pongo mis ojos en blanco y termino de ponerme las bambas mientras Max vuelve a martillearme con sus preguntas.- ¿Dónde has estado?

-Con Erika, papi.

-Punto número uno: no me llames así. Punto número dos: ¿Qué narices hacías con Erika sabiendo que luego tenías cita y qué tenías que prepararte?

-Tenía que pasar una tarde de chicas.

-¿Y no conoces a ninguna otra chica que no sea Erika?

-¿Podemos dejar de hablar de Erika, por favor?

-Sí, será lo mejor. ¿Qué ha pasado en el programa?

-Me han acusado de no sé cuántas cosas por haber ayudado de forma no intencionada a Carla.

-¿Y qué ha dicho Axel de todo esto?

-Me ha defendido.

-Eso son buenas noticias, y encima te ha dado cita. No entiendo por qué tienes esa cara de… ¡Eh, cuidado, imbécil! ¡¿Es que no has visto el cede al paso?!

El diario de una pretendientaWhere stories live. Discover now