Capítulo 17: Viaje hacia el destino

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Cercanías de la Ciudad de Vértigo

  El camino rocoso hacia dar saltos a la carroza, que iba de lado a lado. El pequeño cuerpo de los tres hermanos chocaba contra la astillada madera de su prisión andante: un carro precario, con barrotes de metal, impulsados por un caballo negro, un semental vertigano, fiel y fuerte, que los llevaba hacia la ciudad gris, donde toda esperanza se hunde como puñales en la espada, la ciudad de Vértigo. Alrededor los custodiaban jinetes reales de los Tribulgard, hombres fríos, de pocas palabras, con una falta de humildad y simpatía tan clara como su piel transparente. Delante se encontraba la carroza real que transportaba al nuevo rey, un ser despreciable que llevaba consigo nuevos juguetes a su casa, que incluía a John y Nigum, que se encontraban en otra prisión andante justo detrás de los hermanos.

El trauma los dejó inmóviles, los niños perdieron su alma joven y pasaron a ser cuerpos rotos, sin un sentido que los mantenga latentes en el mundo de los vivos. La muerte de su madre los persigue, más aún a Lenon, que recuerda en cada momento el rostro de su madre que lentamente fue perdiendo la existencia hasta ser un cascarón vacío, lleno de pena y tristeza, en vez de ese cuerpo lleno de vida y amor que tenía su madre. Lágrimas, solo salían lágrimas de pena y dolor de los tres.

Detrás le seguían un pequeño ejército protegido por los jinetes reales. A unos pasos de distancia se encontraba una segunda celda, donde se encontraban Nigum y John, que intentaban mantenerse en pie luego de lo sucedido. John se desplomó contra las barras de la jaula sentándose en el frío metálico del suelo. Tenía la mirada perdida en el suelo. Nigum, sin decir nada, se acercó y se agachó frente a él.

- Ahora lo entiendo, entiendo porque hay guerras, entiendo porque hay muerte, entiendo porque hay traición, porque no se puede vivir en paz...- su voz se quebraba; se atragantaba con su saliva.- Es por este maldito sentimiento, este ardor que siento en el pecho, este odio que tengo acumulado y me está comiendo la cabeza. La venganza, la venganza me está ardiendo. Me arde... Pa...- Levantó la cabeza, y Nigum, por segunda vez luego de tantos años, vio a su hijo derrumbarse ante él. Su voz se quebró por completo y apenas podía formular palabra, sus ojos se cristalizaron y su rostro se enrojeció, las manos le temblaban y su cuerpo daba convulsiones. Estaba destrozado.
Nigum se sentía inútil en aquel momento, fue padre gran parte de su vida pero nunca supo cómo manejar un escenario de dolor, no conocía palabras pero no era necesario, con un simple abrazo bastó para que un guerrero formidable, creador de uno de los más grandes gremios, y un hijo campeón, líder y héroe de grandes conquista, se desplomasen en llantos y dolor, liberando así un peso que venían cargando en el viaje lejos de los ojos de los pequeños Akford. El momento no duró mucho, pues estaban rodeados de enemigos y lo peor que podían hacer era mostrar debilidad, mostrarse frágiles ante una armada que estaba lista para clavar un puñal, uno por uno, a cada uno.
John se levantó y le agradeció a su padre. El dolor de cabeza disminuyó un poco, pero el ardor seguía en su pecho. Se limpió el rostro y dialogó con su padre un tiempo, buscando oportunidades y ocasiones pasa que todos salgan de su situación.

Y como si fuese un trueno, la voz de uno de los jinetes, el más corpulento pero de baja estatura, hizo callar a los viejos guerreros.

- John Akford, hijo de Nigum Akford, un guerrero formidable que llevó a la victoria el Reino de Anilla en la batalla de los herederos con tan solo 17 inviernos. Tu espada atravesó el pecho del joven Kryion Tribulgard y rebanaste el cuello de Hyru Tribulgard, ambos guerreros fuertes pero no lo suficiente para John Akford.- Su voz ronca retumbaba en el enorme casco plateado con espinas, apenas se le distinguía el rostro, pero por su tono y el brillo de los ojos John intuía que en ese hombre se acumulaban años de furia y venganza.- Kryion defendió la fortaleza de Cruser con honor y gloria, un hombre dedicado a proteger lo que era justo: que el trono de Anilla era y es de los Tribulgard.

Linaje del Dragón: NacidosWhere stories live. Discover now