Capítulo 11.5: Maullidos Nocturnos (+18)

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  La noche los bañaba de soledad y tranquilidad.

  Los labios de la joven eran suaves, el choque entre sus cuerpos lo tranquilizaba. David sintió como acariciaba sus brazos con delicadeza mientras continuaba besándolo. Sentía un calor que le brotaba por dentro, un rugido que ardía desde su panza, una aceleración en su pecho y un frío en sus pensamientos, no podía pensar claro, todo estaba pasando tan rápido y se sentía tan bien que no podía parase a pensar en la situación. 

  La joven despegó sus labios para mirarle a los ojos, con una mirada entre traviesa y tierna. 

- Mi nombre es Elizabeth, siento no habértelo mencionado antes, es que estando cerca tuyo dejo de pensar en mí y quiero saber más de ti. Es extraño.- Se le ruborizó el rostro y apartó la mirada, como si la mirada de David le atravesara directo al corazón.- Nunca había sentido esto antes, pero no es malo, en realidad me gusta, me gusta sentirme así, me gusta que me hagas sentir así.- Se le formó una sonrisa mientras acercaba su boca a la de David.

- Y-yo también si-siento lo mismo, mi corazón...- Se detuvo un momento para apreciar los labios de la chica, quería besarlos.- Me gusta esto que estoy sintiendo también.- Esta vez él tomó la iniciativa y comenzó a besarla.

  David pasaba sus manos por el cuerpo de la joven y Elizabeth pasaba su mano por el pecho del chico, bajando lentamente hasta su bulto. La chica le tomó las manos y se las colocó en la cintura, haciendo que agarre el borde de la camisa. Lentamente, le fue subiendo las manos para que le vaya retirando la vestimenta. David no dejaba de mirarla perplejo, estaba completamente enamorado. Vio su cuerpo, un cuerpo escuálido, herido, pero fuerte, maravilloso, hermoso para sus ojos. La chica retiró su corpiño, deslumbrando al joven con sus pequeños pezones rosados. David arrastró suavemente su mano hasta uno de los pechos de la joven y comenzó acariciarlo, sentía un fuego que le ardía por dentro. 

- Quiero que conozcas todo de mi.- Le dijo le joven acercándose a sus labios, lo miro directo a los ojos.- Todo.

  Entre besos, sus cuerpos empezaron a sentir la brisa de la noche, ya no poseían ropajes que los calentaran, sino sus propias llamas internas. Elizabeth montó a David, con una facilidad que sorprendió al joven. 

- Se siente tan tan bien, es... fantástico.- David no podía creerlo, un sentimiento interno lo azotaba. Sentía un gusto inigualable. Aquella chica le estaba mostrando un mundo que desconocía completamente.

  Las gatas maullaban al compás de la noche.

  David sentía el calor y la humedad en su miembro, a lo que se le unía el bello rostro de placer de la joven, que no dejaba de mirarlo con amor. El chico se acercó y besó sus labios sin dejar de moverse. La tomo de las caderas y rotaron sobre ellos mismos. Cambiaron de posición y ahora David era el que se encontraba encima, mirándola con ternura. La tomó de los brazos y comenzó a besarle el cuello, hasta pasar su lengua por su pecho.

  En medio de la acción, David se detuvo y miró fijamente a la joven, sentía miedo por dentro, no por él, sino por ella. Elizabeth lo miró extrañada.

- ¿Qué sucede?- Preguntó con su tierna voz.

- Elizabeth, tengo miedo. No quiero lastimarte, hay veces que no me controlo y podría lastimarte.- Su voz temblaba de preocupación.

  La joven lo miraba enamorada, la acarició lentamente la mejilla mientras miraba su lastimado cuerpo.

- No, no me vas a hacer daño, porque eres fuerte y puedes controlarte, yo creo en ti.- Se acercó y le dio un suave beso en los labios.- Yo quiero conocerte, quiero acompañarte y estar a tu lado. No tengo miedo, tu tampoco lo tengas. Ya no tienes que enfrentarlo solo, ahora somos dos contra uno.- Le demostró la más tierna y sincera de sus sonrisas.

  David dejó brotar sus lagrimas, nadie lo había acompañado jamás, se sentía tan solo que el vacío se le había hecho una costumbre.

- Yo, creo que te amo, Elizabeth.

- Yo, creo que también te amo, mi David.

  El joven besó con fuerzas a la chica, se sentía reconstruido, esa noche en especial se sentía fuerte, se sentía que podía con todo, que junto a ella podía. Y se retomó la acción.

  Y los gatos maullaron el resto de la noche en los tejados.

Linaje del Dragón: NacidosWhere stories live. Discover now