No puedo pedirle que venga conmigo

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—Papá, ¿intentarás comportarte? —le preguntó Elliot tras llamar al timbre.

Michael asintió con la cabeza divertido y le guiñó el ojo.

—¡Hola! —dijo Carmen abrazando a Elliot—. ¡Feliz navidad! Michael, tú también eres bienvenido.

—Gracias por invitarme —dijo su padre entrando mientras se frotaba las manos.

—No hay de qué —dijo guiándolos hasta el salón, donde estaban todos.

La familia de Lyeen los había invitado a ambos a pasar el día con ellos. De camino, Elliot notó como alguien lo cogía del brazo y lo apartaba. Cuando miró, vio a Lyeen, que lo metió en su habitación para besarlo.

—Feliz navidad —le dijo Lyeen dulce.

—Feliz navidad, mi amor.

—Te he echado de menos estos días —le dijo acariciando su nuca.

—Yo también. —Se apartó—. Será mejor que volvamos, aún no he saludado a nadie, y mi padre está solo.

Elliot aceptó el trabajo y no podía sentirse peor consigo mismo. Se sentía extremadamente nervioso ese día, porque, después de la cena, le contaría la verdad. Y, pese a que se había prometido a sí mismo que intentaría pasar tiempo con Lyeen, no había sido así. Elliot se había pasado los dos últimos meses preparando su traslado, buscando apartamento y conociendo la zona donde viviría. Le ponía excusas, como que tenía muchas clases, o muchos artículos o ponencias. Como era tan complicado mentirle, cuando tenía ocasión de verla, no lo hacía porque temía ser descubierto.

—Está bien. —Lyeen lo miró con el ceño fruncido—. Vamos...

—Elliot, feliz navidad —le dijo Roberto dándole un abrazo—. Nos alegra tenerte con nosotros.

Les presentaron al resto de invitados, los tíos de Lyeen, Saúl, Belén, y los hijos de éstos: Raúl y Mónica. La casa estaba llena de gente; las risas, el olor a comida casera, el calor del hogar reconfortaron a Elliot. La cena fue distendida y le divirtió ver a Lyeen sentir vergüenza de su familia por primera vez.

—Entonces, ¿qué es esta mancha, Elliot? —le preguntó Saúl enseñándole un lunar de su pierna.

—Tío Saúl, ya te he dicho que es neurólogo —dijo Lyeen sonrojada.

—Pero, ¿no eres doctor? —le preguntó a Elliot y éste asintió con la cabeza—. ¿Entonces?

—Vamos, vamos —le dijo Carmen apartándolo de Elliot—. Para eso tienes que ir al dermatólogo.

Se fijó en que su padre y Roberto hablaban serios, apartados de los demás, así que prestó atención.

—Gracias por cuidar de mi hijo —dijo Michael.

—No hay de qué. —Roberto fue a mirarlo pero él desvió la mirada antes—. Es un buen chico, ya forma parte de nuestra familia.

Elliot se sintió mal en ese momento. «¿Me consideran de la familia?» Miró a su padre, quien lo observaba con cara de pena. «Roberto me matará cuando sepa que he aceptado un trabajo tan lejos». Se levantó de la mesa con la excusa de ir al baño.

—¿Estás bien? —Oyó a Lyeen preguntar, pero la ignoró.

En el cuarto de baño se refrescó la cara para intentar paliar la ganas de vomitar. Alguien llamó a la puerta y abrió con cuidado.

—¿Elliot? —le preguntó Lyeen—. ¿Te encuentras mal?

«Ella ha visto mis colores», pensó mientras negaba con la cabeza.

—Estoy bien...

—No, no lo estás. —Entró y cerró la puerta del baño—. Hace semanas que estás como ausente.

—No quiero hablar ahora... —dijo mirándola a través del espejo.

—Entonces, ¿sí que pasa algo?

—¿Para qué iba a mentirte? Lo sabes de todas maneras —dijo con la voz cansada—. No quiero hablar ahora.

Lyeen parpadeó confundida, y al final, salió del baño. «Mierda, ¿que esperabas, Elliot?».

Cuando salió, se fijó en que la puerta de la habitación de Lyeen estaba cerrada, y supo que estaba allí. Dio dos leves golpes con los nudillos y entró. Se la encontró mirando la nieve caer. Sin decir nada, la abrazó por la espalda.

—Lo siento... —le susurró al oído, ella negó con cabeza—. Soy un idiota.

—¿Que va mal? —le preguntó dándose la vuelta.

—Verás yo....

—¿Chicos? ¡Vamos a abrir los regalos! —dijo Carmen desde el pasillo.

—Dime, ¿qué pasa? —Lyeen la miró triste.

—Voy a... —la observó y pensó en lo mucho que la quería y deseaba que fuera feliz—. ¿Hablamos luego?

Lyeen asintió: A Elliot no le pareció que se hubiera quedado muy convencida, pero aún así aceptó su beso.

—De acuerdo. ¡Atención todos! —dijo Roberto, haciendo que todos callaran «Si que impone», pensó Elliot—. Antes de abrir los regalos, me gustaría que bajaramos todos a la calle.

—Papá, hace mucho frío —dijo Trevor, quien estaba tirado en el sofá.

—Lyeen —dijo Roberto ignorando a su hijo—. Este año has trabajado muy duro por esta familia. Hacías dos horas de viaje en autobús para ir a la universidad. —Miró a Elliot— Dónde supuestamente, eras sujeto de un estudio.

—Papá —dijo Lyeen entre las risas de los demás.

—Vale, vale —Le dio una caja negra—. Feliz navidad, mi niña.

Lyeen abrió la caja y sacó las llaves de un coche.

—¿En serio? —dijo emocionada, abrazando a sus padres—. ¿Me habéis comprado un coche?

—En realidad, en cierta manera, lo has pagado tú —dijo Carmen—. Sabemos que estuviste poniendo dinero de más en la caja.

Lyeen miró a Elliot con una sonrisa, y entendió el mensaje al instante, así que fue a por el abrigo de los dos.

—Vamos, todos para abajo —ordenó Carmen.

—¿No hay un coche para mí? —Oyó a Trevor preguntar mientras salían. «A él también lo echaré de menos», pensó con una sonrisa.

El coche era un deportivo blanco con unas rayas arcoiris a los lados.

—Dios mío, ¡me encanta! —dijo Lyeen pasando los dedos por el coche.

—Quisimos que tuviera un toque personal, y los colores te representan —dijo Roberto—. Además, quiero que dejes de llevar esa moto tan horrible.

—¡Eh!—dijo Saúl —¡Que se la regalé yo!

—Y aún te odio por eso, hermano.

Lyeen se acercó feliz de nuevo a sus padres y los abrazó. Elliot observó la escena, con un sabor agridulce. Miró a su padre, quien se colocó a su lado.

—A esto me refería —le susurró—. No puedo pedirle que venga conmigo.

Su padre no le dijo nada y golpeó su espalda con fuerza, para tratar de consolarlo. Elliot cerró los ojos y pidió que el tiempo no se terminara. «Eso es imposible, el tiempo siempre gana». Le quedaban dos semanas para marcharse de la ciudad y no quería que llegara el momento.



***

¡Hola chiquetes! Espero que estéis pasando un día genial, como siempre, gracias por leer. ^^

Tu Nombre me sabe a MentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora