16. Ida y vuelta al espacio

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El doctor Caws se pasó el camino diciéndole palabras de ánimo y ella lo agradeció. Esperaba con toda su alma que fueran buenas noticias, pero habían sido demasiadas las veces en las que esperaba algo positivo que nunca llegaba. Volvió a analizar el mensaje de su padre pero era demasiado neutro y no pudo sacar ninguna conclusión. La ausencia de tráfico les permitió llegar en poco más de media hora.

—No hace falta que me dejes en casa. —Lyeen no quería que nadie de la peluquería los viera, no por vergüenza, sino porque no quería soportar todo el interrogatorio que le harían seguro: «¿Quién es el chico, Lyeen?» «¿Es tu novio, Lyeen?» «¿Ya se lo has presentado a tus padres, Lyeen?» meneó la cabeza para alejar las voces de las mujeres—. Puedes dejarme aquí mismo.

—Está bien. —Elliot estacionó a dos calles—. Bueno... tranquila, ¿de acuerdo?

—Ella resopló—. Lyeen, mírame. Cuando sepas algo, ¿me llamarás?

—Claro.

Luego se quedó tiesa sin saber qué hacer. «¿Debería esperar a que me bese?» Desde esa noche, Elliot había evitado acercarse a ella y se sentía confundida. Alguien golpeó el cristal de su ventana y Lyeen dio un salto en el asiento. Cuando se giró, se encontró con su amiga Valeria que saludaba feliz con la mano. Bajó la ventanilla y el frío primaveral entró.

—¡Hola! —Valeria miró al doctor Caws con una enorme sonrisa—. Yo soy Valeria, la amiga de Lyeen.

—Encantado, yo soy...

—Elliot, ¿verdad? —Su amiga salió disparada al otro lado del coche, por lo que abrió también su ventanilla—. Lyeen me ha hablado de ti.

—Val. —Lyeen abrió la puerta—. ¿Podemos hablar?

—¡Claro! Espero que nos veamos pronto, doctor Caws. —dijo ella sin dejar de sonreír.

—Enseguida vuelvo... bueno, si tienes prisa... —Lyeen quería besar al doctor antes de que se fuera y rezó para que le dijera que podía esperar.

—Puedo esperar, no hay problema.

Salió con celeridad y asió a su amiga para apartarla a una distancia segura de oídos no deseados.

—¿Qué haces aquí?

—Pues voy a la pelu, la señora Fernández quiere que le haga las uñas. Es muy guapo. —Miró en dirección al doctor sin disimulo por lo que Lyeen la cogió de las mejillas para que no mirara—. ¡Au! —Se frotó la cara—. Anda cuenta, ¿qué pasó anoche...?

—Te lo contaré luego, te lo prometo. Ahora por favor, dime que tu madre y la mia no han hablado de lo de anoche.

—¡Claro que no! Convencí a mi madre para que pasara la noche en casa de su novio, así que estuvimos solas. Todo controlado, soy un as...

—Está bien. Gracias por cubrirme. —Miró de nuevo en dirección al doctor—. Dios...

—¿Qué pasa? —le preguntó su amiga.

—No sé si debería de esperar un beso...

—Lyeen. —Valeria la sostuvo por los hombros para que la mirara—. Un beso nunca se espera. No estés nerviosa, todo irá bien, ¿vale?

—Gracias, Val.

Se despidieron y Lyeen entró de nuevo en el coche. No tenía ningún pretexto más que besarlo y eso la hacía estar más nerviosa. Pero entonces pensó en las palabras de su amiga «Un beso no se espera...». Miró a Elliot y se acercó a él, absorbiendo todo el coraje que le fue posible. Asió su barbilla y simplemente lo besó. Se sintió de nuevo en una nube, con el sonido de piano y todos colores. Elliot acunó su rostro y le devolvió el beso con más pasión. «Un beso no se espera, se da», pensó. Cuando se apartó vio que él sonreía y se sintió aliviada.

Tu Nombre me sabe a MentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora