25. El olor a verano

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Elliot terminó la última clase del trimestre al mediodía. La zona ya estaba casi vacía, así que se fue tranquilo a buscar sus cosas.

—¡Hola Peter! —dijo feliz cuando lo encontró sentado en su mesa— Ya es verano, deberías irte a casa.

—Qué contento está doctor Caws —dijo Sienne que acabada de salir de su despacho—. Parece enamorado. —dijo bajo su eterna sonrisa.

«No puede saberlo», pensó mirando a la doctora.

—No es eso. —Se puso serio—. Me marcho ya.

Les deseó buen verano y se marchó deprisa. No quería que supieran nada de lo suyo con Lyeen, porque eso le podía costar el trabajo. No tardó en volver a sonreír cuando se encaminó a su casa para buscarla y poder pasar la noche juntos.






—Cierra los ojos —le dijo a Lyeen en el pasillo—. De acuerdo, sígueme. —La llevó hasta su habitación—. Vale, ya puedes abrirlos.

—¿Una cama nueva? —Lyeen sonrió y se sentó en el borde—. Fíjate es de color verde menta. —Pasó la mano por el edredón—. No me lo puedo creer...¿Sabes? Creo que este es mi nuevo color favorito.

Se tumbó en la cama y se quitó las deportivas. Elliot saltó encima de ella sin avisar, y la besó con ternura. Y tras unos largos besos, se quedaron abrazados mirando el techo.

—¿Crees que el hecho de que estemos aquí, ha provocado algún efecto en el universo? —le preguntó Lyeen con una sonrisa traviesa.

—Yo creo que sí —dijo Elliot—. Si prestas atención, podrás escuchar el chapoteo de una gallina bañándose en una pila bautismal.

—¿Una gallina? —Lyeen lo miró tras reir—. No sé qué pinta una gallina en una iglesia. ¿Que posibilidades hay de que eso pase?

Elliot se encogió de hombros y la besó en la frente.

—Supongo que las mismas que tú y yo nos conocieramos.

Lyeen acarició su rostro y Elliot vio en su mirada que estaba algo triste.

—¿Qué te pasa?

Lyeen se incorporó y Elliot la imitó.

—Están pasando bastantes cosas. Para empezar, seguramente tengamos que vender la peluquería —dijo tras resoplar.

Le explicó la historia completa, y Elliot la escuchó para consolarla.

—Lo siento mucho. —Le acarició el rostro—. Sé lo importante que es para vosotros. ¿Qué puedo hacer? ¿Cómo puedo ayudarte?

Ella lo miró seria.

—Dime dónde iremos —le dijo ella, estirándose de nuevo—. Necesito pensar en otra cosa.

«No sé si debería decirle adónde vamos», pensó yaciendo a su lado. «No en su situación».

La zona de Redwood Shores estaba en la costa de California, y era una de las zonas más valoradas. Comprar una casa allí costaba un millón de dólares si tenias suerte. Y su abuelo la tuvo, porque la compró cuando en la zona apenas había nada. Él siempre presumía de eso, así que Elliot conocía bien la historia. «Ya no tengo tiempo de cambiar los planes», se lamentó. Lyeen lo miró con el ceño fruncido y supo que estaba viendo sus colores. Al final optó por decirle la verdad.

Tu Nombre me sabe a MentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora