21. Quédate

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Elliot abrió la puerta de su casa, y dio un portazo para cerrarla. Vio que fuera empezó a llover y aquello le recordó a Lyeen. «¿Cómo he sido tan idiota?». No tenía claro que le dolía más, que Lyeen lo hubiera engañado o que su madre tuviera razón. Se sentó a oscuras en el salón, sin molestarse en encender las luces, como si así, se pudiera vaciar en la oscuridad. Observó el agua caer, hasta que notó la presencia de su gato, que se puso en su regazo. Agradeció el consuelo, y cerró los ojos acariciando el pelaje del animal.

Unos golpes lo despertaron y Moby salió disparado, pero Elliot no se movió del sofá, porque no esperaba a nadie. Pero los golpes no cesaron y cada vez eran más fuertes. Se levantó con pesar y cuando se asomó al pasillo, vio que su gato estaba en la puerta. Se acercó, lo cogió en sus brazos, y abrió.

—Lyeen...—vio que estaba empapada.

—No es mi novio —dijo Lyeen seria—, pero sí lo fue, y olvidarme de él... —Suspiró agobiada—. Está siendo una de las cosas más difíciles que he hecho nunca.

Elliot no dijo nada y la invitó a entrar. Luego fue al baño y le trajo una toalla.

—Me gustas mucho, Elliot. —Lyeen cogió la toalla, pero no la usó—. No quiero perder lo que tenemos, no por el idiota de mi ex. Debería de habértelo contado, pero no fui valiente.

Sus palabras parecían sinceras. Vio cómo tembló de frío, por lo que le quitó la toalla de las manos y se acercó para secarle el cabello negro. La miró fijo y se quedó quieto sin saber qué decir.

—No debería de haber venido, ¿verdad? —Exhaló hondo y cerró los ojos—. Soy una idiota, será mejor que me vaya.

—Lyeen. —Asió su mano—. Quédate.

El silencio se apoderó de ambos y sólo se escuchó el repiqueteo de las gotas de lluvia.

—Elliot, lo siento, no debí marcharme así...

—Soy yo quien lo siente. —Suspiró—. Muchas veces soy un imbécil insensible, y lo fui contigo. Te traeré algo de ropa seca, si entras así la señora Matts me matará.

Elliot fue a su armario y revolvió el montón de camisetas, hasta que dió con una que tenía motivos de Las Tortugas Ninja. «Tal vez así le arranque una sonrisa». Cuando ella la vio, Lyeen sonrió y supo que había acertado.

—Te esperaré en el salón.

Se sentó en el sofá y esperó a que acabara. «Ha venido hasta aquí pese a la lluvia y además está a más de una hora de camino». Cuando entró, tenía la ropa mojada en la mano, por lo que Elliot se levantó deprisa para cogerla.

—Lo pondré en la secadora.

Cuando terminó, volvió con ella, que estaba sentada en la alfombra con Moby, que parecía feliz y relajado. Elliot se sentó a su lado y los observó un rato en silencio. Se fijó en que Lyeen movía la pierna sin parar y resoplaba a cada segundo.

—Lyeen...—ella negó con la cabeza.

—Conocí a Tyler cuando estaba en el instituto —dijo clavando sus oscuros ojos en él—. Fue mi primer amor y para mi no hubo nadie más. Los primeros años fueron perfectos...—Lyeen se mordió el labio—. Pero empezaron a llegarme rumores de que estaba con otras mujeres. Al principio no les creí, hasta que mis amigas me lo confirmaron... aún así lo perdoné. —Resopló con fuerza—. Una y otra vez, porque él me decía que me quería y yo le amaba a él, así que lo perdoné... hasta que... —Elliot acarició su mano, intentando darle las fuerzas para continuar—...hasta que pasó algo que me hizo decir basta del todo.

Tu Nombre me sabe a MentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora