26. Cada Océano

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La casa de Summer era dos veces más grande que la suya, por lo que Elliot se sintió un poco nervioso. Se había pasado el día evitando pasar rato en casa, porque no quería que Lyeen pensara que era una persona ostentosa. Después de la playa se la llevó a dar una vuelta por algunos puestos que habían en el paseo marítimo hasta que fue la hora de cenar. En realidad, él preferiría estar a solas con Lyeen, pero dijo que sí porque sabía que Summer no aceptaría un no como respuesta.

Antes de llamar al timbre, miró a Lyeen que se había puesto seria de repente.

—¿Estás bien? —le preguntó mientras esperaban. Ella solo asintió levemente—. Summer es una chica un poco intensa, pero te caerá bien, ya verás....

—¡Hola! —dijo Summer tras abrir la puerta—. Pasad, no os cortéis.

Cuando entraron, la siguieron hasta la cocina; sobre la encima había una botella de tequila y tres vasos de chupito.

—Empiezas temprano. —le dijo Elliot.

—Empezamos. —contestó, pero Elliot negó con la cabeza—. Vamos, estamos de vacaciones. —Se tragó la bebida en un segundo—. ¡Que bien sienta! ¡Vamos! —Tanto él como Lyeen se negaron—. Que aburridos... pues más para mí.

Se bebió el tequila que les había servido y volvió a llenar el vaso.

—Bueno... —dijo Elliot mirando la cocina—. ¿Y qué cenaremos?

—¿Cómo? —Summer se encogió de hombros—. Ni idea.

—Nos has invitado a cenar, se supone que tenías que prepararnos algo.—Elliot se sentó en el taburete y cogió la mano de Lyeen para que se sentara también.

—Ya sabes que yo no creo en los estándares sociales. —Se bebió otro chupito y volvió a llenar su vaso—. ¡Oh! Ya sé que podemos hacer, llamaremos a la pizzería de Emilio.

—¿En serio? ¿Todavía está abierta?

—¡Sí! —Sacó el teléfono móvil que estaba lleno de arena—. Ahora lo lleva su hijo.

—¿Encontraremos un pelo en la pizza? —preguntó Elliot entre risas. Se giró para mirar a Lyeen—. Siempre que pedíamos pizza los viernes encontrábamos un pelo.

—Si no había pelo, no era divertido —dijo Summer—. ¿Hola? Me gustaría hacer un pedido...

Elliot miró a Lyeen que le sonrió y lo miró fijo.

—Lyeen, ¿estás bien? ¿Quieres irte? —Ella negó con la cabeza—. ¿Estás segura?

Elliot se acercó a ella, esperando que le contara qué le pasaba, pero no parecía dispuesta a decir nada.

—¿Podríamos hablar luego? —le preguntó Lyeen.

—Bueno, chicos pizza de camino. Y mi madre decía que organizar cenas era complicado... —Summer volvió a llenar su vaso con clara dificultad.

—¿No crees que vas demasiado deprisa? —le preguntó Lyeen.

—¡Yo controlo! —dijo dándose un golpe en el pecho—. ¡Ay que daño! Ven, Lyeen, te enseñaré la casa. —La cogió del brazo y se la llevó obligada.

Observó cómo subían a la planta de arriba y el miedo de que se quedaran solas se apoderó de él; se levantó con prisa y las siguió. «No quiero que pase otra vez».

Cuando terminaron de recorrer los casi seiscientos metros de espacio, llamaron al timbre.

—¡Yo voy! —Summer salió corriendo y se tropezó—. ¡Estoy bien! ¡Estoy bien!

Tu Nombre me sabe a MentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora