12. Sin llamadas

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—Elliot es tu turno. —Steven lo golpeó con el mando en la pierna—. Espero que sigas jugando tan mal como hasta ahora.

Cogió el mando de la consola con desgana y empezó a luchar contra Kieren. Elliot no podía quitarse a Lyeen de la cabeza. Sentía una opresión en el pecho, nervios constantes y tenía el interior lleno de cavilaciones. Muchas cavilaciones. Porque si Elliot solía quedarse pensativo, ahora lo hacía más a menudo. Perdió en un momento y se sintió aliviado porque se hubiera terminado la partida.

—Madre mia, que mal. —Steven se rió—. ¿Qué te pasa?

No contestó y se levantó del sofá. Habían quedado en casa de Jake —que tenía un apartamento bastante grande y lo último en tecnología— para disputar el torneo semestral de videojuegos. Él llevaba años siendo el campeón indiscutible, pero estaba a punto de perder su título. «La verdad es que me da igual», pensó cuando salió al balcón; dejó que el aire frío lo despejara.

—Elliot —dijo Jake que también salió—, ¿estás bien?

—Pues... —Se apoyó en la barandilla—. Creo que no.

—¿Qué te pasa?

Observó a su amigo: Jake siempre había sido una persona tranquila que sabía escuchar. Además fue el primer amigo que hizo en el instituto cuando se mudó con su abuelo.

—Creo que me gusta alguien —dijo al fin.

—Eso es genial. —Jake le puso una mano en el hombro.

—¡He vuelto a ganar! —Steven sacó la cabeza por la puerta corredera— ¿Qué pasa?

Jake lo miró y le dio una sonrisa de apoyo. Sabía que sus amigos lo ayudarían cada uno a su manera, y decidió que cualquier consejo sería bueno.

—Vale, sólo si no te burlas.

—Qué no... —contestó Steven—. Va cuenta.

—Pues... es que... me gusta una chica.

—¿Sí? —Kieren se asomó por la puerta y al segundo estornudó.

—Será mejor que vayamos dentro —dijo Steven—. Antes que Kieren se nos muera.

Elliot se sentó en el sofá y le dio un trago a su bebida. Los demás se sentaron a esperar que hablara.

—Vamos, que me muero por saberlo. —Steven se frotó las manos expectante—. ¿Era esa con la que hablabas por teléfono? —Él sólo asintió—. ¡Lo sabía! —Golpeó el brazo de Jake.

Para Elliot no fue fácil, pero nunca se había sentido tan perdido. Les explicó la historia entera y ellos escucharon atentos.

—Deberíais verla, es tan perfecta... además es muy inteligente y tremendamente dulce. Si vierais cómo sorbe el té...

Calló cuando se dio cuenta que se había explayado demasiado; sus amigos lo miraban fijamente.

—Alguien está coladito —dijo Steven—. Tienes que declararte y decirle exactamente eso. —Se cruzó de brazos—. Además estoy harto de ser el único con novia en el grupo.

—Bueno, yo tengo a Scarlett —dijo Kieren.

—¿Te refieres a tu vecina? —Asintió— ¡Pero si pasa de ti! —Kieren agachó la cabeza—. Vamos, que es broma, no te enfades... —Le dio un golpe en la espalda, cosa que pareció que lo animó un poco.

—Yo opino como Steven —dijo finalmente Kieren—. Deberías decírselo.

—Sí, porque sino entrarás en la zona de amigos —continuó Steven.

Tu Nombre me sabe a MentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora