11. Nunca más

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—¿Hola? —El eco de la voz de Zack se hizo con el lugar. Lyeen sólo escuchó unos pasos, por lo que se sintió aliviada—. ¿Lyeen? —preguntó cuando la vio en la distancia. Ella se giró y lo saludó con una mano; dejó su bolsa de deporte en el suelo y se acercó—. Hacía mucho que no te veía por aquí...

Calló cuando vio a Elliot y le lanzó una mirada llena de antipatía.

—Me apetecía pintar un rato. —Se quitó la máscara— Oh, te presento al doctor Caws.

—¿Doctor?

—Puedes llamarme Elliot. —Se quitó la máscara y se puso de pie para darle la mano.

Zack se la estrechó evasivo y se dirigió a Lyeen:

—¿Qué estás haciendo? —Ella entrecerró los ojos—. ¿Y Tyler?

«Siempre la misma historia». Empezaba a estar cansada de todo el mundo, cansada de que pensaran que ella era propiedad de Tyler, cansada de que no la dejaran ser libre. Se puso de nuevo la máscara y continuó pintando.

—Ni yo soy suya, ni él es mío. Nunca más.

—Pero si estáis hechos para estar juntos...

—Tú sabes la verdad, Zack. —Lyeen buscó las fuerzas en su interior—. Sabes lo que he sufrido y las veces que lo he perdonado. —Lo miró de reojo—. ¿Tú lo hubieras hecho?

—Yo...

—¿Lo hubieras perdonado?

—Lyeen, yo...

—Yo lo hice. —Se quitó la máscara—. Tantas veces que aún me siento como una idiota. Pero nunca más, Zack. —Apretó los puños con fuerza—. Nunca más.

El chico se quedó callado y miró el suelo gris.

—Lo siento mucho. Soy un imbécil. —Le puso una mano en el hombro—. Tienes derecho a ser feliz. Y no fuiste una idiota, sólo es que estabas enamorada.

—¿No es lo mismo? —Le dio un breve apretón en su mano.

Se oyó de nuevo la puerta y a continuación unas heterogéneas voces. Lyeen abrió mucho los ojos.

—Tranquila, Tyler no va a pasar por aquí.

—¿Zack? —Uno de sus amigos, Lee se acercó a ellos— ¡Un momento! ¿Estás con la gran leyenda? ¡Señoras y señores: LadyFlash!

—¿Quién es tu amigo? —preguntó Frank a Lyeen.

—Ey, chicos, vámonos. —Zack pasó los brazos por la espalda de ambos.

—¿Y Tyler? —preguntó Lee.

—Dejadla en paz, y a él ni una palabra, ¿oís? —Se los llevó, pero antes le proporcionó a Lyeen una mirada confortable.

Ella resopló y notó como su alma se mitigaba.

—¿Estás bien? —preguntó Elliot.

—Sí, lo siento. —Meneó la cabeza—. Creo que por hoy es suficiente. —Se puso de pie e intentó ocultar las lágrimas que se le habían escapado.

—Puedes llorar. —Lyeen se quedó tiesa—. No tienes porque avergonzarte.

Negó con la mano, se limpió las lágrimas y continuó recogiendo. Agradeció el gesto, pero se había prometido a sí misma que sería fuerte, y no se podía permitir el lujo de llorar por Tyler.

Al salir, la oscuridad de la noche era total. Recorrieron el mismo camino de vuelta y ella lo dejó al lado de su coche.

—Gracias, ha sido una noche... interesante. —Elliot sonrió.

—Supongo que sí.

—Oye.. sé que no te apetece hablar de lo que ha pasado pero... ¿LadyFlash? —Se cruzó de brazos y la miró curioso—. ¿Eres una leyenda? —Ella rodó los ojos—. Me muero de curiosidad por saber más.

Le gustó que no le preguntara por Tyler.

—Es una larga historia... y no soy una leyenda ni nada...

—¿Me lo contarás algún día?

Asintió y ambos se quedaron en silencio. De fondo, las sirenas y las voces lejanas desaparecieron. Se fijó en que a Elliot, le empezó a salir un vapor azul, y las notas de piano volvieron a aparecer. Se aproximó a ella unos pasos; «Va a besarme», el latido de su corazón se transformó en un tambor de guerra.

—Lyeen. —La voz de su hermano los interrumpió.

La música dejó de sonar, Elliot dio un paso atrás y el vapor desapareció. Frustrada se dió la vuelta.

—Trevor, ¿qué haces aquí?

—¿Quién es ese? —preguntó señalándole con un dedo.

—Es el doctor Caws.

—Puedes llamarme Elliot. —Cuando fue a darle la mano, su hermano se puso las manos en los bolsillos.

—No te acerques a mi hermana —escupió Trevor con cólera.

—¡Trevor! —Le dio un leve empujón—. ¿Qué haces?

—¿Has oído, doctorcito? —Se apartó de ella.

—¿Cómo dices? —espetó Elliot, dando un paso adelante— ¿Qué crees que voy a hacerle?

—Trevor, ve a casa. —Lyeen lo volvió a apartar.

—Ibas a besarla, pero ella ya sale con alguien.

Lyeen se hartó y asió a su hermano por el cuello de la chaqueta y lo arrastró hasta su moto.

—Basta. Nos vamos a casa, ponte el casco.

Trevor balanceó la cabeza y la obedeció. Lyeen antes de subir a su moto, observó al doctor: estaba cruzado de brazos, sin vacilar y con el ceño fruncido. Pero cuando la miró a ella, le pareció que su furia desaparecía. Le regaló una leve y atribulada sonrisa de despedida y se subió a su coche.



***

¡Hola a todo el mundo! Como siempre gracias por leer y espero que estéis disfrutando de esta historia tanto como yo al escribirlas n_n 

Tu Nombre me sabe a MentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora