19. El tiempo es tan cruel

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Elliot observó a Lyeen que yacía a su lado. Acarició su rostro con lentitud y sonrió al ser tan afortunado.

—Quédate —le dijo cuando vio que ella miró la hora en su móvil.

—No sé si debería. —Él se acercó para darle besos en el cuello y tal vez así convencerla—. Elliot. —Ella rió, y oír sus carcajadas no podía hacerle más feliz—. Está bien, me quedaré. —Se levantó y se cubrió con una sábana—. Voy a avisar a casa, ahora vuelvo.

Elliot asintió, y sin evitarlo la asió por las caderas y la tumbó encima de él para besarla. Lyeen se dejó llevar y ambos se fundieron unos minutos.

—Si quieres que me quede...

—Está bien, está bien. —La dejó ir y vio cómo entró en el baño.

Elliot soltó aire y se tumbó para mirar el techo y esperarla. «Te estás enamorando como un idiota», pensó y luego sonrió porque era el idiota más feliz de la tierra. Cuando ella salió se tumbó a su lado, y se dedicaron a darse besos durante un rato.

—Es un poco tarde —dijo Lyeen tras bostezar—. Son las dos de la madrugada.

—Está bien.

«Maldito el tiempo cruel y su manía de transcurrir», pensó mientras dejaba caer su almohada al suelo y se tumbaba en la madera.

—¿Qué estás haciendo? —le preguntó Lyeen asomando la cabeza.

—Dormir —dijo él como si nada. «Vas a tener que contárselo...».

—En el suelo... —Frunció el ceño.

Elliot se incorporó y apoyó los codos sobre la cama.

—No me gusta dormir en esta cama.

—¿Por qué?

Cerró los ojos con fuerza y dejó caer su cabeza en la almohada.

—Pues... cuando me gradué en la universidad y volví a casa, mi abuelo cambió el mobiliario de la habitación y... —Reunió fuerzas para seguir, porque temía que lo tomara por un lunático—. Bueno, al día siguiente de dormir aquí murió la vecina de arriba. —Notó la mirada de Lyeen—. Al siguiente día murió el padre de la señora Matts... y el tercer día murió mi abuelo.

Cuando terminó, ella lo miró extrañada:

—Tú eres científico, ¿no? —Se acercó más— ¿Cómo puedes creer que tenga relación?

—No lo sé. —Se encogió de hombros—. Pero precisamente porque soy científico, no puedo saber si puede volver a pasar. ¿Para qué arriesgarme? Supongo que piensas que estoy loco o algo así.

Lyeen no contestó y dejó caer una una almohada a su lado y se tumbó también en el suelo.

—¿Qué haces?

—Si me quedo es para dormir contigo —le dijo apoyando su cabeza en su pecho—, pero deberías de comprar una cama nueva, porque no sé si sobreviviremos durmiendo muchas noches en el suelo...

—¿Muchas noches? —Elliot besó su frente—. ¿Podrían ser todas las que vendrán?

Ella no dijo nada, y cerró los ojos con una sonrisa.

***

Elliot se despertó con los primeros rayos de sol que entraron por la ventana. Vio que Moby estaba a sus pies, y se preguntó cómo había entrado. Oyó un ruido en la cocina y con cuidado, sacó el brazo de debajo del cuello de Lyeen y salió para ver a su madre.

—Buenos días, ¿ya te marchas? —dijo al verla perfectamente vestida, tomando una taza de té.

—He quedado con unos colegas antes del simposio.

—Está bien. —Encendió la cafetera.

—Sé que no debería decirte nada, porque ya tienes veintiséis años, pero...

—Si sabes que no deberías decirme nada, ¿por qué lo haces?

—Elliot, esa chica no te conviene. —Cerró los ojos frustrado—. Está claro que sólo es interés económico.

—¿Interés? —Se dio la vuelta deprisa.

—Vamos, Elliot, ¿no es obvio? Ella es latina, ya sé sabe a lo que van... seguro que tiene novio y se están riendo de ti.

—¿Es broma? —No podía creerse que fuera tan racista.

—Está bien, supongo que ya es tarde y has caído en sus redes. Sólo te puedo pedir que uses protección, ya se sabe que se quedan embarazadas con apenas rozarlas.

—Quiero que te marches de mi casa.

—Me marcharé cuando me termine el té —dijo dando un sorbo con tranquilidad.

Elliot se acercó, le arrancó la taza de las manos y vació el contenido en el fregadero.

—Ahora que no te queda té, ¿puedes irte ya de mi casa?

—Elliot, yo no te he criado para que te comportes así...

—¿Criarme? Más bien manipularme. Quien me educó fue el abuelo, tú estabas demasiado ocupada destrozando la vida de papá.

—Fue él solito quien se metió en problemas.

—¿Por qué sigues aquí? —Elliot estaba cada más furioso—. Por favor, márchate.

Se levantó con la cabeza alta y salió de la cocina. Finalmente, oyó como la puerta de la entrada se cerró.

Elliot le dio una patada a la silla, y soltó aire con fuerza. Se sentó y apoyó la cabeza sobre la mesa de madera. «Lyeen siente algo por mí, no está con nadie más...», pero el nombre de Tyler le pasó como un rayo veloz. «Ella no lo negó...» Meneó la cabeza confundido. Y miles de pensamientos negativos le hablaron uno tras otro, haciendo que se sintiera cada vez peor.

—Buenos días —dijo Lyeen que apareció con Moby en sus brazos—. ¿Qué te pasa?

Levantó la cabeza para mirarla.

—¿Tyler es tu novio? —preguntó sin filtros.

—¿De qué hablas?

—¿De qué hablo? —Se puso de pie— ¿Qué no has entendido de mi pregunta? —Lyeen lo miró perpleja—. Te pregunto si sales con ese tío.

—Por supuesto que no. —Dejó a Moby en el suelo—. ¿Por qué...? —Elliot no redujo la intensidad—. ¿Sabes qué? Será mejor que me vaya.

—¿Irte? —La siguió hasta la habitación— ¿No vas a contarme quién es? ¿Por qué todo el mundo dice que salís juntos?

—Elliot, no entiendo a qué viene esto. —Se vistió con celeridad—. No quiero hablar de él, no me quiero acordar de él. No ahora.

Notó que estaba a punto de llorar, y se dio cuenta de lo idiota y poco sensible que había sido con ella, pero no dijo nada. Lyeen cogió su bolso y recorrió el pasillo. Se paró delante de la puerta unos segundos, luego meneó la cabeza y salió dando un portazo.

—Mierda. —Se dejó deslizar hasta el suelo y se puso las manos en la cabeza—. Mierda. —Su gato se acercó y lo miró—. La he cagado con la mujer más maravillosa de la tierra, Moby. Soy un imbécil.


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¡Hola a todo el mundo! Espero que estéis bien y que os haya gustado este capítulo ^^

Tu Nombre me sabe a MentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora