3. La ninfa de la noche

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—Usted debe ser Lyeen García.

Un chico menudo y rubio le abrió la puerta y la invitó a entrar. A Lyeen, el lugar le pareció demasiado silencioso y con poca personalidad, pero a veces necesitaba estar en lugares así para poder vivir como lo hacían los demás. Cuando estaba a punto de sentarse en el lugar indicado por el chico, la puerta del despacho se abrió de forma abrupta. Trevor entró, y a Lyeen le salió el corazón del pecho.

—Soy Trevor García, tenía que venir.

—Oh sí, lo esperábamos —respondió el ayudante, mientras intercalaba su mirada en ellos dos—, ¿os conocéis?

Cuando estaba a punto de contestar, su hermano se interpuso:

—No la conozco de nada.

Luego se puso las manos en los bolsillos y empezó a silbar. Lyeen no había visto una peor actuación en su vida.

—Oh, está bien. Disculpen voy a avisar al doctor.

Cuando se fue de la habitación, le pegó un fuerte puñetazo en el antebrazo de su hermano.

—¿Eres idiota? ¿No te dije que te fueras? —susurró ella— Vas a estropearlo todo.

—Mira, lo he pensado y yo también quiero ayudar en casa. Tengo que intentarlo, y sólo tenemos que fingir que no nos conocemos de nada.

—Somos hermanos, nos apellidamos igual.

Además, físicamente se parecían bastante. En realidad los tres hermanos lo hacían: de piel aceitunada, constitución delgada y todos tenían el cabello lacio y de color azabache, igual que los ojos, que podían confundirse con la misma noche.

****

—Doctor Caws, las citas de hoy están aquí.

El ayudante de Elliot era un joven de segundo curso que había empezado hacía solo una semana. Tenía mucho talento y era muy inteligente, por lo que no dudó en contratarlo.

—¿Puedes hacerles el test tú? —dijo mientras se frotaba los ojos, apenas había dormido. Pensó que así se libraría de otra decepción mayor— Si pasa el primer test, entonces continuaré con la entrevista.

—¿Está... está segur... seguro?

—Sí, lo harás bien, Peter.

El ayudante asintió con vehemencia y salió por la puerta. Siempre que lo veía caminar, pensaba que, si los enanos de los bosques existieran, andarían así.

Elliot continuó corrigiendo trabajos, preparando clases y revisando correos electrónicos, entre ellos, un frío correo de su madre, que decía que viajaría a San Francisco en unas semanas para dar un simposio y esperaba que disfrutaran de un tiempo juntos. A Elliot no le apetecía en absoluto verla, y pensó que si tuviera una máquina del tiempo la usaría para evitar el encuentro. Cerró el mensaje y lo marcó como no leído, como si así fuera menos real.

Una hora más tarde, alguien llamó a la puerta y la cabeza de Peter se asomó con una leve sonrisa.

—Doctor Caws, creo que hoy es nuestro día de suerte.


Se dirigió con celeridad hasta la sala B-2, donde la chica lo esperaba. Según su ayudante, claramente tenía sinestesia, y un grado bastante grande, ideal para el estudio. Elliot decidió ayudar a su compañero de la universidad, Andrew Thyme, que trabajaba en la universidad de Yale. Aunque no era su campo de especialización, había decidido participar. Se paró justo delante de la puerta metalizada, recordó el nombre: «Lyeen García».

Tu Nombre me sabe a MentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora