Capítulo XXI

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Andrea se estaba haciendo cargo de los últimos detalles de la boda. Esa noche sería su despedida de soltera. Al día siguiente tendría que revisar que todo lo demás estuviera listo: confirmar la hora de entrega del restaurante; llamar al padre para confirmar que el organista esté a la hora; hablar con la mayor cantidad de invitados posibles para confirmar su asistencia; ir a verificar que las flores con las que están haciendo los arreglos florales para las mesas de la reservación y la iglesia sean las indicadas; confirmar que el salón esté listo para la hora en la que los invitados lleguen. Ella se estaba haciendo cargo de todo, todo para que Jeyko tuviera tiempo de hacer el pastel sin distracciones, más que la de Ángel y sus amigos. Su única tarea era esa, y Andrea confiaba en que no la decepcionaría.

Pero Jeyko no tenía nada que hacer. Había preparado el almuerzo y estaban todos en la sala aburridos comiendo el platillo que había cocinado. Preparó costillas de cerdo y las doro en el horno con salsa barbacoa, las acompañó con papas a la francesa y ensalada dulce. Alex finalmente intervino en el silencio de la sala.

—¿Sí no tienes nada que hacer porque no nos vamos a algún lugar?

—¿Al gran conejo? Vamos a ir mañana —Respondió Jeyko.

—Sí, pero no me refiero a eso. Aún es temprano, si nos vamos ahora lograremos llegar a un pueblo cerca, beber un par de cervezas, bailar al lado de la piscina de un hotel, conocer un par de chicas lindas. ¡Vamos! esta ciudad se siente cada vez más fría y ninguno trabaja mañana, nos calentamos la cola y volvemos para la despedida de soltero de Jey, tenemos el tiempo —Jeyko levantó los hombros resignado, hace mucho no salían de viaje y después del domingo pasaría mucho tiempo antes de que pudieran hacerlo—. Oh vamos, no hagan esas cara. Juan vamos al apartamento por un par de cosas, nos vemos en hora y media en el terminal.

Alex era así, impulsivo. Luego del regreso de Juan se había sentido mucho más tranquilo. Era curiosa la forma en la que funcionaban sus lagunas mentales, para ese momento no recordaba que Juan se hubiera ido, pero sí recordaba haberse quedado con Jeyko y Ángel, como si su memoria hubiera ubicado a Juan a su lado. No encontraba la forma de justificar el cómo pasaban las cosas, solo sabía que así había sido, y siempre que no le hicieran comentarios de lo sucedido él no tenía complicaciones. Ya sabían que era así, que no debían hacer comentarios de lo ocurrido sin que Juan les dijera de que podían hablar, para no alterarlo. Un comentario fuera de lugar lo pondría a pensar acerca de lo sucedido, y si él no lograba encontrar orden en sus pensamientos, en sus recuerdos, podría volverse loco, hasta caer en un sueño profundo que de nuevo lo haría olvidar.

Desde que Jeyko volvió al apartamento no había tenido oportunidad de hablar con Ángel. Este se había mantenido alejado. Pensó que después de lo que habían hecho Ángel estaría mucho más cerca de él, cariñoso, y ansioso de hecho, pero al contrario parecía inmerso en sus pensamientos. Una vez Alex y Juan se fueron intentó acercarse. Pero Ángel se había alejado intentando buscar entre las cosas de Jeyko algo que él pudiera usar en su improvisado paseo, no tenían mucho tiempo y Jeyko le siguió el juego.

De los cuatro Jeyko era el único que sabía manejar. En los tiempos de la academia, mientras salía con Mateo, este se había encargado de enseñarle. Le había dedicado muchas horas de cada día, hasta que finalmente le había tomado gusto al asunto. Después de eso no fue mucho lo que tuvo que invertir para conseguir la licencia. Dentro de sus planes a corto plazo estaba el deseo de comprar un auto, uno que le diera la facilidad de moverse en la ciudad a su gusto, con su esposa y sus amigos. Se amargó un poco ante el pensamiento. Antes de conocer a Andrea, Ángel había sido siempre quien ocupaba el lugar de copiloto a su lado, y cuando Andrea entró en su vida ni siquiera se había detenido a pensar que Ángel obligatoriamente saldría de ese cuadro. Estaba seguro de comprar un auto lo suficientemente grande para que sus tres amigos pudieran ir cómodamente en la parte de atrás del vehículo. empezaba a ser consciente de cómo poco a poco las metas y sueños que había tenido en su cabeza iban cambiando por la influencia de las acciones que se iban llevando a cabo. El inquilino del apartamento 602, con el que solían salir a jugar fútbol o incluso ir al gran conejo, que estaba invitado a su boda y a su despedida de soltero, solía prestarle el auto en ocasiones como esa. Sin pensarlo dos veces lo llamó. Sería interesante viajar juntos en el auto, sin la incomodidad de una flota repleta de gente llevando gallinas y paquetes enormes en el pequeño espacio de la flota. Efectivamente Carlos le prestó el auto. Le comentó la noticia a Ángel que sonrió satisfecho, sin duda sería mucho más cómodo, incluso podría llevarlo hasta su casa para buscar algo allí que fuera suyo. Inmediatamente llamó a los otros a avisarles que pasarían a recogerlos en media hora. Alex estaba satisfecho. Sabía que Jeyko no era el tipo de persona a la que le gustara andar incómodo o negándose las cosas, por eso su refrigerador y alacenas estaban siempre llenas de cerveza y comida. Por eso su apartamento era el mejor equipado. Ganaba lo suficiente y eso le permitía darse los pequeños lujos que se daba y al tiempo ahorrar el dinero que necesitaba para abrir su propio local.

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