Capitulo I (segunda parte)

61 10 0
                                    

Fueron a un bar cerca del edificio de Jeyko El Gran Conejo. Un bar que habían empezado a frecuentar siendo menores de edad, justo antes de graduarse del colegio. El dueño es su amigo, Alex y Juan, en tiempos dónde aún eran estudiantes, lo habían sacado de un aprieto con una mujer que buscaba apropiarse de sus propiedades y su dinero. Ellos se habían "encargado" de ella, habían encontraron la forma de hacer que no se acercara más a él. Fue fácil, solo hicieron que el hombre más peligroso del barrio se enamorara de ella, y que luego la reclamara como suya, a lo cual la ella no se negó, el maleante ofrecía lo mismo que el cantinero le había ofrecido cuando recién la conoció, solo que, en doble cantidad, así que fue fácil. El pequeño trabajo de Alex y Juan les había otorgado de por vida la mejor mesa del lugar, un descuento en lo que bebieran, y mientras fueron adolescentes un escape a sus hormonas. Eran pasadas las diez de la noche cuando llegaron al lugar, su mesa estaba vacía, como era costumbre, solo bastaba con hacerle una llamada a Don Conejo para que fuera así, sobretodo después de que se enteraron como la mujer había dejado en la quiebra al maleante más poderoso de la zona, sentía que prácticamente les debía la vida.

Muchas de las mujeres con las que se relacionaba Ángel las había conocido en el bar. Su mesa estaba ubicada cerca de la pista de baile, pero al mismo tiempo retirada lo suficiente como para poder observar todo el lugar. Desde ese lugar Ángel podía tener una visión completa de las mujeres que entraban en el bar, adivinar que mujeres venían solas y querían seguir así, los grupos de amigas, quienes discutían y quienes buscaban lo mismo que él. A través de los años había perfeccionado su sexto sentido, pronto descubrió que tipos de mujeres gustaban de él, y cuales se irían con él esa misma noche. Pero esta noche era diferente, cuando llevaron la primera ronda de cervezas a la mesa Alex ofreció un brindis por Jeyko y su loca decisión, las botellas resonaron en el aire y Ángel pudo imaginar el sonido de las campanas en la iglesia, pudo ver a Jeyko frente al altar diciendo el esperado sí, pudo verse a su lado con los ojos en blanco, como un autómata.

—No te cases.

El sonido de las botellas chocando ya se había acallado y Jeyko ya tenía el líquido en su boca, líquido que no pudo evitar escupir ante la petición que hacía su amigo. El lugar a pesar del sonido, de la bulla generada por la música y las conversaciones en la mesas contiguas pareció quedarse vacío, los ojos de Ángel se abrieron de par en par al descubrir que sus pensamientos habían salido expresados en voz alta, que había dicho algo sin estar seguro porque lo decía. Alex soltó una carcajada y cruzó uno de sus brazos por encima de los hombros de Ángel.

—Tranquilo, no dejaremos que se aleje de nosotros, ya veraz que cada sábado estará aquí en esta mesa, igual que hoy, igual que siempre, te lo prometo.

Jeyko no había comentado nada solo se había quedado mirándolo. Era la segunda vez en esa tarde que parecía no reconocerlo, en el apartamento había sido igual, se lo estaba tomando mal, él sabía que sería difícil aceptarlo, pero confiaba en que Ángel finalmente cedería y entendería que Andrea era la mujer que él quería. Pero por el contrario le pedía a plena voz que no se casara, no había tenido la oportunidad de preguntarle por qué le pedía eso, el comentario de Alex había cambiado el rumbo de la conversación y Ángel en toda la noche no había vuelto a decir nada, es más, pudo adivinar que el tema había sido olvidado al encontrarlo cerca de la barra invitando un trago de vodka a una mujer.

¿En realidad era miedo lo que sentía?, es decir ¿por qué le molestaba tanto que él se casara? estaba consciente de que el momento llegaría y no podría hacer nada para evitarlo. —Ella es una buena mujer— se repetía a sí mismo tratando de convencerse que era eso lo que le perturbaba, él al igual que Alex trataría de que las cosas no cambiarán mucho, aunque esto pareciera imposible.

Vio a una mujer en la barra, luego de varios minutos descubrió que estaba sola, y también que había bebido cuatro vasos de Whiskey uno seguido del otro, era obvio que estaba triste, él también se sentía así. Ella a primera vista era el tipo de mujeres a las que solía acercarse, mujeres con cuerpo de modelo y cara bonita, pero al ver las lágrimas luchando por salir en sus ojos supo que no era igual a todas ellas, supo que por más que intentara llevársela a la cama esa noche no lo lograría, también supo que era perfecta para alejarse por esa noche de la mesa, para irse del lugar, e ir a su cama en casa de sus padres a pensar, pensar en las cosas buenas que esa decisión, que no era suya, traería a su vida. Efectivamente la mujer estaba triste, había perdido su trabajo al acceder dormir con su jefe, no busco en Ángel un consuelo, por el contrario, se alegró al descubrir en él la misma desesperación de ella, a pesar de que este ni siquiera mencionó el tema. Hablaron toda la noche, bailaron un par de canciones y al final se besaron, como si estuvieran obligados a continuar un ritual; a ella se le había ido momentáneamente la tristeza, Ángel la había convencido de que cuando empezara un nuevo día descubriría que hacer, aunque al momento de decir esas palabras se lo decía más a sí mismo que a ella. Luego de que se pasaran las horas conversando perdió el deseo de irse a su casa, pero tampoco quería ir donde Jeyko que pasadas las dos de la madrugada se acercó a la barra junto a ellos a despedirse y ofrecerle la habitación como escondite esa noche. Al despedirse lo abrazo como siempre lo había hecho, un abrazo fraternal, reconoció la colonia que Jeyko usaba desde que se convirtiera en adulto, esa que según él le ayudó en su primera conquista, el olor de sus cabellos, similar al suyo, observó sus ojos al negarse a ir con él, y descubrió el color aguamarina en ellos. Tenían casi quince años de amistad y jamás había visto sus ojos, no sabía qué color tenían, y le sorprendió verse a sí mismo pensando en eso, tenía unos ojos hermosos y lo único que pudo hacer fue reiterar el no hacia su invitación, se quedaría con ella, así no hicieran nada, solo quería estar lejos de todo lo que le recordase que él se iba a casar.

Indicio de AmistadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora