Capítulo 20

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Día de misiones.

Día de misiones

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En los días transcurridos, no hubo muchas complicaciones con cuestiones de tareas en el hogar, generalmente fue Victor el que decidió ocuparse de la mayoría de estas, ya sea cocinar, lavar y demás. Le costó familiarizarse con la ubicación de los objetos o el uso de peculiares artefactos. Era bastante curioso para él cómo ciertas rocas podían refrigerar y mantener en estado los alimentos, o las que ardían en llama como si fuesen carbones y calentara el agua. El uso de ciertas hierbas, flores y cortezas para condimentar comidas, el peculiar cultivo ubicado detrás de la casa donde se alojaba gran variedad de verduras y frutas. Algunos de estos elementos nunca los había visto en su vida y tuvo que recibir las explicaciones del hechicero o la pequeña, cómo utilizarlos y para qué usarlos. Había varios libros de recetas que aprovechó a leer pero para lo demás, siempre estaba Shiori que lo llevaba de un lado a otro relatándole cada cosa a su alrededor. Yuuri la gran parte de su tiempo lo transcurría en las habitaciones subterráneas, donde realizaba sus trabajos y tenían el paso prohibido allí.

—Entonces, esta hace la comida más... —Victor levantó en su mano una hierba de tonos morados. Estaba elaborando el almuerzo junto a Shiori—, em... ¿dulce?

—¡Mal! —exclamó la pequeña a su lado, ella estaba de pie sobre una caja para poder ver lo que cocinaba Victor.

En la encimera se ubicaban varias verduras lavadas previamente y un par de codornices que cazó Victor junto a Makkachin por la mañana.

—¿Entonces? Si esta es igual que esta —levantó otra hierba en su mano.

—¡No! Esa es como orégano pero no es orégano, la que agarraste antes es Apium Purpura, y es picante —contaba la niña como si fuese lo más normal y obvio a saber. Ella estaba acostumbrada a que su tío le relatara todo lo que le colocaba a las comidas y para qué servían.

—Veamos... —tomó el libro de recetas y comenzó a leer detenidamente—, y a ti no te gusta el picante me has dicho. Ya hemos comido dulce, entonces, ¿dónde está la sal?

—¿Sal? —se bajó de su caja y caminó hasta una especie de baúl—. Aquí hay sal, pero tienes que abrirlo tú porque es muy pesado para mí.

—¿Quién guarda la sal en un baúl? —se dirigió hasta la ubicación de ella, que dio un paso atrás, y él tomó la manija del baúl para abrirlo, costándole realmente porque se había sellado con trozos de hielo desde el interior—. ¿Pero qué? —mantuvo abierto con ambas manos mientras que la niña metió sus manos rápidamente para tomar un trozo de ese hielo.

—¡Lo tengo! Puedes cerrar, ¡Wa, wa! —pasaba de una mano a otro el trozo por lo frío que estaba y congelaba sus dedos.

—Eso es hielo, no sal —cerró rápidamente y miró a la niña pensando que le estaba jugando una broma.

—¡Es sal! —rió y arrojó el trozo de hielo hacia el platinado.

Una vez en sus manos y apresurándose para arrojarlo en una olla, Victor agitó sus manos cuyo frío de a poco comenzó a atenuarse y en dónde debería ser agua la que se derritiera en su piel observó una especie de arena blanquecina. Lamió inseguro esas partículas, descubriendo que efectivamente sabía salado. A su vez, el hielo que cayó en la olla tampoco se derritió en forma de agua, se volvió polvo y de esa forma ahora sí lucía como la sal.

Bohemia vida de un inusual hechicero. - [ Victuuri ]Where stories live. Discover now