—Tú —le gruñó—. Vas a venir conmigo.

Mi cuerpo se quedó rígido al escucharle hablar. Un sudor frío bajó por mi cuello mientras contemplaba a Cassian, sin saber qué decir. ¿Iba a entregarlo? Dioses, ¡esperaba que no fuera tan estúpido de hacerlo! Las consecuencias de atraer a los Sables de Hierro hasta allí para que pudieran atrapar a Darshan no iba a reducirse a un simple arresto: ellos no se conformarían con ello, querrían saber más.

—¡No puedes entregarlo, maldita sea! —le grité, exasperada.

Los ojos de mi amigo se encontraron con los míos. La rabia era más que palpable en su mirada y la línea de su mandíbula; Eo dejó escapar un sonidito preocupado a su espalda, consciente de lo complicado que resultaría frenar a su hermano una segunda vez.

—No voy a entregarlo —me corrigió con frialdad y luego frunció el ceño—. Al menos, no de momento.

No sentí ningún alivio por ello. Todavía nos encontrábamos andando en la cuerda floja, sabiendo que Cassian tenía las riendas de la situación; mi amigo podía cambiar de opinión en cualquier instante... y podríamos tener allí a los Sables de Hierro en un simple chasquido de dedos. Me limité a sostenerle la mirada a Cassian, intentando anticiparme a sus intenciones.

Pero el rostro de mi amigo se había cerrado a cal y canto.

—Cassian...

—Vamos a ir a la salita —propuso, aunque más bien sonó a orden— y vas a decírmelo todo.

Tragué saliva ante la dureza que había en su tono de voz. Era la misma que le había visto utilizar con otros miembros de la Resistencia que se encontraban a su cargo; en aquellos momentos no estaba viendo a mi amigo, sino a uno de los miembros más relevantes dentro de las esferas donde nos movíamos dentro del grupo.

Consciente de que no podía hacer nada más, asentí con derrota y contuve un suspiro mientras mi amigo fulminaba con la mirada por última vez a Darshan antes de dar media vuelta y dirigirse hacia Eo, que le acompañó por el pasillo, abandonando mi pequeño dormitorio.

Miré al chico, escondiendo a toda prisa mis sentimientos bajo una capa de aparente indiferencia. Los ojos de Darshan refulgían a causa del enfado que le embargaba después de habernos visto sorprendidos por la repentina llegada de mi amigo y su hermana menor.

—Es de confianza —dije, haciendo referencia a Cassian; Eo no era una completa desconocida para Darshan.

El chico enarcó una ceja, poniendo en duda lo que acababa de decir.

—Puedes confiar en que no te entregará... al menos de momento —repetí las palabras de Cassian, corroborándolas.

Aguardé cerca de la puerta, escuchando el trajín que llevaban mi amigo y Eo en la pequeña salita que colindaba con la cocina; mis ojos se vieron atraídos de manera inconsciente hacia el pequeño asiento que había bajo la ventana, donde la noche anterior deposité la comida que preparé para él. Sin duda alguna, había estado hambriento, pues no quedaba una sola miga en los desportillados platos.

Darshan dudó unos segundos antes de empezar a renquear hacia mí. Fruncí el ceño, estudiándolo de pies a cabeza; todavía llevaba las prendas del día anterior y era evidente que necesitaba un largo baño; el problema residía en los vendajes de su herida, un auténtico inconveniente. Valoré la posibilidad de ofrecerle una muda de ropa, pero me mordí la lengua, temiendo que pudiera ladrarme alguna mala respuesta.

—Será breve, te lo prometo.

O eso esperaba.

❈ ❈ ❈

EL TRAIDOR | EL IMPERIO ❈ 1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora