—¿Y qué te hace pensar que necesito que me salves, Cass? —pregunté.

No habíamos vuelto a cruzar palabra —ni vernos— desde que me acompañó de regreso a casa. Me resultaba extrañamente reconfortante que se hubiera presentado allí, pues eso significaba que quería arreglar las cosas; que aquella discusión quedaba en el pasado, olvidada.

Cassian se inclinó hacia mí con una expresión ensombrecida.

—El hecho de que continúes siendo una inconsciente —me respondió en voz baja.

Por encima de su hombro capté el gesto tortuoso de Eo, que se mordía el labio inferior con desazón. Las piezas encajaron de golpe y el estómago se me hundió al comprender qué había sucedido para provocar que Cassian acudiera rápidamente, y de ese modo; no pude evitar dirigirle una mirada decepcionada a mi amiga.

—Ella te lo ha contado todo —dije con voz neutra.

Eo se encogió sobre sí misma al verse introducida en la conversación. Darshan continuaba guardando silencio a mi espalda, quizá sopesando un plan de fuga después de haberse visto al descubierto.

—Estaba preocupada por ti —esgrimió, saliendo en defensa de su hermana; luego sus ojos volvieron a clavarse en Darshan—. Por todos los dioses, Jem, ¿qué has hecho?

—No podía entregarlo —mascullé.

Cassian se cruzó de brazos, irguiéndose para poder contemplarme desde los centímetros de altura que nos diferenciaban. Por la línea tensa de su mandíbula supe que no estaba de acuerdo con mi decisión, y que él no tendría problema alguno en hacer lo que yo no había sido capaz.

Alcé una mano para dejarla apoyada en su musculoso antebrazo, pidiéndole con la mirada una oportunidad para que pudiera explicarme. Una parte de mí quería enfadarse con Eo por aquel desliz y las consecuencias que había traído consigo, pero no podía: la hermana de mi amigo estaba preocupada por dejarme a solas con un prófugo que podía haber intentado acabar con mi vida al menor despiste; nos preocupábamos la una por la otra. Y no podía culparla por ello.

—Vayamos a hablar —le pedí con suavidad.

Y, cuando creí que lo tenía todo bajo control, resonó la inconfundible voz de Darshan a mi espalda:

—Dijiste que estabas sola.

Tomé una bocanada de aire mientras Cassian alzaba su mirada hacia el otro para fulminarle. Luego miré por encima del hombro para toparme con el rostro ensombrecido de Darshan, que alternaba sus ojos en Cassian y en mí; debía sentirme aliviada de que, al menos, no hubiera aprovechado que yo hubiera caído rendida la noche anterior para poder huir sin que supusiera un obstáculo en su camino.

Pero el tono que había usado, casi acusador, me hizo olvidar que hubiera cumplido con nuestro pequeño —y desesperado— acuerdo que habíamos alcanzado. La tensión volvió a hacer acto de presencia y noté que el cuerpo de Cassian parecía prepararse para abalanzarse de nuevo contra Darshan.

Crucé mi antebrazo contra su pecho en una advertencia silenciosa, rezando para no tener que interponerme de nuevo entre ambos.

—Y lo estoy.

Cassian gruñó algo para sí mismo, con su incendiaria mirada todavía clavada en Darshan.

—Puedo explicártelo, Cass —dije a mi amigo, intentando que abandonara esa postura beligerante—: esto solamente es temporal.

El brazo de Cassian salió disparado hacia delante, cerca de donde se encontraba mi rostro; me mantuve inmóvil hasta que vi que había extendido su dedo índice, señalando a Darshan.

EL TRAIDOR | EL IMPERIO ❈ 1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora