Jocelyn removió una vez más mi poción y se apoyó sobre la encimera, cruzándose de brazos. Yo compartí con ella mi idea de una posible inversión por parte de los Paci, los antiguos inquilinos, para poder deshacerse de la casa; Jocelyn se mantuvo unos segundos en silencio, valorando mi aportación sobre por qué en estos últimos meses habíamos visto algo de actividad al otro lado de la valla.

—Es posible, Devin —me concedió—. Pero tenemos que tener cuidado de ahora en adelante.

Jocelyn ya había cumplido la mayoría de edad, pero Wendy y yo aún no. La huida de Babenne de Ravenscroft Manor no había trascendido por el pueblo todavía, y la gente creía que nuestra descarriada madre seguía disfrutando de su ajetreada vida, regresando a la vieja mansión familiar; todos aquellos meses de ausencia los habíamos capeado bien, sin levantar sospechas.

Cualquier error por nuestra parte podría conducirnos a que alguno de los vecinos del pueblo diera la voz de alarma. Con la abuela fallecida, nuestro único familiar cercano era Fantine... y si los servicios sociales se enteraban del abandono de Babenne, podrían intentar obligarnos a que la hermana de mamá se hiciera cargo de nosotras... o cualquier otra familia en caso de que Fantine se negara.

Y eso podría significar que nos separarían.

Lo habíamos hecho bien en aquellos meses de ausencia de Babenne, y eso tendría que continuar: no podíamos permitir que nadie supiera lo que ocurría dentro de la mansión, en nuestra familia. Dirigí mi mirada hacia la ventana de la cocina cuyas vistas daban directamente a los terrenos de la casa que, según Jocelyn, estaba empezando a mostrar algo de actividad después de que los antiguos dueños optaran por marcharse.

Fruncí el ceño al ver un camión aparcado en el camino de la entrada. Las puertas estaban abiertas de par en par y era posible distinguir el contorno de multitud de cajas de cartón apiladas en su interior; dejé a Jocelyn cerca de donde reposaba mi poción para acercarme más a las ventanas. Deslicé el dedo sobre el pestillo y las abrí lo suficiente para que me llegara una bocanada de aire del exterior... y los sonidos.

Oí a niños gritando en las calles. Máquinas de cortar el césped haciendo su función. Ladridos de perro... Entrecerré los ojos cuando me llegó el sonido de otro ladrido, este mucho más cerca que los otros.

Percibí la silenciosa presencia de Jocelyn a mi espalda y pude imaginarla espiando por encima de mi hombro, tratando de ver más allá de la hilera de árboles que habían plantado en el camino de la entrada de la casa de los Paci.

—Son... cajas —comentó Jocelyn.

Puse los ojos en blanco ante la obviedad y contuve una sonrisita.

—Quizá viejos trastos de los que quieran deshacerse —elucubré.

El sonido de la puerta de la entrada cerrándose de un brusco portazo nos hizo dar un respingo. Me pregunté si la recién llegada sería Babenne, aburrida de sus pequeñas vacaciones, que había optado por alargarlas durante aquellos meses; Jocelyn y yo nos miramos con preocupación mientras escuchábamos pasos por el pasillo que conducía a la cocina.

Nuestras miradas se clavaron en la puerta cuando Wendy hizo su aparición, retirándose las elegantes gafas de sol que llevaba por encima de la cabeza y dedicándonos a ambas una sinuosa y seductora sonrisa; mi estómago dio un ligero vuelco de decepción al contemplar a mi hermana. Pero logré ocultarla lo mejor que pude.

Desde aquel día en que descubrí a Wendy en la parte trasera de aquel supermercado... Mi hermana parecía saberlo; tenía la inquietante sensación de que me había visto y que disfrutaba de ello, dispuesta a hacérmelo pasar mal en cualquier oportunidad que se le pudiera presentar.

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