-Adelante- dije sin despegar la mirada del armario.

-Al final te vienes con Bin y conmigo en el coche- Dijo Hamdan apareciendo por la puerta- Y también dice Mohammed que como no te des prisa ya te puedes ir buscando otra casa para vivir.

Si Mohammed quería guerra, guerra tendría.

-Estoy pensando en qué puedo llevarme- Mi angustia aumentaba por momentos, cientos de prendas se alzaban ante mis ojos. La rueda de prensa era a nivel mundial, debía ir bien arreglada.

-Déjame ver- Dijo Hamdan abriéndose paso en los armarios y ágilmente deslizando las prendas y echándoles un vistazo.

Mi cara debía de ser un poema.

-¿Qué? Me gusta la moda- Dijo Hamdan.

Rápidamente sacó un pantalón blanco con una blusa verde y una americana blanca. Lo miré.

-He elegido verde porque pega con tus ojos. Por cierto, lo mejor será que lleves el pelo algo recogido, que con el calor lucirás peor. Te esperamos fuera. Ah y Bin se está comiendo tus galletas- Dijo Hamdan mientras salía y cerraba la puerta.

-¡Dile que no se atreva a tocar mis galletas!- Grité mientras rápidamente me cambiaba.

No tardé ni cinco minutos y ya estaba lista. Me puse unos tacones a juego con la blusa y cogí mis cosas.

Al llegar al salón vi mis galletas, las cogí y las guardé en el bolso. Los chicos esperaban fuera, en los coches. El calor de Dubai, 35 grados desde por la mañana temprano chocaron en mi cara como si de fuego se tratase. En el segundo coche estaban Bin y Hamdan, así que decidí subirme con ellos. Porque en el primer coche iba Mohammed con Hashoom, y a Mohammed no lo quería ver.

Una vez en el coche, agradecí muchísimo el aire frío.

-Bienvenida señorita, abróchese el cinturón y relájese, ah y aquí puede comer sus galletas, sólo si las comparte conmigo- Dijo Bin mientras arrancaba e iba detrás de Mohammed.

Bin me caía muy bien, era muy agradable y la verdad es que era muy mono, pero yo le sacaba dos cabezas.

En el trayecto pude contemplar que desde las 10:00 de la mañana la ciudad rebosaba vida. Coches lujosos por todas partes adelantaban a velocidades increíbles y hasta seguro, fuera de lo permitido. Tras 20 minutos de viaje al fin llegamos a nuestro destino: un enorme edificio acristalado.

Un señor llegó para coger el coche y aparcarlo, así iban las cosas en Dubai. El calor era asfixiante, así que nuestra mejor opción era entrar dentro del edificio.

Un enorme recibidor con sillones y cómodos sofás, agua y varias personas nos recibieron.

-Buenos días señorita Irina, llega pronto- Dijo un hombre vestido de traje mientras miraba su móvil.

-¿Cómo que llego pronto?- No me lo podía creer, me giré hacia Mohammed con mirada asesina, y él encogió los brazos a modo de respuesta.

-No se preocupen, usted señorita debe ir al camerino a retocarse- Dijo el señor mientras llamaba a varias mujeres. -Ellas le llevarán y se encargarán de dejarla perfecta para la ocasión. Y ustedes caballeros podrán esperar ahí. Si necesitan cualquier cosa podrán pedirla. - Dijo el hombre refiriéndose a los chicos que estaban de pie justo detrás de mí.

De repente una oleada de periodistas, y personas inundó el recibidor del edificio, amontonados en la puerta como ratillas ante un queso.

-Oh mierda- Dijo el hombre de traje mientras se giraba buscando un espejo desesperadamente. -¿Estoy bien estoy presentable?- Dijo mientras me miraba y se colocaba cada pelo de su cabeza.

-Está perfecto señor- Dije intentando tranquilizarle. -Pero, ¿Quién viene?- Dije intentando mirar hacia la puerta, cosa que era imposible porque los flashes empezaron a saltar.

-¿No se lo han dicho? Su majestad el Jeque Mohammed y su legítimo hijo el Jeque Hamdan, acompañados de todo su séquito. ¡Ah que ya llegan Clowery prepara los pasteles!- Dijo el hombre dirigiéndose a la recepcionista y yendo de aquí para allá.

¿Jeque Hamdan? Dios mío, mis nervios aumentaban por segundos, pero esto estaría interesante.

A mi izquierda a unos pocos metros tenía a los chicos, que miraban expectantes la escena con sus móviles preparados para aprovechar cualquier oportunidad de fotografiar a sus líderes. Mohammed de repente me miró, su cara no expresaba nada, su mirada estaba vacía, pero seguro que tendría en su cabeza cientos de cosas. Me pregunto qué le pasará.

Y de la nada apareció. Haciéndose paso a duras penas entre la ola de periodistas y rodeado por todo su séquito, Hamdan. Aquel hombre que robaba suspiros a miles de mujeres, y ese hombre que me había citado varias veces a entrar en su círculo privado.

Parecía algo agobiado entre tanta gente, mientras que el Jeque Mohammed se desenvolvía con facilidad entre la multitud. Pude ver al pequeño Uncle Saeed, que se escabullía ágil y se posicionó justo delante de los chicos, al verme se acercó a mí.

-Buenos días Señorita Irina, un gusto verla de nuevo- Dijo el pequeño hombre tendiéndome la mano.

-El placer es mío- Dije dedicándole una sonrisa, a lo que él me respondió.

-Oh pasteles- Dijo Uncle Saeed mientras observaba asombrado la montaña de comida que había detrás nuestra. -Me va a perdonar señorita- Y rápidamente se apoderó de la mesa.

-Siempre igual, nunca cambiará, y mira que debería cuidarse, porque a su edad es peligroso la ingesta masiva de azúcares- Dijo una voz que reconocería en cualquier parte.

Piezas de puzzle (Fazza)Kde žijí příběhy. Začni objevovat